Sara Más - Revista Mujeres.- Todas las historias de violencia son amargas y algunas terminan muy mal, cuestan la vida. Otras se prolongan por mucho tiempo y dejan un daño aún más duradero.


Sin embargo, cuando a veces se habla de violencia de género, de lo que cuesta en salud psicóloga y física para las mujeres, con frecuencia se escucha decir --desde el desconocimiento y la simplificación del problema--, que las mujeres también ejercen violencia contra los hombres. Es decir, se trata de reducir todo a una guerra de sexos, equiparar los actos y concluir que la violencia de género ocurre también “a la inversa”.

Además de desvirtuarse lo que sucede, ese pensamiento olvida que en la base del problema, lo que lo genera, está en “un desequilibrio de poder que perpetúa la subordinación y la desvalorización de lo femenino frente a lo masculino en virtud del patriarcado como sistema de dominación”.

Así lo explica la socióloga e investigadora cubana Clotilde Proveyer Cervantes. Dicho rápido, con sus propias palabras, se trata de una violencia que se ejerce por motivos de género, fundamentalmente sobre las mujeres, pero también sobre todas aquellas personas que no adoptan la normativa heterosexista de dominación masculina. “Es la violencia del patriarcado como sistema de dominación”.

Por eso las mujeres y las niñas son mayoría entre quienes viven este tipo de abuso, pero también lo sufren personas cuyas identidades y comportamiento trasgreden la norma binaria y heterosexista de la dominación patriarcal.

Los datos confirman que el grueso de los agresores son hombres y la mayoría de las agredidas, mujeres. Estadísticas internacionales citadas por Proveyer indican que, por ejemplo, en un universo de 100 parejas, hay 25 por ciento de violencia cruzada, en la que no hay un sujeto que sea protagonista. El uno por ciento corresponde a mujeres que ejercen la violencia contra los hombres y el resto, casi 75 por ciento, son hombres que la practican contra las mujeres. “Esa es la que se ejerce para legitimar y garantizar el poder masculino”, asegura la experta. Y esto hablando solo del ámbito de la pareja.

¿Que existen mujeres que agreden a sus parejas? Es cierto, pero son muchas menos, como indican los datos, además de que siguen insertadas en normas y estructuras sociales del poder patriarcal. Muchas recurren a la violencia contra sus parejas, además, como respuesta a la violencia que han recibido antes de ellos.

“Generalmente, cuando una mujer llega a la violencia, incluso al homicidio, lo hace muchas veces en situaciones límites, como respuesta a una violencia extrema que ella ha recibido, en un momento de vulnerabilidad del otro y de crecimiento en situación límite, en que se juega la vida: es él o ella”, ha explicado la experta.

Las mujeres que pasan de víctimas a victimarias son una cara menos visible y reconocida de la violencia machista. Sus acciones clasifican en lo que se tipifica como delito de lesiones, homicidio o asesinato en el Código Penal cubano, pero también en lo que se conoce como violencia reactiva: responder con violencia, a veces la más extrema, al continuo de violencia acumulada de la que no pudieron salir.

No se trata de justificar actos extremos que solo queda lamentar y sancionar, una vez que ocurren; pero situarse en el desenlace más fatal obliga a mirar atrás y constatar que, de un lado, hubo una violencia machista que provocó luego violencia reactiva; del otro, que fallaron los mecanismos de prevención y actuación ante la primera que pudieron evitar, también, la siguiente.

No es posible establecer, entonces, un paralelismo entre hombres y mujeres que cometen esos actos, como tampoco vale generalizar que funcionan los mismos resortes.

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