Red Semlac / Ilustración Pikara Magazine.- Demostrar cada vez más, desde la práctica, las posibilidades que ofrece la economía feminista para la emancipación de mujeres y hombres, es un reto que tienen por delante quienes defienden estas experiencias de transformación. En ello coincidieron especialistas y foristas participantes en un intercambio virtual celebrado el 20 de septiembre, bajo el nombre de Economía feminista para emancipar los territorios, realizado en el contexto del XIV Encuentro de Paradigmas Emancipatorios.


Representantes de Cuba, España, Ecuador y Brasil expusieron sus visiones sobre un asunto que ha transitado de ser una mirada teórica y alternativa para entender los procesos de sostenibilidad de la vida, a convertirse en una práctica y una forma distinta de hacer economía.

En particular, compartieron acerca de la importancia de llevar sus postulados a la vida cotidiana de las personas y su entorno comunitario. Para la profesora Georgina Alfonso, del Grupo de Investigación “América Latina: Filosofía Social y Axiología” (Galfisa), del Instituto de Filosofía de Cuba, la economía feminista “es una cuestión de dignificar al ser humano, de crear posibilidades de hacer una vida justa y más digna”.

Por supuesto, no es algo sencillo de lograr, porque implica un entramado de relaciones que no cambian en un día, añadió.

En este sentido, Amaya Pérez Orozco, del grupo de trabajo de Economía Feminista Emancipatoria La ReVuelta, de España, señaló que hay luchas cotidianas, como las luchas contra la división sexual del trabajo, que siguen permeando los hogares, las iniciativas colectivas y los espacios de activismo y empleo; pues persiste el pensamiento de que los cuidados son responsabilidad de las mujeres y no tienen un aporte real desde el punto de vista económico.

La economía feminista reconoce que existen otras formas de economía que salen de la dinámica capitalista, pero también superan dinámicas patriarcales y coloniales, según manifestó Enith Flores, de Ecuador y también miembro de La ReVuelta.

“Para nosotras es muy importante reconocer que las mujeres somos diversas, que  estamos sosteniendo la vida no solo desde los cuidados del hogar, sino en lo social, cuidando la naturaleza”, agregó.

De acuerdo con Pérez Orozco, actualmente existen tres ámbitos principales donde se ensayan estas economías alternativas: la economía social y solidaria; la agroecología y la apuesta por la soberanía alimentaria, y lo que está sucediendo en torno a los cuidados en las comunidades.

Sobre el primero, refirió que apuesta por salir de la lógica del consumo y “generar lo necesario para vivir vidas que merecen ser vividas”, para lo cual hay que hacerse preguntas esenciales acerca de cómo producimos, cómo repartimos los distintos trabajos y qué valor les damos.

En cuanto a la soberanía alimentaria y la agroecología, afirmó que va más allá de producir cuidando la tierra, sin explotarla, y llega a cuestionar un modelo de desarrollo que considera que lo urbano es el centro del progreso y vacía el campo.

Esta perspectiva da paso a otro modelo de prosperidad, que recupera modos de vida campesina y supera la visión simplista de promover solamente el consumo de alimentos no contaminados.

No obstante, el colectivo español alertó que quienes tratan de producir de una manera ecológica lo hacen desde la precariedad, debido a la remuneración insuficiente, a pesar de que a sus productos solo tiene acceso una élite; la carencia de políticas públicas y los problemas con el reparto de la tierra. Asimismo, existe “escasa diversidad sexual y de género de las personas que se integran en estos circuitos alternativos de soberanía alimentaria”, puntualizó Pérez Orozco.

Finalmente, en materia de cuidados se ha producido un desplazamiento de pedirle al Estado políticas y servicios que faciliten estos, a pensar en una lógica de lo público comunitario y cómo se pueden alimentar el uno al otro, dijo.

“Lo público tiene mucha capacidad para universalizar, pero muy poca para acoger la diversidad, mientras que lo comunitario sí lo hace”, explicó. Lo comunitario puede acoger a lo público más democratizado, mucho más transparente, insistió.

La profesora Georgina Alfonso aludió a las experiencias en Cuba de acompañamiento a los gobiernos territoriales locales, en un contexto de cambio del país que reta las capacidades municipales y amplía los actores económicos existentes allí, con la presencia de lo estatal, cooperativo y privado.

En particular, destacó la construcción de una red de trabajo y cuidado cooperado y solidario, un espacio donde confluyen objetivos comunes, a pesar de identidades e intereses diversos que existen en la comunidad.

Esta red apuesta por lógicas más colectivas y su propósito “no es solo trabajar en la formación desde la perspectiva de la economía feminista, sino también movilizar recursos, elevar el activismo al interior de los espacios comunitarios, incluso para incidir en políticas públicas”, precisó Alfonso.

En la lógica económica, la última mirada es siempre hacia las mujeres, que llevan el peso esencial de los cuidados, la educación y responsabilidad de las nuevas generaciones, advirtió la especialista; quien catalogó este tema como un reto y sostuvo que los procesos de transformaciones sociales tienen que asumir una perspectiva feminista.

La mujer es la fuerza revolucionaria más importante dentro de una comunidad y dentro de un proceso productivo, “porque tiene que romper diferentes lógicas, no solo la de la dominación económica, sino también la lógica de la discriminación, la lógica del patriarcado, la de las subordinaciones y la de las sucesivas opresiones: racista, clasista y de género”, enfatizó.

Así lo reafirmó Nivia Regina da Silva, representante del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, quien cuenta que a pesar de las mujeres ser parte significativa del MST, la toma de decisiones sobre el territorio y la definición de su autonomía no las incluía. “El gobierno y las políticas públicas deben legislar más intencionadamente para este sector, desde el otorgamiento de la tierra y los créditos”, reclamó.

Asimismo, significó que el enfoque de la economía feminista permitió al Movimiento evolucionar de una concepción de la tierra desde un sentido de apropiación, hacia una perspectiva de producir sin explotarla.

Las participantes en el encuentro también abordaron cómo en tiempos de Covid-19 la economía feminista permitió reconocer la importancia de la preservación de la vida, y puso a esta y su conservación en el centro de todo.

Además, hizo posible ver que hay otras formas igualmente válidas y alternativas de reproducción de la vida, y acercó a las personas a prácticas ancestrales, comunitarias, que han sido sostenidas y transmitidas por mujeres.

La pandemia igualmente desafía a incorporar nuevas miradas en términos de salud, alimentación, recreación, espiritualidad y belleza, señaló la profesora Alfonso, “todos patrones que tenemos que pensar desde la economía feminista”.

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