Yuset Puig Pupo - Periódico 26.cu.- Cuando vino a abrir los ojos no tenía ni idea de cómo había caído tan bajo... No se reconocía. Simplemente estaba viviendo por inercia, o masoquismo. Y lo peor, es que no entendía que el brillo en los ojos de sus hijas no era normal, que hay cargas emocionales demasiado grandes para espaldas tan pequeñas.


 

Recuerda el desenfreno que se le cruzó en la mente el día que su esposo rebasó los límites. Habían estado discutiendo como de costumbre. Pero cuando las ofensas perdieron el valor, él agarró un cuchillo de la cocina y lo colocó bien pegado a su cuello. En ese momento se le congeló el tiempo. Aún le queman las lágrimas que se le salieron del coraje. No fue solo miedo, le golpeó más la certeza de que su matrimonio ya no funcionaba.

Siente vergüenza de compartir su nombre. Pero justamente por sus "mujercitas" me cuenta los detalles de cómo llegó a la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia. No fue a pedir ayuda. Se matriculó en un curso de adiestramiento, mas su profesora enseguida percibió que ella necesitaba otro tipo de tratamiento. Confiesa que, desde entonces, todo se volvió más fácil y también más complejo.

Me asegura que el psicólogo Sandy Camejo cambió su suerte. Él le mostró lo tóxicas que eran sus relaciones interpersonales para ella y el resto del núcleo familiar. Su esposo también asistió a consulta y allí descubrieron que los arrojos de impotencia obedecían a trastornos de la personalidad, que no se trataba de mal carácter sino de enfermedades de salud mental.

Con sus 37 años tiene la obligación de corregir las faltas y empezar de nuevo. Por delante le viene el reto de compensar a sus niñas y ayudarlas a que rebasen sus huellas. Abrir los ojos la hizo de muchas maneras más fuerte y aprendió una lección imprescindible: por más complicado que se torne el camino, ella no está sola.

UNA FAMILIA ADICIONAL

A Ilena Ortiz una prima le habló de la Casa de Orientación. Al principio no le suscitó demasiada confianza, pero las anécdotas de otras muchachas la convencieron. Traspasó las puertas para buscar un oficio y encontró en la peluquería su verdadera vocación.

"Cuando terminé el duodécimo grado me quedé sin carrera -comenta Ilena-. Desde los 12 años padezco de unos dolores cíclicos que no me dejaron hacer una vida normal. Después de muchos estudios médicos descubrieron que tengo una vértebra de más y por tanto, mi anatomía es singular.

"Me preocupaba mucho no saber qué sería de mi futuro. Ahora me siento por fin dueña de mi vida y con un propósito. Es cierto que una vez que culmine el curso necesito un capital, que no tengo, para poder montar mi propia peluquería, pero al menos ya sé que esa es mi meta profesional.

"He aprendido mucho en el curso y no solo técnicas y tipos de pelados. La Casa es como el hogar de todas, se siente como una familia y nos ayuda a insertarnos en la sociedad, a encontrar nuestro sitio y explotar los talentos que tenemos ocultos".

Como Ileana otras muchachas llegan hasta la Casa de Orientación, con diversas inquietudes. Yardenis Trujillo, profesora de peluquería del lugar, asegura que en estos momentos imparte clases a tres grupos de 25 aprendices, con edades diferentes, pero con el mismo propósito de hacerse de una profesión y lograr independencia económica.

"Soy peluquera de profesión, pero llevo 10 años trabajando con las muchachas y transmitiendo a la par de los conocimientos, los valores de la FMC -cuenta Yardenis-. Mis estudiantes compran los productos con sus recursos y salimos a las comunidades a brindar el servicio de forma gratuita. Hay que ver la emoción de las jóvenes y las ganas que tienen de aprender.

"Nos gusta interactuar con las mujeres. Hablar de la sociedad, que nos cuenten sus problemas. Los cortes de cabello y los tintes se prestan para eso. Las federadas somos una gran familia y tenemos que ayudarnos".

CERQUITA DE UN NUEVO ANIVERSARIO

Con más de 25 años, la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia en el municipio de Las Tunas, como las de las restantes demarcaciones, cuenta, con historias de vida, su impacto en la sociedad.

Isabel Reyes, integrante del Secretariado Provincial de la FMC, comparte con 26 Digital sus rutinas de verano y los empeños que protagoniza el personal de la institución en saludo al aniversario 59 de la organización.

"En la etapa estival extendemos los cursos cortos y los programas de adiestramiento a las comunidades. Nos insertamos en medio de los proyectos comunitarios y además, fomentamos el talento de los barrios. Nos fortalece la imbricación de las federadas de distintas generaciones.

"En estos momentos estamos llevando a especialistas para hablar sobre belleza y salud y sobre los valores necesarios en las familias. Nos gusta compartir historias, dejar que las federadas intercambien, y sobre todo, acercarnos a las jóvenes.

"Estamos ofertando cursos de peluquería, masajes, cocina, repostería y farmacia. Nuestras estudiantes salen con el aval necesario para ocupar cualquier plaza de su especialidad".

La Casa de Orientación ha devenido hogar, fortaleza. Al decir de las visitantes, tras sus puertas se brinda ayuda, compañía, lecciones para hacer más llevadera la cotidianidad. Se ha convertido en una suerte de asidero, que guía con buenas luces, en todas las etapas de la vida.

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