Dixie Edith - Red Semlac / Imagen cortesía de la entrevistada.- En los contextos rurales, la presencia de violencia de género está más extendida, coinciden especialistas. Allí las mujeres suelen vivir más aisladas, tienen mayor dependencia económica de sus parejas, menos preparación técnica o profesional y también menos autoestima. De esta forma, cuentan con pocas herramientas para reconocer el maltrato y hacerle frente, lo que incrementa su vulnerabilidad.


Una sistematización de investigaciones académicas desarrolladas en las provincias de Pinar del Río y Las Tunas confirmó comportamientos similares a los descritos. A juicio de la socióloga Clotilde Proveyer, profesora de la Universidad de La Habana y una de sus autoras, en las zonas rurales de Cuba “la violencia contra las mujeres tiende a aceptarse como algo cotidiano y se naturaliza la violencia no física -psicológica, económica y simbólica- como algo normal y consustancial a las relaciones de pareja”.

¿Cuáles manifestaciones de violencia fueron las más identificadas durante los estudios consultados?

Esta sistematización, realizada de conjunto con la socióloga Magela Romero, resumió las experiencias de estudios de dos instituciones universitarias: el Centro Universitario Municipal de Jesús Menéndez, en Las Tunas, y la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Pinar del Río. Fueron experiencias centradas fundamentalmente en la gestión del conocimiento y desarrolladas por equipos docentes y de estudiantes de esos centros, en alianza estrecha con instituciones y organizaciones locales que realizan una contribución crucial a los procesos de prevención y atención a la violencia contra las mujeres. Los resultados obtenidos hasta 2016, fecha en que se cerró la sistematización, confirman la importancia del papel de las universidades como protagonistas imprescindibles en el desarrollo local.
Es importante destacar que en ambas instituciones docentes se han llevado a cabo procesos de formación esenciales para el trabajo a favor de la No violencia contra las mujeres. En ese camino, destacan impactos positivos en la preparación de los equipos gestores en temas relativos a género y violencia de género, que se revierte en los procesos de sensibilización y capacitación que promueven; una mayor visibilización sobre este problema social y sensibilización de la población y de personas en puestos de toma de decisión en los territorios. Además, contribuyeron al establecimiento de alternativas de trabajo más coherentes, en función de la atención y prevención de la violencia contra las mujeres.
A partir de la sistematización de las experiencias se puede resumir que, en general, en ambos territorios se constató la presencia de violencia contra las mujeres, naturalizada en el imaginario colectivo, lo que incide en que esta se reconozca sobre todo cuando ya ha llegado a sus manifestaciones más extremas.
En Pinar del Río, en particular, los estudios evidencian la presencia de
todas las manifestaciones de violencia de género, con incidencia significativa
en la que ocurre al interior de la pareja, tanto física como psicológica y económica. En tanto, la sexual ocurre en menor medida o está más naturalizada y se detecta o denuncia mucho menos.
En el caso de Jesús Menéndez, entre las expresiones más recurrentes se encuentran la violencia psicológica y la económica; sobre todo en el caso de mujeres que no cuentan con empleos estables o de aquellas que, aun teniéndolo, no pueden disponer de sus ganancias.
Aunque este no constituye un análisis abarcador, que permita evaluar la complejidad del fenómeno en toda su magnitud, resulta muy preocupante la existencia de otras expresiones de violencia física no solo hacia las mujeres, sino entre los mismos hombres, en estas comunidades. También aparecen preocupaciones en torno a la incidencia del maltrato infantil y la violencia contra las personas adultas mayores.

¿Qué elementos aportó la sistematización para el diseño de políticas de prevención y atención a la violencia?

Un aporte fundamental fue constatar que las personas que sufren violencia, en este caso las mujeres rurales, no están desconectadas ni del entorno, ni de otros sistemas como la familia o la comunidad. Por ello, el trabajo con los actores sociales de las localidades rurales debe convertirse en un objetivo prioritario de la labor de prevención y atención.
Además, se confirmó un insuficiente accionar de las redes de apoyo social formal existente en las localidades, pues conocen la situación de la problemática y la gravedad que representa, pero los niveles de preparación para atenderla son bajos. Muchas personas, además, aluden desconocimiento sobre las causas reales de la violencia contra las mujeres y predominan en el imaginario colectivo los mitos y estereotipos que naturalizan el problema. De esta forma, la detección y análisis de la violencia contra las mujeres en estos contextos son aún muy elementales y no distinguen que entre sus causas están las desigualdades de género y el desequilibrio de poder en las parejas.
En los estudios, además, aparece un alto porcentaje de reconocimiento, por parte de las mujeres, sobre la recepción de violencia, un elemento que se posiciona como alerta para todos aquellos actores e instituciones con la responsabilidad de combatir este mal social. En línea con esto, existe desconocimiento por parte de las mujeres sobre sus derechos, así como de las instituciones de apoyo a nivel social.

¿Por dónde debería encaminarse el diseño de estrategias propias para estos espacios?

En general, los estudios evidencian la necesidad de ampliar la red institucional y las alianzas para el trabajo de apoyo a las mujeres maltratadas, así como la urgencia de conformar servicios especializados de atención.
Se requiere un esfuerzo articulador organizado, tanto a nivel local y comunitario como en las instituciones y organismos especializados a nivel municipal o en otras instancias, para elaborar estrategias formales de atención, que incluyan la investigación, la capacitación de actores sociales locales y la sensibilización, pero que trasciendan esas acciones hasta llegar a la creación de servicios especializados donde las víctimas encuentren apoyo, atención y orientación efectiva.
Los resultados de ambos diagnósticos llamaron la atención sobre la urgencia de trabajar para desnaturalizar la violencia contra las mujeres y realizar acciones coherentes de prevención y atención a las víctimas.
Estos resultados no se diferencian significativamente de los que ofrecen estudios similares en otras regiones rurales del país, pero deben ser tenidos en cuenta para favorecer el diseño de estrategias focalizadas de prevención y atención en estos contextos.

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