Marilys Suárez Moreno - Revista Mujeres.- Hay seres indispensables, personas que nacen para descollar y convertirse en paradigmas Mujeres y hombres que se ganan un liderazgo en la vida a fuerza de hacerse imprescindibles, vitales, aun después de muertos. Ahora mismo estoy pensando en Vilma Lucila Espín Guillois, uno de esos seres fabulosos que para suerte de la historia sabemos nuestra.
Los que conocieron, valiente, decidida y fuerte frente al tirano, desandando las calles estrechas y empinadas de su Santiago natal en sus días de estudiante en la Universidad de Oriente, no olvidan a la joven esbelta y largos cabellos negros, de incondicional participación en el levantamiento armado del 30 de noviembre de 1956 en esa ciudad heroica.
Bajo las órdenes de Frank País, el audaz jefe de la lucha clandestina en Oriente, del que fue su sustituta al frente del Movimiento 26 de Julio allí, tras el asesinato del audaz y valioso compañero, devino destacada guerrillera del Ejército Rebelde en el Segundo Frente Oriental Frank País de su nombre, donde desanduvo la Sierra, protagonizando y encarando múltiples responsabilidades en los municipios orientales ubicados geográficamente en ese Frente, cuyo apoyo logístico aseguraban las acciones combativas
Comprometida con la verdad y la justicia desde la cuna y seguidora leal y fiel de las ideas de Fidel, ella fue artífice y protagonista de una organización que en pocas semanas cumplirá 59 años y de la que fue raíz y forja en todos sus programas, ideas y proyectos. Por eso, aseguro, que hoy Vilma hubiera estado en la primera línea del combate contra la Covid-19 en Cuba.
Fundadoras que aun viven, compañeras de labor en la casa grande de la FMC y las cubanas que la siguieron en aquellos años difíciles en la organización que creó y dirigió hasta el fin de sus días y que sigue honrándola como su Presidenta eterna, la recuerdan multiplicada, diversa, afanosa, desbordando sentido de compromiso y pasión en cada tarea. Y se habla, y lo seguiremos haciendo, de su huella indeleble, de su entrega y su accionar por años guiando la atención al desarrollo de la infancia, la mujer y la familia, tratando de transformar atrasadas formas de pensar y actuar, cuando aun no se usaba el termino de perspectiva de género. Apegada a la solidez de los valores éticos que orientaron su formación.
Por eso la podemos imaginar asignando responsabilidades, generando ideas, compartiendo tareas, desplegando su ternura, agradeciendo a médicos, científicos, enfermeras, enfermeros y a todos los que desde las más disimiles trincheras de la producción y los servicios, se entregan a riesgo de sus vidas a luchar contra una enfermedad que ha transformado el curso de la vida en el planeta y que en Cuba se resiste sin descanso ni tregua. Confiados ahora y atentos a las fases que se orientan para lo que llamamos nueva normalidad, sin descuidar ninguno de los detalles que deciden el enfrentamiento a la pandemia y ofreciendo lecciones de solidaridad, como siempre hizo Vilma.
Me convenzo entonces de que su espíritu nos acompaña y guía ahora también, que su imagen bonita continua viva en las tres letras de la FMC y en el trabajo continuador de su relevo. Presente como el primer día de su estreno en la Organización que a instancias de Fidel fundara y de la que nunca se ha ido, porque hasta en su logotipo está.
Inquieta, inteligente y ávida de conocimientos como era, viviría al tanto de los aportes y la actuación de las y los profesionales de la ciencia que dedican sus vidas a salvar la de los demás, interesándose por los últimos resultados de las investigaciones en las entidades que nos honran, en los Protocolos realizados y que incluye un accionar determinado en el escenario preventivo, y en nuestro actuar colectivo ante la Covid-19.
Quién lo duda, estaría entre las primeras en esta lucha de todas y todos, velando por los más vulnerables, proponiendo iniciativas que mejoren la calidad de vida de las madres y aquellas mujeres que más necesitan de una atención priorizada, impulsando programas y con pupila atenta a su cumplimiento, a los detalles más mínimos.
Fidel lo dijo en sus Reflexiones, al conocer de su muerte: “He sido testigo de las luchas de Vilma. No la olvido en las reuniones del Movimiento 26 de Julio en la Sierra Maestra. Fue enviada finalmente por la dirección de éste para una importante reunión en el Segundo Frente Oriental. Vilma no se inmutaba ante peligro alguno”.
Ecuánime, dulce, tierna, pero enérgica y resuelta, trasmitía en la calidez y dulzura de sus palabras, seguridad y certezas. Por razones de mi trabajo como periodista de la Revista Mujeres, hoy Editorial de la Mujer, la vi reír y compartir travesuras con los niñas y niños de los Círculos Infantiles (su obra más bella) y proyectarse luego con inteligencia y tino, en asambleas, plenarios, congresos; en recorridos, entrevistas o conversatorios con mujeres rurales, científicas, profesionales, directivas y delegadas e invitadas de todos los continentes. Puedo asegurarles que no hay conquista de la mujer cubana o de la niñez y la juventud que no lleve su sello, su participación, energía y humildad, sin dejar de ser intransigente si cabía el caso.
La muerte se la llevo el 18 de junio del 2007, hace 13 años. Como olvidarlo, si apenas una semana antes yo había perdido también a mi esposo. Vilma, su imagen y recuerdo es hoy una remembranza perdurable para cuantos la supieron hija de este pueblo. Una mujer cuya entereza, ternura y tesón afianzaron los caminos de la identidad nacional desde su fecunda e imperecedera existencia.