Lissy Villar Muñoz - Revista Mujeres.- “Papá tiene mucho genio”; “Para que buscarnos problemas por gusto”; “Eres radical rozando el feminismo”, son de las frases que me han sorprendido de la telenovela cubana Bajo el mismo sol que están retransmitiendo por Cubavisión en el horario de la tarde.


Si bien la novela ha abordado temas importantísimos que todavía siguen siendo un desafío en la sociedad cubana, las frases resuenan en mis oídos sin saber de cuáles mensajes se apropian las personas que la ven. Y es que “papá tiene mucho genio”, no dice claramente que papá es un violento, un machista golpeador, sin embargo, las imágenes lo muestran.

Por otra parte, la novela cubana El rostro de los días, que ha desatado algunos debates, incluso memes divertidos y otros que rozan la insensibilidad y que su contenido refuerza el patriarcado, deja algunas lagunas e interrogantes. ¿Por qué no se ha mencionado la palabra aborto en ninguno de los capítulos, por qué a las relaciones sexuales sin consentimiento no se les llama violación y se le busca un nombre políticamente correcto?  El aborto en Cuba es legal desde 1965, es un derecho que nos hemos ganado y otorgado las mujeres cubanas y entonces ¿por qué no representar un personaje, al menos uno, que se practique un aborto y que no desee ser madre?

Tantas interrogantes y discusiones al respecto. ¿Por qué legitimar que un hombre controlador es un hombre que ama? Eso lo está dejando ver la novela cubana.

Cierto es que está generando debate, y no todos los productos comunicativos se permiten esto, y por algo será. La comunicación no sólo puede ser representación, tiene que ser un espacio de construcción colectiva. Y la preocupación es que ese debate pueda darse en un círculo de “entendidos sobre el tema” y no en toda la población. Con esto no quiero decir que no sea importante, pero debemos educar. Y no es educar “una masa crítica” a una “masa acrítica”, ni desvalorar la manera en que las personas canalizan los mensajes y los hacen suyos. Se trata de construcción, de representación, de establecer otras relaciones sociales diferentes a las que hasta ahora les ha funcionado solo a algunos, porque no todas las personas se sienten identificadas con el mensaje y ahí también se está sectorializando y excluyendo.

¿Por qué no concebir que los medios representen procesos; qué es lo que le hace bien a la sociedad que los medios representen? No pueden ser solo los medios posibilitadores de discusiones, porque incluso hay que ver quiénes están llegando a esos espacios de discusión y diálogo.

El cine, la televisión no son medios imparciales, no existe nada imparcial, representan un mensaje claro y ahí es do nde también debemos ver qué mirada posicionan.

El programa Una calle mil caminos dirigido por Magda González Grau aborda con creatividad y compromiso temas cruciales que apenas veíamos en la televisión: una relación de muchachas lesbianas, un muchacho ciego deportista y un muchacho que roba y cómo se da esa relación de amistad y profesional, la interracialidad, el embarazo.

Confieso que lloré viendo Para toda la vida, el último teleplay de Amílcar Salatti presentado en el programa. Una pareja heterosexual decide tener un hijo. Ella no pudo terminar su doce grado, él está en la universidad.

Viven juntos, tienen vivienda grande, arreglada, el papá le manda a la muchacha dinero del exterior. Sin tener otros problemas mayores, solo los cotidianos, esta pareja comienza a criar a su bebé. Ella está con él todos los días en la casa, él va a estudiar a la Universidad y por la tarde va a repartir el llamado “paquete”.

Comienzan los conflictos cuando él empieza a suspender los exámenes en la universidad y prefiere que el hijo vaya a vivir con su abuela materna hasta que crezca, decisión que la madre no acepta.

El teleplay tuvo muy buenas actuaciones, un balance y equilibrio en los personajes.

La madre es quien más se ocupaba del bebé, e incluso pudo llegar a entender la situación de la pareja cuando necesitaba estudiar para los exámenes aunque la realidad superara el deseo.

Lo que me preocupó del teleplay fue el final. Si bien los elogios son merecidos, el detalle del final no deja de ser preocupante. La madre del niño termina en Camagüey con su hijo y con su madre y el muchacho estudiando en la Universidad en La Habana, y sin ninguna responsabilidad como padre. Es cierto que ella comienza a estudiar el doce grado, pero ¿la sociedad que queremos legitimar y construir es aquella donde los padres siguen sin responsabilizarse por el cuidado permanente de sus hijos e hijas?, ¿es la que el cuidado recae en la madre y en la abuela materna? ¿creemos que estudiar una carrera universitaria es más importante que la educación de un hijo?

Entonces, aunque se transmita un mensaje y sea el receptor quien lo decodifique y levante o no sus criterios, lo que estamos mostrando no puede quedarse solo en la realidad (aunque sea ficción) sino en la sociedad que queremos ser. Y en esa sociedad que queremos ser (porque esta no nos ha funcionado) es la que padres y madres sean responsables con las infancias, donde las mujeres no ocupen el rol de cuidadoras de hijos, hijas, y donde no sean estas las que satisfagan en la mayoría de los casos las necesidades espirituales, cognitivas, materiales, afectivas de la niñez.

No podemos legitimar las conductas que siguen reproduciendo roles sexistas, donde las mujeres tengan actitudes patriarcales, incluso con otras mujeres.

El personaje de la amiga de la protagonista está muy bien construido (mujer negra, gorda, que logra una carrera universitaria, amiga, alegre, responsable), y muy pocas veces se ve en la televisión cubana la representación de las mujeres negras con esas características. Ese es otro de los reconocimientos del teleplay.

Es un teleplay hermoso y desgarrante que incluso aunque no me gustara el final lo aplaudo, sin embargo, podía el programa levantar criterios que cuestionaran la estructura patriarcal en la que vivimos y que el teleplay posicionó. Sí hubo buenas y malas actitudes al contrario de lo que el programa resaltó. Me gustó del guion compartido por la conductora es que para tener descendencia hay que ser feliz, lo que esa felicidad no puede estar perjudicando la felicidad de otros, sobre todo de la madre y de la niñez.

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