"Al parecer, a las mujeres negras y mestizas se nos emplea más bien en puestos de limpieza, higiene, doméstica, cocinera, y otros con la misma connotación sesgada por el género y la raza", advierte la abogada y feminista Alina Herrera Fuentes. Foto SEMlac Cuba

Lirians Gordillo Piña - Red Semlac.- Para una cubana, negra o mestiza, al frente de una familia monoparental, que encuentra el sustento en el sector informal de la economía y vive en la periferia, la covid-19 no amenaza solo su salud.


“Si bien la covid-19 nos afecta a todos y a todas, hay sectores que ya venían en situaciones de vulnerabilidad y que van a verse mucho más afectados, como el caso de las mujeres negras y mestizas que cuentan con menos capitales económicos, culturales y sociales para desplegar estrategias familiares que permitan salir de la crisis generada por la pandemia”, declara a SEMlac Geydi Fundora, profesora de FLACSO Cuba y coordinadora de la plataforma Participación y Equidad.

Pese a las políticas sociales de carácter universal implementadas por el Estado cubano, que buscan mitigar los efectos de la pandemia; investigaciones y activistas han identificado vulnerabilidades económicas y sociales que impactan la salud de las mujeres negras y mestizas en la nación caribeña.

Estudios y análisis académicos en el país también muestran la pervivencia del racismo y, en particular, que la pobreza urbana tiene rostro de mujer negra.

A ello se suma un contexto complejo, agravado por la pandemia, las dificultades económicas que enfrenta el país y la intensificación del bloqueo económico y financiero del gobierno de Estados Unidos hacia la nación del Caribe.

Hasta el 7 de agosto, en Cuba se registran 2.888 casos positivos a la enfermedad, de los cuales 84,6 por ciento se han recuperado. El 51, 1 por ciento de los infectados son hombres y 48,9 por ciento son mujeres. La Habana es la provincia con más casos activos en estos momentos.

Las medidas gubernamentales para el control de la pandemia, imprescindibles para el comportamiento favorable de la enfermedad en el país, han puesto en tensión la vida cotidiana. Las presiones son mayores para las mujeres, por ser ellas quienes dedican más horas a la búsqueda y elaboración de los alimentos, al cuidado y tareas domésticas.

La feminista Yuleidys González Estradas cree importante investigar y analizar la experiencia de las mujeres en medio de la pandemia, a partir de su diversidad y contexto.

“Las mujeres negras y mestizas somos tan diversas como nuestras circunstancias, y nuestras vidas están matizadas por múltiples condicionantes”, afirma la investigadora y coordinadora del proyecto La cuarta Lucía, en la ciudad de Bayamo, a 666 kilómetros de la capital.

Al igual que otras feministas cubanas, González Estradas se pregunta por la situación actual de las mujeres negras y mestizas de acuerdo a su ocupación, un aspecto esencial para la sobrevivencia en estos días de pandemia.

A ello se refiere también la abogada y feminista Alina Herrera Fuentes en su artículo Desigualdades de las mujeres negras y mestizas en cuba: desafíos ante la covid-19, a partir de datos del Censo de Población y Vivienda, realizado por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en 2016: “las mujeres racializadas tenían mayores tasas de desocupación, en especial las mujeres mestizas (4,4 %) con relación a las mujeres blancas (3,3 %) y a las negras (3,0 %)”.

Estas cifras se corporizan en mujeres atravesadas por otras circunstancias e intersecciones aún poco visibles, como la edad, la emigración desde zonas rurales o del oriente del país, ser mujeres trans o mujeres que se prostituyen.

“El aislamiento social fue establecido para todas las personas por igual y, si bien se tomaron muchas medidas para garantizar la vida y los recursos indispensables para sobrevivir, muchas quedaron sin sus vías fundamentales de ingresos. ¿Qué estrategias emplearon para salir adelante? Es algo que aún debemos investigar y atender aún en la etapa de recuperación”, apunta González Estradas.

La también integrante de la red feminista Berta Cáceres, pone como ejemplo a las mujeres que, en el mercado informal, se dedican a la venta de artículos artesanales, productos de aseo y alimentos, que primero adquieren en las tiendas y comercios en divisas y luego revenden a sobreprecio.

“Si hacemos un conteo, nos percatamos de que una buena parte son mujeres negras y mestizas. Veremos, además, que la mayoría no se dedica al tráfico de divisas o a la reventa de efectos electrodomésticos sino, fundamentalmente, de productos de aseo, comida y otros por ese estilo. Esto ha sido una práctica de subsistencia durante muchos años. No es casual, entonces, que intentaran mantenerla durante la covid-19”, reflexiona.

Resiliencias frente a la crisis

Sobrevivir es casi siempre sinónimo de solidaridad y colectividad. Por eso no es casual que un mapeo de iniciativas ciudadanas y propuestas de organizaciones e instituciones en Cuba reflejen una reactivación de las estrategias comunitarias frente a la emergencia sanitaria.

“Para las mujeres negras en las comunidades con las que trabajo, la supervivencia tiene sus variantes características, pues estamos hablando de mujeres empoderadas, con un sentido común y vocación de servicio”, responde Maritza López Mcbean, una de las coordinadoras de la Red Barrial Afrodescendiente.

“No hemos escapado a las dificultades en las colas para adquirir alimentos y aseo. La manera de paliarlo ha sido no ‘desconectarnos’, tratando de colaborar unxs con otrxs, avisándonos sobre dónde adquirir productos, apoyándonos incluso en el intercambio de medicamentos para quienes más los han necesitado”, agrega la lideresa comunitaria en el municipio capitalino Mariano.

López Mcbean cuenta a SEMlac que, además de apoyarse entre sí, las integrantes de la red y coordinadoras de proyectos se han volcado a las comunidades.

“Los proyectos La muñeca negra y Vísteme con gusto elaboraron nasobucos (mascarillas) y camisolas para la población y personal técnico de salud. Afrodiverso realiza juegos de participación con niñxs de su barrio, voluntariamente. Casa Tomada Mirarte elaboró jabones orgánicos y los entregó gratis en el vecindario a algunas personas más cercanos de la tercera edad, en estado de vulnerabilidad social”, repasa.

Ese ímpetu para buscar alternativas también lo conoce Yuleidys González Estradas. Ella misma lo ha vivido, junto a su madre, y lo ha visto en mujeres de su comunidad.

“Juntas hemos superado la crisis, gracias al legado de nuestras abuelas. Así, ante la falta de champú, recuperamos una fórmula que emplea majagua, una planta que abunda en Cuba; hemos usado la caña santa, otra planta útil para controlar la presión; el cebo de carnero para los dolores de las articulaciones, entre otras variantes. Pero también hemos construido juntas las imágenes y los mensajes que luego hemos difundo en las redes sociales como parte de la lucha contra todas las discriminaciones”, comenta González Estradas a SEMlac.

“No me atrevo a hablar por todas las mujeres negras y mestizas del país, pero creo que nos ha pasado como a Cuba: cuando llegó la pandemia teníamos una tradición de lucha y un millón de capacidades instaladas que nos han servido para salir adelante”, agrega.

 

Mujeres integrantes de colectivos y proyectos comunitarios, han encontrado en la colaboración una respuesta a la emergencia sanitaria. Fotos cortesía Red Barrial Afrodescendiente.

Mujeres en el centro de las políticas

Las feministas entrevistadas por SEMlac coinciden en que es importante reconocer e incluir en el debate político y las medidas para la recuperación post covid-19 las intersecciones de género, color de la piel, edad, zona geográfica, identidad de género, orientación sexual, ocupación, discapacidad, entre otras.

“Al menos en Granma es muy probable que las campesinas que trabajan una tierra que pertenece a sus esposos o familiares, con escasos medios de riego, se vean más afectadas que los hombres e incluso que otras mujeres. Por ello es indispensable que las medidas que está tomando el gobierno local para impulsar la producción de alimentos preste atención especial a esta cuestión; algo que se puede hacer perfectamente a partir de los proyectos territoriales”, propone González Estradas.

Participar activamente en las políticas, apostar por el desarrollo local desde la equidad y apoyar las iniciativas ciudadanas son puntos comunes en las propuestas.

Maritza López Mcbean se enfoca en el programa nacional contra el racismo y la discriminación, impulsado por el presidente de la República, la Comisión Aponte de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y otros organismos e instituciones.

“Con la seguridad de que esta pandemia cambiará el curso de los acontecimientos políticos, sociales y culturales del país, esperamos que el anunciado programa lleve a vías de hecho acciones afirmativas y políticas públicas que realmente disminuyan las brechas e inequidades raciales, de género y sociales que, aun con lo que contribuimos, nos dejan en desventaja a las personas no blancas”, apunta.

Para Geydi Fundora, el repertorio de posibilidades para la inclusión es amplio. Lo primero es tener en cuenta los puntos de partida de las mujeres negras y mestizas, sus recursos para enfrentar la crisis y posibilidades para aprovechar los cambios futuros.

“Nuestras herencias no siempre tuvieron que ver con la economía del ahorro, con economías familiares estratégicamente planificadas, porque siempre fuimos familias que vivimos en situaciones de contingencia y, por lo tanto, tampoco contamos con este tipo de capital cultural, lo que implica un punto de partida desventajoso”, reconoce la investigadora.

En ese sentido, Fundora valora las políticas universales implementadas en el país caribeño como “un estandarte para los niveles de desarrollo social y humano· alcanzado por la sociedad cubana” ·. Sin embargo, convoca a pensar los diferentes puntos de partida, para que las oportunidades sean aprovechadas por todas y todos.

“Creo que debería pensarse qué personas van a poder aprovechar cada una de las oportunidades que se planteen. Porque no será lo mismo para una mujer negra parlamentaria, científica o profesional, que tienen otro tipo de recursos, que para las mujeres negras ajenas a esos circuitos donde circulan la información, los contactos y otras formas de pensar la economía familiar. Ellas pueden estar quedándose afuera”, advierte.

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