Ania Terrero - Cubadebate - Video: Canal Caribe / TV Cubana - Foto: Abel Padrón Padilla/Cubadebate.- Isabel y Mairelys están en la zona roja, atienden niños positivos a la COVID-19. Dagmar y Verena diseñan y prueban las vacunas cubanas contra la peligrosa enfermedad.


Beatriz y Tamara organizan la gestión gubernamental ante brotes consecutivos del nuevo coronavirus. Lisa y Aymée reciben entre sonrisas, incluso con mascarillas, a los bebés que llegan al mundo en esta época de miedos. Marta y Meisi dirigen ministerios con roles protagónicos en meses de ordenamiento. Leticia y Rosy salen cada día para relatar los desafíos del país. Miriam y Diana intentan que la enseñanza universitaria continúe más allá de las aulas. Adriana y Lisett ofrecen servicios públicos claves para que la vida no se paralice. Oday y Ailin realizan malabares para teletrabajar y cuidar de sus hijos a la par. Cinthya y Vicky impulsan emprendimientos nacidos en medio de la pandemia.

Estas mujeres, reales, no son las únicas en cada uno de sus roles. Como ellas, muchas otras confirman cada jornada su protagonismo en la Cuba que viven. Tras casi doce meses desde que el nuevo coronavirus llegó al país, este marzo celebramos un Día Internacional de la Mujer a la fuerza diferente. La pandemia, que cambió las reglas del juego en todo el mundo, sacó a la luz conflictos latentes y fortalezas ineludibles también en asuntos de género. 

No es casual que Naciones Unidas dedique esta jornada al papel de las mujeres líderes en la búsqueda de un futuro igualitario marcado por la COVID-19. ONU Mujeres llamó a celebrar los enormes esfuerzos que ellas realizan y a potenciar sus capacidades.

En esos empeños, no es secreto para nadie, este archipiélago no es la excepción. Las cubanas están en la primera línea de respuesta ante la enfermedad: son más del 70 por ciento de las personas empleadas en el sector de la salud.  No son pocas las que laboran en los hospitales y centros de aislamiento, realizan pruebas para el diagnóstico específico del virus o integran algunos de los contingentes médicos que han salido a diversos países para auxiliarlos frente a la pandemia.

Además, asumen posiciones políticas, económicas y sociales, claves y valientes. No solo la actualización económica y social, tan necesaria para el país, encontró sostén en ellas. También dan lo mejor de sí en la gestión gubernamental, en la enseñanza a distancia, en los centros investigativos, en los sectores productivos, en los servicios públicos y en los negocios privados, entre otros sectores. 

La vida ajetreada del último año, con todos y cada uno de sus conflictos, confirmó una vez más que las cubanas, a partir del trabajo de organizaciones como la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), conquistaron prácticamente todos los espacios y ganaron muchas otras batallas.

La igualdad de derechos y oportunidades alcanzada y fortalecida en diferentes áreas durante las últimas seis décadas –mismos salarios por igual trabajo, acceso a la educación, derecho a la propiedad y la herencia, derecho a la planificación familiar y al aborto en condiciones seguras, entre otros– son realidades palpables.

Sin embargo, no siempre el protagonismo logrado en la vida pública está acompañado de una distribución equitativa de las responsabilidades puertas adentro del hogar. Como consecuencia, las mujeres siguen lidiando con  dobles jornadas, entre otros problemas. 

A principios de 2021, este medio recogió las opiniones de varias especialistas y listó algunos de los desafíos por enfrentar en Cuba en asuntos de género. Además de la sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados en las mujeres, las expertas refirieron la necesidad de evaluar sistemáticamente la marcha de la tarea ordenamiento desde una perspectiva de género. En medio de un rediseño de la empresa estatal y un crecimiento de la iniciativa privada y la cooperativa, urge proteger la inserción social de las mujeres así como evitar impactos en la brecha de equidad, la distribución del empleo y las remuneraciones.

Otros retos apuntan al incremento de las uniones tempranas y el embarazo adolescente; el sexismo en muchos medios de comunicación, productos culturales y redes sociales y la permanencia de estereotipos en la sociedad cubana, como amenaza de  cara al proceso de consulta popular del nuevo Código de las Familias.

En paralelo, hace falta perfeccionar un sistema integral e integrado de atención a la violencia machista, que incluya perfeccionamiento de su tratamiento legislativo.  Desde el acoso naturalizado en piropos y la violencia psicológica dentro de las relaciones de pareja hasta otros episodios mucho más graves, la violencia contra la mujer por motivos de género sigue siendo un problema en el país y la pandemia agrega tensiones.

Según la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género (ENIG-2016), realizada por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) y el Centro de Investigación de la Mujer de la FMC, el 39,6 por ciento de las mujeres entrevistadas declaró haber sufrido violencia en algún momento de sus vidas, en el contexto de sus relaciones de pareja. Por otra parte, en 2019, el informe nacional cubano de cumplimiento de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible reportó  una tasa de feminicidios de 0.99 por cada 100.000 mujeres de 15 años o más para el año 2016. 

Son los datos más recientes que permiten ilustrar el alcance de un conflicto no siempre visible en el país. Sin embargo, confinamiento mediante, es lógico suponer que las agresiones puertas adentro del hogar hayan aumentado en los últimos meses. 

Por suerte, desde el punto de vista del enfrentamiento institucional a la violencia de género, muchas cosas cambiaron para mejor durante el último año. Los meses de aislamiento también sirvieron para soñar, diseñar y aprobar  propuestas que buscan arrancar de cuajo mitos y estereotipos sexistas, desnaturalizar la desigualdad y horadar, poco a poco, los cimientos del patriarcado.

Cuba aprobó su Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM), donde se reconoce explícitamente la persistencia de manifestaciones de violencia en la sociedad cubana, articuladas con esas relaciones desiguales de poder heredadas del machismo. Por tanto, destaca como una de las principales áreas de trabajo el escenario legislativo en torno a este tema.

No por gusto, en comparecencia para el programa televisivo Mesa Redonda, la vicefiscal de la República de Cuba Alina Montesinos reconoció la voluntad del país para avanzar en la instrumentación legal de protección contra la violencia de género y explicó que el problema demanda no solo la elaboración de una o varias leyes, sino además transversalizar el tratamiento de género a las instituciones y legisladores.

También en el 2020, Cuba aprobó la Estrategia Integral Cubana de Prevención y Atención a este conflicto y la Línea 103 amplió sus servicios para responder a denuncias de violencias de género y de otros maltratos que ocurren en el escenario familiar. Tras ella se organiza un sistema bien articulado para la derivación a otros servicios esenciales del sistema de protección, como los policiales, jurídicos o de salud.

Una Guía con un conjunto de herramientas teóricas, metodológicas y prácticas, cápsulas audiovisuales y un mapa de lugares claves para hacer las derivaciones correspondientes apoyan la capacitación a todo el personal vinculado a la línea.

La Campaña Junt@s por la No Violencia, iniciativa de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), llegó también el pasado noviembre. Con un mensaje de Tolerancia Cero, busca visibilizar el compromiso institucional con la eliminación de un flagelo que, dolorosamente, persiste.

Son los primeros pasos, muy necesarios, de un empeño complejo. Las causas de la violencia, y de muchos otros problemas, están en la cultura machista dominante, transmitida de generación en generación, que condiciona las relaciones entre mujeres y hombres. Y esa no cambia de un día a otro: asoma en cualquier esquina, red social, producto cultural o medio de comunicación y se traslada desde el universo simbólico hasta la vida real.

El 8 de marzo no es una fecha seleccionada al azar. Tiene entre sus antecedentes la lucha de pensadoras como Clara Zetkin o Rosa Luxemburgo, la muerte de 123 obreras en una fábrica textil en Nueva York por trabajar en pésimas condiciones, las huelgas y paros de miles de mujeres a lo largo de la historia por derechos elementales. 

Ahora que tenemos tantas conquistas aseguradas, el Día Internacional de la Mujer debe ser para celebrarlas; pero también para conmemorar el sacrificio de aquellas que batallaron sin tregua por la igualdad y lograron los primeros cambios. Más allá de felicitaciones, flores y postales, es otra justificación para seguir sus ejemplos y luchar por los derechos que aún nos faltan; denunciar la violencia de género en todas sus manifestaciones y educar en principios de equidad y respeto. 

Ojalá y también nos sirva para defender nuestras capacidades y potencialidades, para que no tengamos que cruzar la calle evitando que nos acosen; para que nadie nos haga daño por ser mujeres; para que se cierre la brecha salarial y laboral; para que la distribución de tareas domésticas sea más equitativa; para que no existan sexismo en los medios de comunicación y productos culturales; para que las niñas no sean mal vistas por jugar con carros y pelotas; para que abandonemos todos esos patrones de belleza impuestos y absurdos; para que no nos ataquen u ofendan por defender nuestros derechos; para que seamos felices, todas.

 

El 8 de marzo, un día para hablar de igualdad de género

Neyisleidy Valdés Sánchez, Ariadna Vallellano Rodríguez

Cubadebate

“El siglo XXI debe ser el siglo de la igualdad de la mujer. Contribuyamos a que lo sea”.

António Guterres

El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha destacada en múltiples partes del mundo, formalizada por las Naciones Unidas (NNUU) en 1975. Tiene sus raíces en el movimiento obrero de mediados del siglo XIX, en un momento de gran expansión y turbulencias en el mundo industrializado en el que la mujer comenzó a alzar cada vez más su voz. Clara Zetkin fue la impulsora de esta conmemoración mundial. Según las NNUU, la igualdad de género se refiere a la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades de las mujeres y los hombres, y las niñas y los niños. Por tanto, es un principio jurídico universal y constitucional.

Cada año se celebra esta fecha con el objetivo de reconocer la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre, así como reivindicar que mujeres pertenecientes a todos los continentes luchan por la igualdad, la paz, la justicia, el respeto pleno a los derechos humanos, la seguridad y el desarrollo sostenible.

Este año, el tema anunciado por @ONUMujeres es: “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la COVID-19” y celebra los enormes esfuerzos que realizan mujeres y niñas en todo el mundo para forjar un futuro más igualitario y recuperarse del virus Sars-cov-2. Esta enfermedad ha golpeado las oportunidades del mercado laboral femenino en diversos países, según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la organización benéfica Oxfam (Oxford Commite for Famine Relief), lo cual refuerza brechas y estereotipos sexistas.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que deben cumplirse en 2030, establecen en su objetivo cinco: “Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. Aun así, las mujeres siguen encontrando obstáculos en algunos ámbitos a nivel mundial. Uno de los desafíos de la Agenda 2030, con relación a la respuesta a la pandemia es, por ejemplo, transformar las desigualdades en el trabajo de cuidados no remunerado, debido al aumento de las necesidades de los ancianos y el cierre de las escuelas.

 

La nueva Constitución, aprobada en Cuba en 2019, ratifica el compromiso del Estado cubano con la igualdad de género en todos los ámbitos de la vida y la no discriminación (artículos 41 al 44). El artículo 43 establece que “el Estado propicia el desarrollo integral de las mujeres y su plena participación social. Asegura el ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, las protege de la violencia de género en cualquiera de sus manifestaciones y espacios, y crea los mecanismos institucionales y legales para ello”; mientras que el artículo 85 estipula que “la violencia familiar, en cualquiera de sus manifestaciones, se considera destructiva de las personas implicadas, de las familias y de la sociedad, y es sancionada por la ley”.

En saludo a esta fecha se resaltan algunos resultados de la Encuesta Nacional de Igualdad de Género (ENIG-2016), llevada a cabo por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) y el Centro de Estudios de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).

El 96% de las personas entrevistadas, mujeres y hombres, señalaron no haberse sentido discriminados en los últimos cinco años por su sexo, edad, color de la piel, ocupación, lugar de nacimiento, apariencia física, orientación sexual o identidad de género.

Los resultados de la ENIG-2016 arrojaron que 51,9% de las personas considera que en Cuba la violencia contra la mujer es “poca”; 30% valora que es “mucha” y 8,9% piensa que “no existe”. Más del 80% estima que en el país se aplican leyes que protegen a las mujeres y existen lugares o servicios que dan atención a las víctimas de violencia y que existen organizaciones donde las mujeres pueden plantear sus necesidades y preocupaciones. No obstante lo anterior, la encuesta constató que el 26,7% de las mujeres aseguró haber sido víctima de violencia en su relación de pareja en los últimos doce meses medidos en la encuesta y otro 39,6%, en algún momento de su vida, prevaleciendo como tipo de violencia la psicológica y, en segundo lugar, la económica.

La ENIG-2016 además demostró que existe una responsabilidad doméstica asumida principalmente por las mujeres, quienes siguen siendo las principales responsables del cuidado, acompañamiento y atención temporal y permanente de personas dependientes dentro y fuera de los hogares. Las cubanas dedican más tiempo (14 horas más como promedio en una semana) que los hombres a las tareas domésticas en el hogar, asumiendo tareas que requieren un esfuerzo diario y mayor desgaste psicológico; mientras que ellos suelen asumir con mayor frecuencia aquellas que no requieren realización diaria. Esta división aparece en todas las edades, se mantiene en las mujeres con empleo y se intensifica en la población no ocupada: las mujeres sin empleo destinan alrededor de 18 horas semanales más a este tipo de trabajo, que los hombres en igual situación.

Pese a esta situación, las mujeres cubanas juegan un importante rol en los diversos niveles decisorios de la vida política, económica y pública del país: El 50,7% de los dirigentes en el Estado y el Gobierno son mujeres; representan el 53,2% de los parlamentarios y el 53,3% de los Gobernadores y Vicegobernadores.

Son, además, el 47,6% (10 de 21) de los miembros del Consejo de Estado; el 30% de los ministros (6) y el 48,5% de los viceministros (33). Además, en Cuba son mujeres la contralora de la República, la vice primera ministra y la Fiscal General de la República. En los gobiernos locales, se percibe una mayor presencia de las mujeres en responsabilidades de dirección.

No obstante, el país enfrenta otros retos asociados a la persistencia, tanto en el ámbito público como en el privado, de patrones sexistas y discriminatorios heredados y de productos comunicativos donde se aprecia el uso inadecuado de la imagen de la mujer.

Como parte del enfrentamiento y superación de las brechas y desafíos aún existentes, destaca el proceso de perfeccionamiento de la legislación nacional con el fin de ajustarla al mandato constitucional, reforzando la voluntad del Estado y del Gobierno de aprobar políticas acertadas y leyes aplicables, con el objetivo de promover la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y las niñas.

Para ello se elaboró un nuevo Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres (PAM) que incluye 44 medidas en siete áreas de especial atención: el empoderamiento económico de las mujeres; el trabajo con la comunicación pública; la educación, la prevención y el trabajo social; el acceso a espacios claves para la toma de decisiones; el escenario legislativo que incluye el análisis del marco normativo y los sistemas de protección contra todas las formas de discriminación y violencia; la salud sexual y reproductiva y la necesaria producción de estadísticas e investigaciones.

De este modo, el PAM legitima prácticas positivas ya existentes para el avance de las mujeres e institucionaliza las políticas de igualdad de género, posicionando este tema como parte de la agenda gubernamental.

* Colaboraron para este artículo Anays Montequín Jiménez y María del Carmen Franco Suárez, Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE) de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI).

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