Francisco Rodríguez - Trabajadores.- Con la versión 22 de esa propuesta legislativa se inicia un camino de consultas y debates previos a su aprobación por la Asamblea Nacional del Poder Popular, para someterla luego a referendo, en un proceso que abarcará lo que resta del 2021 y se extenderá hasta el año próximo.


Muchos especialistas y activistas en temas que involucran al derecho familiar ya han planteado que el nuevo anteproyecto ha excedido todas sus expectativas en cuanto a las soluciones jurídicas más modernas en ese ámbito.

Por la integralidad de su contenido, este documento supera los límites estrechos de cualquier interés específico de un determinado grupo o sector social. El texto da respuesta a viejos problemas en el ámbito familiar, y también logra una proyección de avanzada, casi futurista, en no pocas de sus soluciones en materia de técnica jurídica.

Así, el futuro Código de las Familias introduce conceptos nuevos, tales como la importancia de los afectos como base constitutiva de cualquier vínculo familiar, o términos más avanzados como la responsabilidad parental o la protección de los menores en el entorno digital, a la vez que reconoce derechos muy sensibles en nuestra realidad social, como los que deben poseer abuelas y abuelos, madrastras y padrastros, las personas homosexuales, entre otras realidades diversas y palpables en la Cuba actual.

En tal sentido, es esencial no caer en la trampa de sobredimensionar unas soluciones sobre las otras, porque todas estas propuestas responden a necesidades de determinados sectores sociales e individuos, y cuando se trata de la felicidad de las familias y la realización de sus integrantes, no hay asunto o problema más importante que otro.

No obstante, resulta previsible que a lo largo de su explicación y análisis colectivo surjan polémicas y contradicciones, tal y como sucedió durante la consulta popular del proyecto de la nueva Constitución. En tal sentido, lo más prudente sería no enconar esos conflictos o incomprensiones, pero tampoco desconocerlos, ni admitir ningún incumplimiento de la legalidad durante el proceso.

La especialización que lleva el lenguaje legislativo y técnico del anteproyecto requerirá potabilizar con ejemplos y vivencias tantos los problemas que resolvería como las soluciones que se proponen. Hay a quienes hay que darles argumentos racionales, desde la experticia de las ciencias sociales; mientras que otras personas responden más a la emotividad de un testimonio o una historia de vida. Pero nadie debe quedar sin respuestas a sus dudas.

Para que haya claridad total en relación con este salto tan humano que ahora se propone, hay que favorecer las polémicas respetuosas y todos los análisis que favorezcan al consenso, sin dejar de tomar partido ante cualquier incomprensión que pudiera derivar en la posibilidad de cometer una injusticia.

Al fin y al cabo, la mayoría de las posturas retrógradas y prejuiciadas que a veces subsisten en relación con las familias son fácilmente desmontables desde el propio sentido común, cuando hay un debate sobre la base del respeto y la empatía.

Por último, es imprescindible señalar que este anteproyecto de Código de las Familias es el resultado de muchos años de activismo, investigación y labor educativa de personas, grupos, organizaciones e instituciones cubanas.

Nadie lo impuso ni surgió de la nada. Y si bien es cierto que demoró mucho, ahora llegó como una gran oportunidad para  hacerlo mejor y aprovechar así el crecimiento social y científico que ha ocurrido en Cuba durante más de una década, en aras de una mejor comprensión de la diversidad familiar.

Por la urgencia y pertinencia de esa futura Ley, podemos decir entonces que por fin llegó el momento de que nos pongamos en alerta, con toda nuestra atención y empeño puestos, para que se haga realidad este Código, tan progresista y revolucionario, como una gran señal en rojo que nos anuncia nuevos buenos tiempos para todas las familias cubanas.

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