Equipo de Consejería del Centro Oscar Arnulfo Romero - Revista Mujeres.- La sexualidad y la vida en pareja es algo que se vive de forma muy personalizada y cada quien tiene sus expectativas en la cotidianeidad,  de lo que espera, de lo que le es  placentero o no, pero en estos tiempos de pandemia todo se ha modificado, muchas parejas históricamente, se han sentido anhelantes en muchos momentos de estar más tiempo juntos, y expresiones como “ ojalá que lleguen las vacaciones para estar más tiempo juntos” o “cuando los niños crezcan tendremos más tiempo para nosotros”, suenen muy familiares, pero ahora, todo cambió, la necesidad del aislamiento ha impuesto que las parejas y las familias tengan que permanecer en el hogar un tiempo que no estaba planificado y del cual la mayoría no tiene hábitos para ello.


Esto puede generar en muchas personas un posible desconcierto, pues tras perder las rutinas del trabajo, las actividades sociales, tareas familiares fuera del hogar como la visita y cuidado a los padres, cierre de escuelas, cuarentenas obligatorias, se enfrentan a la realidad de estar todos juntos prácticamente las 24 horas, solo con salidas para resolver tareas básicas como la alimentación.

Por otra parte, se ha desdibujado de forma más evidente, la separación de trabajo y hogar, pues muchas personas realizan la modalidad de teletrabajo, por lo que las familias y las parejas deben adaptarse también a ello; aprender a organizar dentro del hogar que tiempo le dedicamos al trabajo, cuál a la pareja y al resto de la familia, cómo distribuir los tiempos para el ocio y para el trabajo de cada uno y cuánto y cómo para las labores del hogar.

Es necesario crear nuevos mecanismos de distribuir el trabajo doméstico, que sabemos que en nuestra cultura, la mayoría de las tareas de cuidado y domésticas han recaído sobre las mujeres y las niñas, por lo que podemos pensar que esta situación podría ser en muchos casos una posibilidad para nuevos aprendizajes para las parejas y las familias, y así  lograr una distribución más justa, pues de lo contrario se genera sobrecarga, malestares que puede llegar a la violencia doméstica, no solo de los miembros masculinos de la parejas, sino de los propios hijos hacia sus madres. En investigaciones a nivel mundial se ha comprobado que las mujeres hacen dos veces y medio más de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados que los hombres.

Todas estas situaciones planteadas con anterioridad pueden influir en la sexualidad, ya que el estrés por las informaciones sobre la pandemia, que puede llegar a la infoxicación, las preocupaciones por la salud de la familia y la propia, incluyendo los que no viven en el mismo hogar, provoca en algunas personas sentimientos de angustia, desesperanza, o irritabilidad, pérdida del control de las emociones, por lo que el tiempo del encuentro, de la ternura y del erotismo, puede distanciarse a pesar de estar muy cerca y mucho tiempo juntos. Por supuesto, que esto no se puede generalizar, pues depende las personas y las parejas y como afronten estas situaciones.

Las situaciones de desastres, y de emergencias pueden provocar, según reportes de diferentes investigadores, desde un aumento de los deseos sexuales en algunas personas, hasta la disminución y aversión por todo contacto o encuentro erótico, muchas veces relacionado con el miedo al contagio, en especial en parejas que no conviven todo el tiempo, o que no se tiene seguridad de su responsabilidades ante situaciones difíciles y de tensión, entre otras, por lo que sería conveniente analizar lo que pasa y pasará con las parejas en nuestro país producto de este fenómeno.

En el caso de las mujeres en situaciones de violencia de género (VG), todo se agudiza, ya que las medidas de aislamiento social y confinamiento, tan necesarios en estos momentos, no reducen la violencia, sino que aumentan los factores de riesgo para la incidencia de la violencia ya sea en el marco de la familia y de la pareja. Para muchas mujeres y sus hijos(as) el hogar no es un sitio seguro, por lo que unido a la situación de la pandemia se une la incertidumbre y a angustia por el miedo al agresor.

Algunos investigadores plantean 4 elementos que permiten prever un crecimiento de la VG:

  1. El aumento del tiempo de convivencia entre el agresor y la victima
  2. El crecimiento de conflictos cotidianos, cuestiones familiares y domésticas
  3. Violencia prolongada sin que se vea interrumpida por las circunstancias de la rutina diaria como compras, escuelas, trabajo, entre otras.
  4. La percepción de seguridad e impunidad del agresor.

 Hay que tener en cuenta que la violencia puede agudizarse de forma incalculable, lo que puede llegar a hechos extremos donde las violaciones conyugales, el abuso sexual a menores en estos hogares disfunciones y hasta feminicidios, que no puede descartarse. 

Las normas sociales y los patrones culturales son factores determinantes de los impactos diferenciados en esta y otras emergencias para hombres y mujeres. Las vulnerabilidades ante una crisis social y económica derivada del covid-19, provocará que las mujeres que son las que sufren más situaciones de este tipo, puedan ser las más afectadas.

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