Intervención en el panel «Fundamentos teóricos, legalidad y derechos de las niñas y los niños a una educación integral de la sexualidad»
La Tizza
Por Ada Alfonso Rodríguez
*Este trabajo forma parte del Dossier «Mirada interdisciplinar, transterritorial y popular al Programa de Educación Integral de la Sexualidad en Cuba»
Quiero compartir consideraciones acerca del Programa Nacional de Educación Sexual.
Desde mi perspectiva de análisis, la consulta popular de lo que sería nuestra actual Constitución fue el escenario propicio para que algunos líderes religiosos y sus congregaciones divulgaran e hicieran incidencia acerca de su cosmovisión sobre la familia, su formalización y su legalización. A pesar de las presiones ejercidas, la Constitución de la República se aprobó con un articulado que refrenda un amplio catálogo de derechos — a mi juicio sin precedentes — en nuestro país.
La aprobación de la Constitución, como es lógico, trae consigo un proceso de perfeccionamiento y actualización de las normas vigentes y, desde ese lugar, se conoce por la amplia divulgación que ha tenido este tema. Entre las normas que serán actualizadas se encuentra el Código de Familias. Si bien cuando este Código se aprobó fue lo más avanzado en dicha materia en la región, con el paso del tiempo, requiere una actualización para dar cuenta de la diversidad de relaciones familiares que conviven en la sociedad cubana actual. En ese contexto de actualización del Código de Familias y su inminente plebiscito, y en el marco de las Jornadas contra la Homofobia y la Transfobia que lidera el Cenesex, es que estos sectores de la Iglesia antes mencionados han comenzado a pronunciarse en contra del Programa de Educación Integral en Sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos en el Sistema Nacional de Educación, Resolución que ya mencionó la moderadora, que si bien introduce modificaciones que garantizan su actualidad, no resulta una normativa sin precedentes en este campo, en tanto deja sin efecto la Resolución139 del 2011 que reconocía en sus POR CUANTO que el Programa cubano de Educación Sexual fue gestado desde los inicios de la Revolución, con la Federación de Mujeres Cubanas y que, posteriormente, el Cenesex — institución adscrita al Minsap — ha coordinado y desarrollado el Programa como una política social con la amplia y activa participación de organismos, instituciones, organizaciones de masas y sociales del país. Recalco estas fechas para poder señalar a aquellas personas que no están familiarizadas con los programas de educación sexual que se han llevado en Cuba, y la trayectoria que tiene este tipo de política.
En armonía con esto que les venía comentando, me gustaría recuperar unas palabras de Mariela Castro en la reunión de alto nivel de Naciones Unidas para poner fin al VIH-SIDA que se celebró en el 2016, que aludía a que la Federación de Mujeres Cubanas lideró la estrategia de educación integral de la sexualidad reconocida como una responsabilidad del Estado desde el mismo 1975, y esta estrategia como tal dio lugar a diferentes proyectos que se desarrollaron en el país. Como ejemplo, quisiéramos colocar el de la educación formal para una conducta sexual y responsable que tuvo una amplia variedad de materiales educativos y de orientaciones metodológicas que incluían la perspectiva de género y de derechos. Es la propia Mariela la que reconoce que dicha educación sexual estuvo centrada desde sus inicios en la práctica de los derechos plenos de las mujeres, los niños y niñas, adolescentes y jóvenes y que fue lo que creó las condiciones para avanzar en el reconocimiento y en la atención a otros derechos sexuales como son los derechos de las poblaciones LGBTI.
Tampoco es novedoso que el Programa incluya el enfoque de género y de derechos, pues ya la mencionada Resolución 139 en su primer RESUELVO recogía aprobar el programa de educación de la sexualidad con enfoque de género y derechos para ser aplicado en el currículo escolar de todas las educaciones del Ministerio de Educación.
Desde mi perspectiva, considero que internacionalmente existieron dos motores importantes a considerar de avance. Uno de ellos es la Declaración Prevenir con educación, firmada en agosto del 2008 por los ministros de Educación y Salud de 33 de nuestros países de la región de América Latina y el Caribe, que se realizó justamente en el contexto de la primera reunión de ministros de Salud y de Educación para detener el VIH y las infecciones de transmisión sexual en América Latina y el Caribe. Entre los principales acuerdos de esa reunión estuvo, sin dudas, el compromiso por parte de ambos ministerios de trabajar de manera conjunta aquellos programas orientados a la salud sexual y a la educación integral de la sexualidad para promover la responsabilidad en el inicio de las relaciones sexuales y el respeto a la diversidad en cuanto a la orientación y la identidad sexual; y esto, evidentemente, es una base para comprender todo lo que ha desarrollado nuestro país desde el 2011, cuando se aprueba esa Resolución de ese Programa en la escuela hasta este nuevo Programa.
El otro evento que me gustaría resaltar tiene que ver con la reunión de la que se deriva el consenso de Montevideo, reunión que fue realizada del 12 al 15 de agosto en el 2013 y que incluye todas las cuestiones relacionadas con la protección de los derechos humanos de los adolescentes y jóvenes en nuestros países, y el control que debían tener estos para decidir libre y responsablemente los asuntos relacionados con la salud sexual y la salud reproductiva sin coerción, sin discriminación ni violencia. A la vez, se exhorta a proveer aquella educación integral para la sexualidad basada en derechos humanos y en la igualdad de género. Entonces, ciertamente, es un contexto que permite comprender todos los avances y todo lo que ha hecho nuestro país en esa materia.
En cuanto a esta Resolución o este Programa, ya al inicio de estas intervenciones se había hecho referencia a sus características. Ella incluye la concepción pedagógica del proceso de educación integral de la sexualidad en las instituciones y las modalidades educativas que corren a cargo del Ministerio de Educación, y es importante porque dentro de estas orientaciones específicamente se incluye un conjunto bastante amplio de criterios que se consideran criterios epistemológicos que sirven de base a todo lo que corresponde a la educación integral de la personalidad, comprendiendo las indicaciones técnicas internacionales con un enfoque basado en evidencias de la Unesco de 2018.
En esta puntualización que se hace, me gustaría referirme a dos o tres de ellas, por ejemplo, considera el enfoque de género y de derechos sexuales y reproductivos, así como el curso de vida y el enfoque sociocultural desde un posicionamiento holístico, integrado y positivo de la sexualidad como un eje principal de la política educativa y de los programas curriculares y los proyectos educativos que aborden el tema de la educación integral de la sexualidad. Igualmente, recoge como uno de sus criterios el respeto a la diversidad sexual con un fundamento ético y de protección de los derechos de las personas, así como el rechazo a prácticas y comportamientos homofóbicos, transfóbicos en humanos relacionados con la diversidad sexo-genérica y, en particular, las discriminaciones por la diversidad corporal, por el color de la piel, por la orientación sexual y por la identidad y expresión de género. Esto es muy importante para comprender entonces el objetivo del Programa Nacional que se propone en esta Resolución.
Llamo la atención sobre los aspectos fundamentales a considerar dentro de este Programa y dentro de él, el objetivo principal, y es que guarda relación fundamentalmente con la promoción de la autonomía, de la igualdad de género, de los vínculos afectivos, la salud sexual y el bienestar psicosexual. Esto, ¿qué quiere decir? Quiere decir que, si bien se van a abordar todos los aspectos relacionados con la sexualidad, estos aspectos van a favorecer aquellas cuestiones que permitan que las personas, los niños, niñas, adolescentes, los que participan en la educación técnica y en la educación superior puedan tener los elementos que le permitan vivir una vida mucho más saludable, rica y placentera.
Y aquí, en el caso particular de los objetivos generales, me gustaría comentarles dos de los objetivos particulares que se derivan de este objetivo general. El primero que me gustaría comentarles es que busca promover la igualdad entre los géneros desde una perspectiva emancipadora del ser humano, basada en el respeto a la dignidad plena como un valor supremo que se sustenta en el reconocimiento de los derechos humanos que permita superar aquellas exclusiones, desigualdades, relaciones de poder que están basadas en estereotipos, en prejuicios sexistas y en violencias de género.
Y el segundo objetivo particular que me gustaría ubicarles es el que pretende garantizar el ejercicio efectivo de los derechos sexuales y reproductivos como parte de la integridad física y moral y la libertad que deben tener las personas, y que va a considerar todos aquellos elementos que tienen como centro, justamente, la visión positiva de la sexualidad.
Estos objetivos pretenden encontrar salida en cuatro, digamos, dimensiones fundamentales. Una que va a abordar todo lo que tiene que ver con la sexualidad y la afectividad, donde, evidentemente, va a trabajar lo que tiene que ver con la amistad, con las relaciones interpersonales, el amor, los afectos, los vínculos afectivos. Otra que tiene que ver con el género y la diversidad para poder analizar todas las cuestiones relativas a género y todo lo que puede integrar esta perspectiva, vista desde el campo de la diversidad en su sentido más amplio. Una tercera que va a abordar los aspectos relativos a los derechos sexuales y reproductivos. Y una cuarta, digamos, [enfocada en] la relación que pueden tener las tres anteriores con el ámbito de la salud sexual, porque ya se reconoce y está muy bien documentado que no es posible alcanzar los mayores niveles de salud sexual si las personas no logran disfrutar de los derechos sexuales.
Me gustaría, para ir cerrando y tomando en cuenta lo que nos decían de ser lo más sintéticos posible, compartirles algunas ideas de lo que para mí significa incluir los enfoques de género y de derechos en el Programa de Educación Integral de la Sexualidad. Lo primero que me gustaría compartirles es que esto permite transversalizar la educación y, particularmente, la educación sexual con una perspectiva social alejada y cuestionadora de los estereotipos de género, de los prejuicios, del sexismo y de la discriminación; o sea, que no es solo entender lo asociado a la educación de la sexualidad, sino que este enfoque permitiría transversalizar todas aquellas asignaturas, todos aquellos componentes de los programas que garantizan la educación formal en nuestras distintas instituciones escolares.
Un segundo aspecto a considerar es que permite gestionar en mejor condición la diversidad. Es importante que la escuela se apropie de esa diversidad para darle sentido a los contenidos que se imparten en ella, de forma tal que estos contenidos puedan dialogar con las realidades sociales y con las necesidades de los educandos a los que se dirige — de forma contextualizada — , pero al mismo tiempo con respeto a sus derechos.
Otro elemento que deben aportar estos enfoques al Programa de Educación Sexual es la flexibilización de aquellos reglamentos, normas y procedimientos que ejercen violencia simbólica y que buscan, a mi juicio, domesticar las diferencias, la diversidad, y esta última entendida no solo como sexualidad, no solo como diversidad sexual, sino también esa diversidad que le aporta el color de la piel, el estatus económico, las necesidades especiales, el territorio, el lugar de residencia y otros que pudiéramos estar considerando.
Un cuarto aspecto tiene que ver, definitivamente, con la participación de los educandos. La participación de los educandos, de los padres y de las madres y del personal en general que participa en estos procesos educativos para esto, para el Programa, para las actividades curriculares y extracurriculares sería vital para poder darle continuidad a la experiencia de los contenidos que van construyéndose acerca de la educación sexual.
Un quinto aspecto que permite esta perspectiva sería el de desterrar aquellos ejemplos que laceran la dignidad de las personas y, cuando sea necesario utilizarlo, develar el análisis en todas sus aristas. Un ejemplo podría ser el de la esclavitud, pero también el de las situaciones de bulling que pueden estar presentes en los distintos espacios escolares o aquellas violencias de género que están en las comunidades donde se enclava la escuela. Y, por último, la importancia de la vigilancia del currículo oculto, de aquellas prácticas sexistas, del lenguaje sexista, de la distribución de roles que se realizan en la escuela basadas en estereotipos de género que traduce la existencia todavía de prejuicios sexuales y de formas de violencias homofóbicas y transfóbicas que también pasean por algunas de nuestras instituciones.
Desde mi consideración, el Programa de Educación Integral de la Sexualidad no puede verse como una asignatura atomizada del resto de los contenidos formales que se imparten en nuestras instituciones escolares, sino que tiene que ser vista como una educación para la vida, como una educación para la transformación cultural. Esto debe ser entendido en el Programa como un laboratorio para el cambio social en el que se establezcan las bases para el ejercicio y el respeto de los derechos de todas las personas, pero donde también se aprenda a cuestionar las desigualdades y las inequidades de género, y además que permita el ensayo de las conductas para la exigibilidad de estos derechos y eliminar las desigualdades de género. No puede pensarse como un programa lineal que se dirige a los estudiantes y que ellos deben asimilar sin cuestionar, sin analizar y sin incorporar aquellos elementos que son de su interés.
Para cerrar, me gustaría volver al inicio de mi intervención y tomar en consideración aquellos mensajes que hoy están circulando en nuestras redes sociales, para decirles que el Programa para la Educación Integral de la Sexualidad no responde a los intereses de la comunidad LGBTI, responde a los derechos de todas las personas a una educación de calidad, basada en evidencias científicas y en el ejercicio del derecho a la educación, el derecho a la educación integrada de la sexualidad.
Este Programa no impone una ideología de género destructiva de la familia y de sus hijos. El Programa tiene como centro al ser humano y una visión positiva de la sexualidad, por lo que busca contribuir a la autonomía y al desarrollo, de modo que las personas puedan utilizar sus potencialidades y, desde estas, organizar sus proyectos de vida. No incentiva la homosexualidad ni promueve el estilo de vida de las comunidades LGBTIQ+ como algunas personas sugieren, sino que busca reconocer las diferencias y la diversidad de las personas y fortalecer su desarrollo como seres humanos. Tampoco promueve el irrespeto a ninguna fe, sino que aporta elementos para el análisis de una realidad social y de la diversidad de sujetos, grupos y colectivos que intervienen en ella; a la vez que promueve un enfoque de género basado en derechos según curso de vida, reconociendo así las necesidades del desarrollo psicosexual y la trayectoria de vida de los que participan en el Programa. Muchas gracias.