Ania Terrero - Letras de Género (Cubadebate) Foto: @juegosolimpicos / Twitter.- Un campeón de clavado celebra su medalla junto con su homosexualidad. Luego, mientras descansa, destruye conceptos viciados de masculinidad a punta de crochet. La reina de la gimnasia se retira de las competencias para proteger su salud mental. Lo reconoce en público, convoca a reflexionar sobre ello. Tres niñas con patinetas se abrazan en el podio más joven de la historia. Antes, lidiaron con quienes les dijeron que aquel no era deporte para chicas. Un par de equipos femeninos rechazan los vestuarios sexistas destinados para ellas: marcan tendencia. Por primera vez la comunidad trans participa abiertamente en unos Juegos. Una atleta desfila en la inauguración con una mascarilla arco iris. Durante una competencia, otros portan nasobucos rosados en apoyo a las víctimas de abuso sexual. Alguien más coloca los brazos en cruz por los oprimidos.


Los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 no solo pasarán a la historia por celebrarse en un año diferente al de su nombre, por sus gradas vacías o por las otras tantas modificaciones a las que obligó la pandemia. Lo harán también porque el 49% de los atletas fueron mujeres, la cifra más cercana a la paridad de género desde sus orígenes; porque incluyeron 18 eventos mixtos, nueve más que en los anteriores; porque durante la Ceremonia Inaugural fueron dos los abanderados, una mujer y un hombre; porque participaron al menos 180 deportistas públicamente LGBTI, más del triple que en Río 2016.

Otras cifras confirman los avances: más de 5400 mujeres compitieron en 145 pruebas femeninas y mixtas, el 47,4% de las programadas. Para lograr esos porcentajes se añadieron 15 disciplinas nuevas, entre las cuales destacó el 1500 metros femenino, el 4x100 metros mixto en natación, una prueba mixta por equipos en tiro en arco, el relevo 4x400 mixto en atletismo y el 3x3 femenino en baloncesto.

Además, por primera vez los 206 Comités Olímpicos Nacionales tuvieron al menos una deportista mujer y uno hombre en sus respectivos equipos. De hecho, en delegaciones numerosas como la de Estados Unidos y Reino Unido ellas fueron mayoría. En Cuba también estuvieron bastante equilibrados los datos: compitieron 36 hombres y 33 mujeres.

Pero más allá de los números, las Olimpiadas que recién terminan marcaron un antes y un después porque algunas barreras cayeron y otras empezaron a hacerlo, de formas mucho más evidentes, por sus hitos de género. Bien vale la pena repasar algunos de ellos.

Simone Biles pone el foco en la salud mental de los atletas

Simone Biles, de Estados Unidos, se retira de la competencia completa para concentrarse en su bienestar mental. Foto: Gregory Bull / AP.

Simone Biles, considerada la mejor gimnasta de todos los tiempos, no logró coordinar sus presentaciones en los colchones de Tokio. Falló en varias rutinas y ejercicios. Horas después anunció que se retiraba de la final por equipos y de varias pruebas individuales.

Esta vez no recibió medallas. Los titulares no hablaron de sus múltiples primeros lugares, de los movimientos de gimnasia con su nombre o de su impresionante habilidad en cada uno de los aparatos. Pero de todos modos se convirtió en referente.

“No es el tobillo, es la salud mental. Y eso es más importante que cualquier medalla”, dijo la gimnasta estadounidense en la conferencia de prensa donde anunció que abandonaba las competencias.

Mucho antes, Simone se había reconocido como víctima de abuso sexual, había apoyado las múltiples denuncias contra Larry Nassar, el médico de USA Gymnastics, y había publicado en redes sociales algunas de las afectaciones a la salud mental que sufrían las gimnastas.

Con sus declaraciones en Tokio llevó al centro del debate mundial par de temas tabú: la presión que suelen sufrir los atletas de alto nivel en medio una cultura tóxica donde los intereses económicos controlan el espectáculo del deporte,.y las secuelas que puede dejar el abuso sexual, físico, mental y emocional que sufrieron las niñas al interior del equipo estadounidense de gimnasia.

Su posicionamiento se sumó al de Naomi Osaka, tenista japonesa que encendió el pebetero olímpico en Tokyo 2020. Unos meses antes, mientras competía en el Grand Slam de Roland Garros, la japonesa declaró que “lo mejor para el torneo, el resto de los jugadores y mi propio bienestar es que me retire”.

Las decisiones de ambas fueron ampliamente debatidas entre deportistas, medios de prensa y en las redes sociales. Aunque muchos las apoyaron, otros las juzgaron por abandonar o señalaron que la presión y la exposición mediática son parte del alto rendimiento y que hay que saber lidiar con ellas.

Al respecto, las periodistas Anuka Fernández y Dafna Alfie de Latfem comentaron: “Simone devela lo que permanece oculto a las miradas obnubiladas ante cuerpos que desafían, una y otra vez, los límites de lo posible. Su movimiento disruptivo nos acerca a nosotrxs mismxs y nos hace preguntas: ¿Por qué tengo que pasar por todo esto? ¿por quién?, ¿desistir es un fracaso?, ¿no responder a las expectativas de otrxs es fallar? Además, abre otros caminos para seguir pensando: ¿cómo los medios van a empezar a hablar de los aspectos psico-emocionales? ¿cómo van a abordarlos sin patologizar?”.

Tom Daley rompe estereotipos y visibiliza los juegos más “diversos” de la historia

Tom Daley teje durante las competencias de clavado en Tokio 2020. Foto: Getty Images.

El clavadista británico Tom Daley consiguió la medalla de oro en la plataforma de 10 metros sincronizada. Junto a su compañero Matty Lee, destronó a la dupla china formada por Cao Yian y Chen Aisen, actuales campeones del mundo.

Al celebrarlo, entre lágrimas, dijo: "Estoy muy orgulloso de decir que soy un hombre gay... ¡Y también un campeón olímpico! Cuando era más joven, pensé que no llegaría a nada debido a que lo era",

Durante los días siguientes, las cámaras regresaron a Daley más de una vez. Sentado en las gradas, mientras apoyaba a su equipo en otras modalidades, tejió para combatir la ansiedad. Pero no solo enfrentó las presiones de la competencia o acumuló piezas que luego donaría en busca de fondos para la lucha contra la discriminación. Con cada puntada, el clavadista desafió una masculinidad hegemónica que durante décadas ha impuesto parámetros de comportamiento y apariencia estrictos para los hombres.

El asunto va más allá de su orientación sexual. El hecho de que Daley naturalice que un campeón olímpico practique una actividad tradicionalmente asociada a las mujeres, desmonta la idea de que todos los deportistas deben ser fuertes, rudos, imponentes. Ni siquiera se trata de que fuera más femenino o masculino, sino de que a la larga trasciende una categorización estereotipada que durante décadas nos ha limitado y frustrado tanto a unas como a otros; aún más en escenarios sometidos al escrutinio público como los deportivos.

Quizás, muchos de esos futuros atletas con orientaciones sexuales e identidades de géneros diversas que vieron los frecuentes planos de Daley tejiendo en las piscinas de Tokio o que lo escucharon enorgullecerse de ser gay, se convencieron un poquito más de que no necesariamente tienen que fingir o cambiar quienes son para triunfar. Pero hay más buenas noticias: el británico no fue el único referente en estas Olimpiadas.

Según Outsports, al menos 183 deportistas homosexuales, lesbianas, bisexuales, transgénero, queer y no binarios públicamente declarados compitieron en Tokio, más del triple de los que participaron en Río 2016 (56). En esta ocasión, 30 países y 34 deportes tuvieron representantes de esta comunidad. Las mujeres en la lista superaron en número a los hombres por un margen de 9 a 1, quizás porque los prejuicios alrededor de los varones siguen siendo más fuertes.

Por supuesto, queda mucho por hacer. Todavía son muchos los deportistas que esconden su orientación sexual por miedo a no encajar en el sistema, a ser rechazados por los públicos o a perder oportunidades de patrocinio. Incluso los que deciden naturalizarla, lidian con haters, críticas extremas, debates en redes y otros prejuicios. Pero los Juegos en Tokio marcaron una ruta esperanzadora.

La comunidad trans llega a los Olímpicos

 

Quiin, futbolista del equipo femenino de Canadá, se convirtió en la primera atleta trans en ganar una medalla olímpica. Foto: Naomy Baker / Getty Images.

La pesista Laurel Hubbard, miembro del equipo de halterofilia de Nueva Zelanda, se convirtió en la primera transexual reconocida por el Comité Olímpico Internacional (COI) en participar en unas Olimpiadas. La atleta empezó su proceso de reasignación de sexo en 2012. Hasta entonces, había participado en competiciones masculinas.

Su incorporación fue posible gracias a la publicación en 2015 de las normativas del COI para la competición de atletas transgénero -aquellos cuyo sexo biológico (determinado por los genitales al nacer) no coincide con la identidad de género con la que se identifican. Según las regulaciones, los hombres transgénero (nacidos con genitales femeninos pero que se sienten hombres) pueden participar en las categorías masculinas sin pasar por ningún tratamiento.

En cambio, las deportistas que hayan hecho la transición de hombre a mujer deben cumplir un grupo de requisitos para competir en las disciplinas femeninas. Aunque no es obligatorio que pasen por una operación de reasignación de sexo, deben mantener niveles de testosterona en sangre por debajo de 10 nanomoles por litro durante un año. Para conseguirlo, deben seguir un tratamiento de estrógenos que reduce la hormona masculina. Además, deben declarar la identidad femenina y no cambiarla, a efectos deportivos, durante un período mínimo de cuatro años.

La selección de Hubbard provocó fuertes polémicas en el mundo del deporte, en parte debido a prejuicios persistentes. Algunos opinaron que la pesista corría con ventaja frente a otras competidoras por el hecho de haber nacido hombre. Sin embargo, los colectivos LGTBI defendieron que la única forma de alcanzar la igualdad y la inclusión de las personas transgénero es normalizar su participación en todos los ámbitos de la vida cotidiana, competiciones deportivas incluidas.

Otros expertos apuntaron que la potencia masculina supone una desventaja en deportes como la gimnasia rítmica o la natación sincronizada, por ejemplo. Además, el tratamiento de hormonas que deben seguir las atletas transgénero también afecta a su fuerza y velocidad, lo que las equipara con el resto de competidoras.

Finalmente, la participación de Hubbard en los Juegos pasó sin penas ni glorias: no pudo completar sus levantamientos y quedó fuera de la pelea por los metales. La atleta admitió más tarde haberse sentido "abrumada" por estar en el centro de la atención.

En realidad, la neozelandesa no fue la única atleta trans compitiendo en los juegos. Otros no reconocidos por el COI, pero que han declarado abiertamente su identidad también estuvieron allí. Fue el caso de Chelsea Wolfe, ciclista transgénero, suplente en el equipo de BMX, estilo libre, de Estados Unidos y de Quiin, futbolista del equipo femenino de Canadá, que se convirtió en la primera persona de esta comunidad en ganar una medalla olímpica.

Quinn, que se declara transgénero y no binario, jugó un papel fundamental en el campo para que su selección se colgara la presea dorada. En declaraciones posteriores a los medios dijo: "Estoy recibiendo mensajes de jóvenes que dicen que nunca antes habían visto a una persona transgénero en los deportes. (...) El deporte es la parte más emocionante de mi vida. Si puedo permitir que los niños practiquen los deportes que aman, esa es mi lucha y para eso estoy aquí".

No obstante, alertó, “hay niñas transgénero a las que se les prohíbe practicar deportes, mujeres transgénero que enfrentan discriminación y prejuicios mientras intentan perseguir sus sueños olímpicos. La lucha no ha acabado. Voy a celebrar cuando todos estén aquí".

Entre uniformes y coberturas, avanza la lucha contra la sexualización de las deportistas

 

El equipo femenino alemán de gimnasia artística sustituyó los habituales uniformes con corte de bikini por una versión que cubre el cuerpo entero hasta los tobillos. Imagen: VOI.

Las protestas por la sexualización en el deporte y específicamente en los uniformes se han hecho cada vez más frecuentes en los últimos años. Antes de llegar a Tokio, el equipo femenino de balonmano playero de Noruega decidió romper las reglas y usar pantalones cortos en lugar de la parte inferior del bikini requerida, como un llamado de atención al doble rasero aplicado a las mujeres.

La Federación Internacional de Balonmano exige que las deportistas lleven la parte inferior del bikini “con un ajuste ceñido y cortadas en ángulo ascendente hacia la parte superior de la pierna”. Los lados del bikini no deben tener más de diez centímetros. En cambio, los hombres pueden llevar pantalones cortos de hasta diez centímetros por encima de las rodillas, siempre que “no sean demasiado holgados”. Sucede de forma similar en otros deportes.

Las atletas noruegas fueron multadas por la Federación Europea de Balonmano, que dijo estar centrada en ese momento en los Juegos Olímpicos y no en los uniformes. Varias celebridades internacionales rechazaron la actitud de la organización. Incluso, la cantante Pink se ofreció a pagar la multa del equipo.

Deportistas de otros países y deportes se han quejado por razones similares. Denis Johns, campeona estadounidense de voleibol de playa, aseguró hace un tiempo a la prensa: "La federación quiere que vayamos sexis". Detrás sigue estando la idea de atraer públicos y anunciantes, al sexualizar a las atletas.

A las Olimpiadas también llegaron las manifestaciones en contra del vestuario sexista. El equipo femenino alemán de gimnasia artística sustituyó los habituales uniformes con corte de bikini por una versión que cubre el cuerpo entero hasta los tobillos.

La tres veces olímpica Elisabeth Seitz dijo a la prensa que al interior del equipo votaron para escoger qué uniforme usarían: “Queríamos demostrar que cada mujer debe decidir qué ropa llevar. Se trata de lo que resulta cómodo", agregó.

La Federación Alemana de Gimnasia catalogó la acción como “una declaración en contra de la sexualización”. El equipo confía en que su decisión pueda inspirar a otras gimnastas que tampoco se sienten cómodas con su vestimenta y esperan que más mujeres se unan a acciones como estas en los próximos Juegos.

Las críticas contra la “mirada masculina” se extendieron más allá de las competencias. Varios colectivos feministas denunciaron la cobertura de medios de prensa que insisten en listar a las deportistas más bellas, asociarlas a atletas o celebridades hombres para minimizar sus logros o publicar fotografías hipersexualizadas de las competidoras.

En tanto, los Servicios Olímpicos de Difusión, encargados de transmitir los Juegos, anunciaron que no permitirían este tipo de imágenes: “No verán en la cobertura algunas cosas que hemos visto en el pasado, como detalles y primeros planos de partes del cuerpo”.

Rechazo al abuso sexual y otras protestas públicas

Imagen: Marisol Rojas / Twitter.

Durante las competencias de esgrima en Tokio 2020, Jake Hoyle, Curtis McDowald y Yeisser Ramirez, tres integrantes del equipo de Estados Unidos salieron a competir utilizando una mascarilla rosada para protestar contra la presencia del suplente Alen Hadzic, acusado de abuso sexual, y en solidaridad con las víctimas.

Hadzic, que portó un nasobuco negro, fue acusado de abuso sexual por tres mujeres esgrimistas en incidentes que tuvieron lugar entre 2013 y 2015. El pasado 2 de junio, fue suspendido temporalmente de la esgrima por el Center for SafeSport, una organización independiente sin fines de lucro creada en 2017 para proteger a los atletas del abuso sexual, emocional y físico.

Apeló a un árbitro la decisión y éste dictaminó que la suspensión era “inapropiada para las acusaciones”. El equipo no estuvo de acuerdo y rechazaron su asistencia a Tokio, por lo que voló por separado a esta ciudad y su intento de asegurar una vivienda en la Villa Olímpica fue denegado en una audiencia de arbitraje.

Ibtihaj Muhammad, quien ganó una medalla de bronce en la competencia de sable femenino en Río de Janeiro 2016 y se convirtió en la primera mujer musulmana en representar a Estados Unidos en unos Juegos Olímpicos mientras usaba un hiyab, tuiteó “Felicitaciones al equipo por tomar una posición”.

Las Olimpiadas también fue el escenario de actos de protesta como el de Raven Saunders, ganadora de la medalla de plata en lanzamiento de bala, quien estuvo bajo investigación por el Comité Olímpico por levantar los brazos en forma de cruz durante la premiación, como símbolo de “la intersección donde se encuentran todas las personas oprimidas”

Antes, en la ceremonia de inauguración, la polaca Aleksandra Jarmolinska, especialista del skeet (tiro), desfiló con una mascarilla arcoiris, los colores que simbolizan la comunidad LGBT. Por su parte, la gimnasta costarricense Luciana Alvarado se arrodilló y levantó el puño al finalizar su rutina, haciendo referencia al movimiento Black Lives Matter.

De cara a los desafíos....

Durante poco más de dos semanas, estas y otras escenas ocuparon las pantallas de todo el mundo. Cada pocos días un titular fue desplazado por uno nuevo. Entre deportes, medallas, triunfos y fracasos, las Olimpiadas se llenaron de otras imágenes esperanzadoras: unas que muestran un mundo cambiante.

Por supuesto, no todo es color de rosas. Cada hito relatado acá confirma los avances en la lucha por un ambiente deportivo más justo e inclusivo, pero también marcan desafíos en un mundo donde no pocos prejuicios sobreviven.

Por solo poner un par de ejemplos, la asamblea del propio COI tiene solo un 37,5 % de mujeres, un porcentaje que desciende al 33,3 % en su Comisión Ejecutiva. Mientras, en Tokyo 2020 no hubo ninguna mujer que ejerciera como directora técnica de un equipo masculino en baloncesto, balonmano, fútbol, voleibol, hockey hierba ni rugby. Las entrenadoras solo representaron en torno al 10 % del cuerpo técnico acreditado.

Además, el COI tendrá que repensar las regulaciones para deportistas con hiperandrogenismo (mujeres que por causas genéticas producen la misma cantidad de testosterona que los hombres). Para que deportistas como Caster Semenya, sudafricana campeona olímpica en atletismo en Londres 2012 y Río 2016, no sean obligadas a tratarse para reducir la producción de testosterona en sangre si quieren participar en las categorías femeninas.

Queda claro: los Juegos también sacaron a la luz machismos, discriminación, brechas de género, noticias sexistas y falta de empatía. Las redes se convirtieron en escenarios de enfrentamiento entre quienes buscan avanzar y quienes se resisten. Pero en medio de todo, destacaron más mujeres empoderadas, más atletas que luchan por sus derechos, más personas que visibilizan la diversidad y escogen, de mil y una formas, plantarle batalla a los prejuicios. Y solo por eso, son pequeñas victorias.

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