Lucía Ros - Espinof / Red Semac.- Sí, otra vez estoy aquí para hablar de la escasa representación de las mujeres en el cine español, en general, y en los Premios Goya, en particular. Un artículo que es ya una tradición, pero que este año tiene un cariz muy diferente y no hay más que echar un vistazo a la paridad absoluta en las dos categorías de Mejor Dirección de los Goya de este año.


Si todos los años aparecemos para hablar sobre la falta de representación de mujeres en los premios, este año es de recibo hablar de cómo ha pasado todo lo contrario. Hagamos un repaso a los datos, la importancia de la representación, los motivos por los que los Goya 2021 es la edición de las mujeres y si, realmente, no es más que el resultado de un cúmulo de condiciones que se han alineado esta temporada.

Los datos

Primero, hagamos un repaso a los datos que presentan cada año nuestras compañeras de la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA). En los Goya 2020, sólo un 21,5 por ciento de las nominaciones (sin tener en cuenta las categorías femeninas de interpretación) correspondía a mujeres. Unos datos bastante coherentes si tenemos en cuenta que, según los datos del 2018, las mujeres tenían un acceso muy limitado a las profesiones del cine.

En 2021, sin embargo, nos topamos con unos números muy diferentes. Este año, hay medio centenar de mujeres nominadas de las 111 personas que optan a los premios. O lo que es lo mismo: casi un 50 por ciento de las personas nominadas este año a los Goya son mujeres. Pero, ¿qué ha pasado si las cifras de presencia de mujeres en puestos de responsabilidad en la industria siguen siendo muy bajas, de un 30 por ciento (los últimos datos son del 2019)?

Está claro: las medidas que se llevan tomando desde hace años para conseguir la igualdad en la industria cinematográfica están empezando a recoger sus frutos. Unos frutos que habrían sido imposibles sin la discriminación positiva en las ayudas destinadas a la producción cinematográfica (aunque haya muchos detractores al respecto).

Sin ir más lejos, de los 11 millones de euros que en el 2019 se destinaron a proyectos dirigidos por mujeres, se ha pasado a 20 millones en un año, casi el doble. Unas ayudas que, además, ponen especial hincapié en las nuevas directoras. Y además, resulta que ese 30% de mujeres de la industria es muy competente y talentoso y sus películas terminan siendo reconocidas en los premios.

La representación importa

"Lo importante es la calidad de las películas, no quien las dirija", dicen. Y en un mundo ideal, estaríamos de acuerdo: el cine es una de las herramientas más poderosas para representar lo que somos, lo que fuimos, lo que seremos. El problema reside en que esa representación no es igualitaria, como la sociedad en la que vivimos. Y eso es lo que hay que cambiar.

Porque el talento hay que fomentarlo, permitir que se exprese, dejarlo trabajar para que evolucione y crezca. Cuanto más trabaje, falle, acierte, pruebe, más crecerá y mejor será. El talento será más solicitado y, por lo tanto, habrá más representación delante y detrás de la pantalla. Habrá más profesionales mujeres preparadas y entonces, sí, ya no hará falta fijarse en quién dirige la película, porque habrá igualdad de oportunidades.

La representación es importantísima para la normalización. En los orígenes del cine, la paridad era casi absoluta. Os sorprendería ver el número de mujeres productoras, guionistas, directoras que había en la época del cine mudo.

El resultado eran películas escritas por mujeres que adaptaban obras teatrales escritas por mujeres que contaban historias lideradas por mujeres. Pero pronto, el cine se convirtió en industria, se sexualizó a la figura femenina y los cargos de poder en la industria fueron diluyéndose.

El ser humano tiende a hablar de lo que conoce, a lo que les es próximo y cercano, cuando se enfrenta a una obra artística. Por ello, cuando una mujer dirige, escribe o produce una película, su visión y tratamiento de los personajes femeninos será mucho más certera que cualquier otra. Por supuesto, hay excepciones, pero no hemos venido a hablar de eso.

Por no hablar de que estas profesionales, se convierten en referentes para las nuevas generaciones de mujeres, gracias a la admiración por un trabajo bien hecho, y quizá, sólo quizá, sea el origen de una futura profesional de la industria cinematográfica.

Esta semana, en la ceremonia de los Premios Feroz, guionizada por Isabel Calderón y Lucía Lijtmaer, la maravillosa actriz Pilar Castro, que actuaba de maestra de ceremonias, tras desenfundarse sus incómodos zapatos de tacón, habló de la importancia de la representación en el cine. "¿No estáis un poco hartos de personajes femeninos que existen sin esfuerzo?", apunta Castro en el monólogo.

Las películas de este año cuentan historias de mujeres reales. Mujeres que desean, no objetos de deseo, que toman las riendas, de sexualidad libre, que sufren, sobreviven, luchan... Y, ¿sabéis cuál es el denominador común de todos estos proyectos? Están liderados por mujeres. Mujeres productoras que apuestan por mujeres que dirigen, escriben, fotografían, editan, ponen sonido, maquillan, visten...

Proyectos que son el resultado de un esfuerzo sobrenatural, pero que se han visto favorecidos, aunque no en todos los casos, por esa discriminación positiva de las ayudas que tanto molesta algunos.

En “Las niñas”, Pilar Palomero no sólo nos habla de una época muy concreta de nuestra historia, sino de cómo fue, para una niña, vivir el paso de la infancia a la adolescencia, el comienzo de la pérdida de la inocencia bajo una educación religiosa que nos enseñaba a ser buenas esposas y madres, en un momento de pleno cambio para el país.

En “La boda de Rosa” de Icíar Bollaín, una fantástica Candela Peña da vida a una mujer que dice basta: se acabó estar al servicio de los demás y no hacer lo que ella quiere y desea. En “Ane” de David López Sañudo, escrita por Marina Parés, Patricia López Arnaiz da vida a una madre imperfecta que busca a su hija.

En “My Mexican Bretzel” de Núria Giménez conocemos el diario íntimo de una mujer a lo largo de varias décadas, conocemos sus vicisitudes, sus dudas, sus anhelos...Y podríamos seguir hablando de los maravillosos personajes femeninos que hemos disfrutado este año en películas como “Akelarre”, “Sentimental”, “Los europeos” ...

Así, gracias a esa valentía, cuatro de las cinco producciones que optan al Goya a la Mejor Película están producidas por mujeres. En las categorías de Mejor Dirección y Mejor Dirección Novel (el cabezón ha recaído en una directora en los últimos tres años y todo apunta que se repetirá este año), hay un 50 por ciento de mujeres directoras.

Las cuatro películas que optan a Mejor Documental, están producidas por mujeres y dos de ellas, dirigidas por mujeres. En la categoría de Dirección de Fotografía, una mujer opta al galardón en un oficio en el que cada vez es más común ver a mujeres como jefas de equipo...y así hasta medio centenar de nombres.

El espejismo

Desgraciadamente, como dijo Pilar Castro en su monólogo, esto es sólo un espejismo. Un espejismo resultado de una serie de condiciones que han propiciado que esto ocurra. Y una de estas casualidades, la mayor de todas, es que los grandes directores hombres de nuestro cine, tan habituales en los Goya, no han tenido película este año (o la han tenido en otras condiciones, como lo nuevo de Fernando Trueba, producida por Colombia).

Para las próximas dos ediciones, tendremos películas de Pedro Almodóvar, Jaime Rosales, Álex de la Iglesia, Isaki Lacuesta, Carlos Vermut, Paco Plaza, Manuel Martín Cuenca, Benito Zambrano, entre otros. Todos ellos habituales en los Goya y que, no lo dudéis, volverán a optar a los premios.

No me entendáis mal, admiro profundamente el trabajo de todos estos directores, pero no hay que olvidar que su posición en la industria siempre estuvo y seguirá estando por encima de la de cualquier directora, y por lo tanto, su cine siempre será más reconocido y más visible.

Sin embargo, también tendremos nuevas películas de Icíar Bollaín, Carla Simón, Paula Ortiz, Arantxa Echevarría, entre otras, por no hablar de las estimulantes e interesantísimas óperas primas que se están preparando de la mano de Clara Roquet, Elena López Riera, Marta Nieto, y un largo etcétera.

Por ello, no me gustaría terminar este artículo siendo tan pesimista. Sí, el año que viene probablemente volveremos aquí a quejarnos de que vuelven a haber pocas mujeres en los Goya. Pero está claro que las cosas están cambiando y nos gusta pensar que los porcentajes seguirán creciendo.

Y quizá este año una niña verá a Valérie Delpierre recoger un Goya por su trabajo como productora en “Las niñas” y decidirá que ella también quiere hacer eso. Y así, quizá un día lleguemos a ese mundo ideal en el que no será importante el género de la persona tras la cámara.

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