Iyamira Hernández Pita. Especial para SEMlac Cuba / Foto tomada de escambray.cu.- El escenario pandémico actual es una situación de crisis, dentro de un mundo que ha vivido un estado de crisis permanente, lo que lo convierte en un estado doblemente anormal, ante el cual las personas se sienten sin control.


Una pandemia de esta dimensión causa conmoción en todo el mundo. Aunque la dramatización está justificada, es bueno tener en cuenta qué vulnerabilidades se visibilizan: migrantes e inmigrantes detenidos en centros de refugiados (condiciones de vida, hacinamiento, sanidad, incremento de la violencia, inmovilidad de algunos Estados frente a la necesidad de protección del personal de salud, condiciones de trabajo), entre otras.

En un entramado social complejo como el que se nos presenta, que atraviesa intensas transformaciones sociopolíticas, económicas, ideológicas, frente a una epidemiología perturbadora que reta a los seres humanos, las ciencias sociales están llamadas a un ejercicio incesante, que enlace la teoría con la práctica y derive la mirada hacia las vulnerabilidades ocultas al interior de las familias, con la finalidad de construir alternativas para transformar las situaciones de injustica e incertidumbre. Esto está ocurriendo, además, en un contexto donde confluyen una pluralidad de realidades y necesidades transversalizadas por el género, las generaciones, las identidades étnico-raciales, las discapacidades, la desaceleración de la actividad económica y la pobreza, entre otras.

A nivel socioeconómico, se estima que el número de personas en condiciones de pobreza en América Latina y el Caribe podría aumentar de 185 a 220 millones; mientras que el número de personas en situaciones de pobreza extrema podría incrementarse de 67,4 a 90 millones[1].

Se estima que la creciente vulnerabilidad social y económica incrementará las tasas de trabajo infantil, matrimonio infantil y uniones tempranas, además de desplazamiento forzado, la migración, la trata de personas con fines de explotación sexual y laboral, y el reclutamiento por parte de grupos criminales. Todo ello ocurre en una de las regiones consideras como de las más violentas y desiguales del mundo, con expresiones que se manifiestan a nivel familiar y donde, por ejemplo, dos de cada tres niñas y niños menores de 15 años experimenta alguna forma de disciplina violenta en casa, psicológica o física[2].

Ante las nuevas y desafiantes realidades, se plantea un enorme desafío, tanto para los sistemas de salud como para los de protección: El distanciamiento físico, el trabajo desde el hogar, los cuidados, el desempleo temporal, la educación de niños y niñas en el hogar, la falta de contacto físico con los seres queridos y otras redes sociales de apoyo exigen ahondar en la dinámica oculta de las familias ante esta circunstancia y, en particular, en los riesgos asociados al ejercicio de la violencia basada en género en el marco de la pandemia.

Las restricciones a la movilidad, si bien son necesarias, han generado altos riesgos de violencia doméstica, violencia condicionada por género y generaciones, cuya población más vulnerable son las mujeres, niñas y niños, adolescentes y jóvenes, personas mayores o con discapacidad y personas con orientación sexual no hegemónica, como víctimas potenciales dentro del hogar.

Por otra parte, la desigualdad de género preexistente hace que las mujeres y las niñas sean particularmente vulnerables en este contexto, lo que aumenta su exposición a múltiples formas de violencia basada en género. En este escenario de emergencia, Cuba, desde un enfoque multisectorial y de derechos humanos, ha diseñado intervenciones en contribución a las respuestas estatales e institucionales, centrado en las personas sobrevivientes y sus familias afectadas por la violencia y/o malestares de tipo psicológicos.

La crisis generada por la Covid-19 en el mundo ha evidenciado que es urgente generar una respuesta articulada y efectiva para su prevención y atención. Estimaciones del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) señalan que en el mundo se producirían 31 millones de casos más de violencia de género ante la prolongación de la epidemia. Cualquiera que sea la magnitud detectada del problema, la existencia de un solo caso debe constituir objeto de preocupación y acción. Sobre todo, porque esa violencia suele ser naturalizada e invisibilizada, lo que no significa que sus repercusiones sean menores.

En consecuencia, el Estado cubano ha creado sinergias con los diferentes organismos e instituciones sociales para desarrollar sistemas alternativos de atención. Dando respuesta al reclamo de la máxima dirección del país y del Ministerio de Salud Púbica, se activó la Línea 103, antes antidroga, con este nuevo concepto de apoyo psicológico ante una situación emergente de la Covid-19. Llama la atención que nueve de cada 10 personas que solicitan el servicio en estos meses han sido mujeres en edad productiva, en la etapa de la adultez media y tardía, cuyo reclamo de ayuda preferentemente es el alivio de los estados emocionales desagradables generados por la ruptura del desempeño del rol productivo y su impacto en la esfera afectivo-motivacional. También por el aislamiento social y con ello el estancamiento de la realización de su proyecto de vida.

La actual situación epidemiológica conlleva al aislamiento social e incrementa el tiempo de permanencia de la mujer en el hogar, asumiendo a tiempo completo el rol reproductivo y sobredemandada por el cumplimiento de las funciones familiares. Dicha situación provoca un desequilibrio funcional que limita su capacidad de enfrentamiento, de autodominio, y la ausencia de respuestas exitosas y adaptativas ante la nueva condición. La mujer en sus roles de madre, esposa e hija se encuentra en situación de mayor vulnerabilidad y con altas probabilidades de recibir violencia basada en género[3].

Es importante referir que aproximadamente 14 por ciento de las mujeres que solicitaron ayuda mediante la línea refirieron estar sometidas a algún tipo de violencia, situación no prevista en la conformación de la atención relacionada con la Covid-19. Este resultado, no esperado pero real, permitió evidenciar la pertinencia de la apertura de un servicio en línea para atender a personas en situación de violencia basada en género. Contar en estos momentos con recursos humanos especializados y capacitados para prestar este servicio es una oportunidad[4].

Es viable, conveniente y preciso realizar acciones que fomenten la detección precoz de la violencia basada en género en las personas que solicitan el servicio de ayuda, y mostrar evidencias que avalen la necesidad y factibilidad de establecer una línea de ayuda telefónica dirigida a ellas.

En Cuba, la consejería telefónica Línea Ayuda fue uno de los primeros programas que desarrolló el Centro Nacional de Prevención de las ITS, hoy Prosalud. Se direccionó por vez primera a las enfermedades de transmisión sexual (ITS) y con posterioridad hacia las adicciones. Ha alcanzado notorios resultados en cuanto a eficacia y efectividad. Transferir esta tecnología hacia otros daños contra la integridad moral, física y psicológica, como la violencia basada en género, es lícito y apremiante[5].

En otros contextos, la línea de ayuda telefónica ha demostrado ser un instrumento valioso que brinda apoyo inmediato, breve y oportuno. Puede constituir el punto de inicio de todo un proceso de ayuda, apoyo y orientación psicosocial a las personas que sufren algún tipo de violencia basada en género, quienes, al establecer contacto con la línea de forma anónima, reciben orientaciones precisas para superar, resolver o por lo menos atenuar su problema. Esta modalidad de ayuda también facilita la adecuación de los recursos psicológicos, eleva la autoeficacia, autovaloración y sus constituyentes: autoestima, autoconocimiento y auto determinación[6].

En función de prever mecanismos alternativos de atención, y específicamente de protección a las víctimas de violencia basada en género, se activa y reestructura en el contexto cubano el Grupo Nacional de Expertos para la atención y prevención de la violencia basada en género, rectorado por la Federación Nacional de Mujeres Cubanas (FMC) y en estrecho vínculo con el UNFPA, ha redoblado los esfuerzos para garantizar las respuestas permanentes de actuación que promuevan un enfoque de protección con prioridad en personas vulnerables ante las diferentes manifestaciones de violencia de género.

Centrados en la elaboración de la Estrategia Integral Integrada, se han logrado establecer asociaciones con diferentes instituciones sociales que juegan un papel importante en el diseño de la respuesta integral, partiendo de la necesidad de develar brechas de género que están invisibilizadas por una herencia cultural machista, naturalizada en la sociedad y que, pese a todo lo que se ha avanzado como país en el ejercicio efectivo de los derechos de las mujeres, todavía perviven. Ante este hecho, la propuesta ha sido intencionar más las acciones para desmontarlas y lograr cambios culturales.

No podemos obviar que se cuenta con un capital humano, una experiencia de trabajo institucional coordinado, multidisciplinario, que se aprovecha en estos momentos para identificar dónde están los problemas y buscar de conjunto las soluciones. Se trabaja en los análisis de efectividad e impacto de las normas jurídicas, transversalmente, por todas las comisiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular; se elaboró una Guía básica para personal que brinda servicios telefónicos de atención a la violencia basada en género, se diseñó un Programa de capacitación nacional para quienes operarán los diferentes servicios de la Línea de Ayuda 103, de apoyo y orientación psicosocial a las personas que sufren algún tipo de violencia basada en género.

De estas acciones se derivaron otras, como la elaboración de un mapa de servicios telefónicos que facilita el reconocimiento de los recursos disponibles para la atención; ayuda a coordinar la derivación a otros servicios y ofrecer así una respuesta eficaz a las necesidades de las víctimas y sobrevivientes de la violencia de género. Herramienta útil, que sirve de apoyo al trabajo del personal que opera en los diferentes servicios.

Al unísono, se han puesto en práctica diferentes acciones comunicativas, mediante diversos soportes comunicativos, para visibilizar la problemática en cuestión y fomentar la reflexión y el diálogo sobre estos asuntos.

Otra experiencia de trabajo ha sido la creación de los Psicogrupos de Whatsapp, para ofrecer orientación psicológica. Por esa vía han emergido diferentes temas vinculados a la presencia de violencia basada en género al interior de la dinámica de las familias cubanas. Entre ellos se encuentran la sobrecarga de la mujer durante la pandemia (casa y atención de los hijos, casa convertida en centro laboral, búsqueda de alimentos, mujeres solas al frente de las familias, problemáticas de las mujeres cuidadoras de adultos mayores e hijos, violencia de hijos varones hacia sus madres que no llegan a ser todavía adultas mayores, triadas de violencia hijo-nuera-madre, violencias hacia adulto mayor, limitación de derechos personales, toma de decisiones, violencia hacia los niños/as por parte de los padres ante tiempo permanente de los menores en el hogar, violencia de género en parejas jóvenes, violencia en grupos LGBTI, entre las parejas y la necesidad de conocer el proceso de qué hacer una vez identificados, en las orientaciones legales u otras derivaciones).

Ante estos hallazgos se decidió establecer una cooperación de trabajo en materia de capacitación entre este grupo y el grupo de expertos, sobre el tratamiento de estos temas.

Entre los retos y desafíos del contexto cubano ante la situación actual, están: generar buenas prácticas durante “el hacer”, para poder minimizar los elementos identificados como iniciadores de conflictos, que no permiten el diálogo ni la negociación al interior de las dinámicas familiares; la preocupación, tensión y estrés por la salud familiar; la administración de la economía familiar; el aumento del consumo de tóxicos; la reducción de ingresos que atenta contra el rol de proveedor asociado a los mandatos de género en la construcción de las masculinidades; el confinamiento en hogares no siempre ventilados, con condiciones constructivas que no favorecen la claridad y los vuelven propensos al hacinamiento; cambio de roles ante los cuidados, entre otros.

No obstante, se puede decir que, de forma positiva, en Cuba se ha logrado poner en práctica la democracia participativa a nivel comunitario, la economía solidaria como alternativa frente a la crisis y el ejercicio de la solidaridad cívica desde una educación orientada a la solidaridad, movilización y cooperación.

[1]CEPAL (2020). “COVID19 tendrá graves efectos sobre la economía mundial e impactará a los países de América Latina y el Caribe”. Disponible en: https://www.cepal.org/es/comunicados/covid-19-tendra-graves-efectos-la-economía-mundial-impactara-paises-america-latina. Acceso el 22 de octubre 2020.

[2] UNICEF (2020) “Poner fin a la violencia. Proteger a los niños de la violencia, la explotación y el abuso”, Oficina Regional para América Latina y el Caribe, https://www.unicef.org/lac/poner-fin-la-violencia. Acceso el 22 de octubre 2020.

[3] Aragonés López C, et al. (2020) Línea Ayuda: servicio cubano de consejería telefónica en ITS/VIH/SIDA -características de los usuarios, 1998-2000. Rev. cubana Med Trop. [serie en Internet]. Mayo-ago. 2008 [citado 2 mayo 2020]; 60 (2). Disponible en:

http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_abstract&pid=S0375- 07602008000200011&lng=es&nrm=iso&tlng=es

[4] Ídem.

[5] Valladares-González A, López-Angulo L (2020). Línea CONVIDA. Propuesta de guía práctica psicológica ante la situación emergente de la Covid-19. Cienfuegos. Medisur [revista en Internet]. 2020, Junio, 18(3) Disponible en: http://medisur.sld.cu/index.php/medisur/article/view/4692.

[6] Ídem.

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