En las relaciones tóxicas, las dudas, las demandas y el control crecen, hasta que ahogan. Imagen: ellasHablan.

Ania Terrero - Cubadebate / Letras de Género.- “Tú eres mío”. “Yo soy tuya”. “Estamos hechos el uno para el otro”. “Entre nosotros nunca habrán secretos”. “Necesito saber todo sobre ti”. “Estoy siempre pensándote”. “Sin ti me muero”. Muchas relaciones de pareja empiezan así, con esas frases aparentemente románticas que durante el último Día del Amor navegaron entre tarjetas, bombones y ramos de flores por redes sociales y ciudades de todo el mundo. 


Sin embargo, a veces, esas declaraciones de “amor” evolucionan hacia otras preguntas y presiones. “¿Quién te llama ahora?” “¿Qué dice ese mensaje?” “¿A dónde vas, con quién, qué harás, cuándo vuelves?” “¿Por qué no puedo ir contigo?” “¿Qué escondes?” “¿Por qué no puedes complacerme?” “Discutimos todo el tiempo porque nunca te pones en mi lugar.  Antes no eras así”. Los integrantes de la pareja apenas se dan cuenta, pero las dudas, las demandas y el control crecen, hasta que ahogan. Sin notarlo, establecen relaciones tóxicas. 

Ahora que ya superamos otro 14 de febrero y su resaca, las tantas manifestaciones de amor más o menos sinceras, las publicaciones en redes sociales, los corazones rojos y toda esa fábrica imparable de originalidad y cursilerías a partes iguales, vale la pena detenernos en las otras caras de las relaciones de pareja. Esas que suelen esconderse tras los mitos repetidos de que el amor es perfecto, de las medias naranjas y de querer como sinónimo de poseer. Porque sus consecuencias pueden derivar, incluso, en manifestaciones diversas de violencia de género.

Las señales

Quizás ya has escuchado sobre relaciones tóxicas. Últimamente, el término se ha puesto de moda. Cierta amiga te habrá contado sobre su exnovio “el intenso” o habrás tropezado con algunos de los cientos de memes sobre “las tóxicas”, que abundan en Internet. Sin embargo, el problema trasciende bromas, relatos y malos ratos.  

¿Qué significa realmente que una relación sea tóxica? ¿Cómo saber si estamos en una? ¿Cuáles son sus consecuencias a corto y largo plazo? ¿Cómo evitarlas y construir, por el contrario, relaciones sanas y respetuosas? Para responder estas y otras preguntas, nuestra columna se acercó a la psicóloga e investigadora social, Yohanka Valdés.

Desde su perspectiva, en este tipo de relaciones al menos uno de los integrantes presenta comportamientos y actitudes inapropiadas, que dañan a la otra persona generando vulnerabilidad psicológica y emocional. Pueden volverse peligrosas, porque rozan el maltrato y la violencia en sus diferentes variantes. 

Sus manifestaciones, explicó, van desde los celos y el control en sus expresiones más sutiles hasta el chantaje emocional, el control económico o el control de las redes sociales. “Son conductas que van marcando una apropiación del espacio, los tiempos, los límites de la otra persona”.

El exceso de discusiones, las faltas de respeto, la baja autoestima, el poco reconocimiento del otro, el control, la falta de empatía y la pérdida del espacio propio son otras señales que permiten identificarlas.

Es necesario entender que este tipo de comportamientos no son exclusivos de un tipo de parejas. “Lo tóxico puede acompañar relaciones de diferentes formatos, entre diferentes personas, heterosexuales, homosexuales y puede estar presente a lo largo de la vida”, insistió Valdés.  

Añadió que en todas las parejas pueden aparecer determinadas actitudes tóxicas “porque las relaciones humanas suelen construirse en base a conflictos”. Sin embargo, si prevalece la comunicación y los problemas se solucionan desde el primer momento, no tienen por qué determinar a largo plazo. 

Claro, no es sencillo, porque los daños causados suelen ser invisibles. En paralelo, patrones estereotipados según los cuales el amor es perfecto y dura para toda la vida afectan el desarrollo de las relaciones. “Considerar que entre la pareja no debe haber conflictos puede hacer aún más tóxica la relación porque se ocultan conflictos y problemáticas normales entre seres humanos”, destacó la psicóloga.

Otros mitos, que perpetúan la subordinación de las mujeres con respecto a los hombres, acentúan las actitudes negativas. “Por ejemplo, cuando se habla de que el cuerpo femenino es para satisfacer a los hombres eso ya crea un tipo de relación donde hay un arriba y un abajo y la toxicidad puede alimentarse”.

En tanto, la idea de que las mujeres necesitan ser protegidas y de que en el amor no hay secretos, justifican diversas prácticas de control. “El hombre enamorado cuida a su pareja, por eso le dice qué ropa debe usar, a dónde ir o con quién relacionarse. (...) Una mujer debe compartir sus contraseñas de redes sociales, aceptar que le revisen sus mensajes y hasta cómo gastar el saldo del celular”.

Por supuesto, pongamos el parche antes que salgan los comentarios, las manifestaciones de control y celos tóxicos no son exclusivas de los hombres. Muchísimas mujeres reproducen estas prácticas legitimadas por los modos en que nos enseñaron a amar. Sin embargo, no nos cansamos de repetirlo, todo sucede en una sociedad donde ellas  juegan con desventaja como consecuencia del machismo latente. 

“No se puede decir que vaya solo de los hombres hacia las mujeres, también hay prácticas de control en el otro sentido. Pero no se pueden analizar sin comprender la manera en que se estructuran las relaciones de pareja y esto tiene que ver con las subordinación, la asimetría y  la concepción de toda entrega, sin límites personales”, confirmó Valdés.

Añadió que otro elemento de estos procesos tiene que ver con la distribución de tareas y cuidados en el hogar. “Las mujeres terminan sobrecargadas, con poco espacio, pero se les refuerza que ese es su rol, que ellas están hechas para eso y en función también de los tiempos, de los espacios, de los cuidados familiares, transcurre esa toxicidad que las hace sentirse culpables cuando no cumplen con el ideal”.

El respeto como clave

Una relación tóxica contamina la autoestima, la felicidad y el modo en que una persona se sitúa en el mundo. Según explicó Yohanka Valdés a Cubadebate, entre sus riesgos se encuentran “ no reconocer las necesidades diferenciadas y los límites que cada persona tiene en una relación (...) Sentir que debemos compartirlo todo, que tenemos que estar de acuerdo en todo, a la larga se convierte en un elemento falso que no permite salir”.

Al funcionar entre patrones patriarcales, la persona en el rol de subordinación sufre mucha violencia, que puede ser psicológica, emocional e ir escalando hacia otras manifestaciones. “Al basarse en estas tradiciones machistas de captura del cuerpo de las mujeres, sí son una puerta abierta a la violencia de género”. 

Además, sus consecuencias suelen trascender a la relación de pareja en sí y extenderse a largo plazo en términos de reconstrucción personal. “En definitiva, tienden a destruir el amor, la confianza y las expectativas”, insistió Valdés.

Para intentar salir de ellas, la psicóloga recomienda tomar conciencia de los elementos tóxicos que la marcan. Por tanto, “es necesario asumir que los conflictos forman parte de la vida cotidiana y lo importante es abordarlos de una manera sana, no tóxica, sino abierta, inclusiva, con los tiempos que demande y sobre todo, con una comunicación respetuosa. (...) En una relación debe primar sobre todo el derecho personal, la realización y el disfrute”, concluyó. 

Se trata de trascender todos esos modelos de pareja ideal heredados que nos limitan a la hora de relacionarnos con los otros. No es asunto de destinos, posesiones o controles. Amar debe ser sinónimo de libertad, de respeto, de comunicación; en definitiva, de felicidad.

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