Red Semlac.- El maltrato infantil está íntimamente relacionado con la violencia de género y no puede seguirse viendo como un fenómeno aislado, coinciden especialistas. ¿Cómo se manifiesta en Cuba, qué no debemos perder de vista para atenderla y prevenirla? No a la Violencia conversó con la jurista Ivón Calaña Pérez, jefa del departamento de asesoría jurídica del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y con las psicólogas Elia Marina Brito Hidalgo, especialista del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología en Las Tunas y colaboradora del servicio de atención a víctimas de violencia de esa oriental provincia; y Ana María Cano López, también del Cenesex y especialista de su servicio de atención al abuso sexual infantil.  


¿Cuáles son las formas fundamentales en que se manifiesta la violencia sexual infantil, según sus experiencias?

Ivón Calaña Pérez: Nuestras experiencias, a mi modo de ver, coinciden con el comportamiento identificado por las instituciones oficiales y rectoras de la atención a niñas, niños y adolescentes víctimas de abuso. La violencia sexual infantil se manifiesta principalmente en niñas y muchachas adolescentes, según los casos atendidos a través de los servicios del Cenesex, lo que coincide con las estadísticas oficiales. Sin embargo, ello no necesariamente significa que suceda así en la realidad, porque los datos reportan solo los casos denunciados y donde los victimarios han tenido una sanción penal; por lo que la cifra real de su ocurrencia no se conoce y no debemos descartar que, al tratarse de hechos mayoritariamente ocurridos en el ámbito familiar o por personas muy allegadas a la familia, se pondere «la moral» de la familia versus los derechos de niñas y niños. Además, en el caso de los niños -y ante la construcción de masculinidades moldeadas por el sistema patriarcal-, se generan estigmas sobre la orientación sexual no hegemónica que el niño asumiría a partir de la violencia sexual, aspecto que sabemos es una falsa creencia. Las expresiones de violencia sexual más frecuentes en nuestro contexto son los abusos lascivos y la violación (de acuerdo con nuestras experiencias), aunque oficialmente la corrupción de menores es también frecuente. La pederastia no es de las más frecuentes, pero en este caso también caben los análisis anteriores.

Elia Marina Brito Hidalgo: Las formas más reiteradas de abuso sexual infantil son, precisamente, el abuso sexual y lo que hasta este momento, desde lo legal, se denomina el abuso lascivo. Se manifiesta con tocamientos, masturbación, o que niñas, niños y adolescentes sean obligados a tener sexo bucogenital. Esa es la mayor tendencia, independientemente de que hay una incidencia de violación y de pederastia. Igualmente hay una tendencia al incremento del ciberacoso desde la perspectiva sexual.  

Ana María Cano López: La Organización Mundial de la Salud define el abuso o maltrato infantil como toda forma de maltrato físico y /o emocional, abuso sexual, abandono o trato negligente, explotación comercial o de otro tipo, de la que resulte un daño real o potencial para la salud, la supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder.

El abuso sexual infantil es una forma de maltrato infantil donde se involucra a un niño, niña o adolescente en actividades sexuales de cualquier tipo, mediante el uso de la seducción, la manipulación, el engaño, el chantaje, la amenaza o la fuerza. Estás prácticas se realizan desde una posición de poder. El agresor tiene más edad, más habilidades sociales, más fuerza, más estatura, o mayor poder para convencer Es por eso que manipula, engaña, chantajea y seduce…. Es importante decir que el abuso sexual infantil puede incluir contacto sexual, aunque también actividades sin contacto directo como son el exhibicionismo, la exposición de niñas, niños y adolescentes a materiales pornográficos, el “grooming” o la utilización o mancipación de menores para la producción audiovisual. Por otra parte, también se identifica la explotación sexual infantil y la trata con fines de explotación sexual, como la forma más extrema en que se manifiesta esta violencia. Esto supone la utilización de menores en actos de naturaleza sexual a cambio de una contraprestación normalmente económica.

¿Qué debe caracterizar su atención y prevención? ¿Qué tener en cuenta para no revictimizar?

ICP: La prevención es clave para la disminución real de estos lamentables hechos y, para ello, también es vital la educación integral de la sexualidad, pues niños, niñas y adolescentes deben conocer los límites que sobre su cuerpo tienen las personas -aunque estas sean aquellas con las que existen sólidos lazos de afectividad y familiaridad-, y que, en el supuesto de que esos límites sean traspasados, conozcan que deben decirlo. Se trata de reforzar que tienen derechos que todos deben respetar y proteger. La atención tiene que ser por personal sensibilizado y capacitado, que se coloque en el lugar de la niña o el niño y abandone la visión adultocéntrica. Se les debe escuchar de manera activa y tener en cuenta sus criterios para la adopción de decisiones. La atención no solo puede ser desde lo judicial, que más bien se enfoca en acreditar la tipificación del delito y, en segundo plano, en la protección de la niña o niño; sino que debe ser un proceso interdisciplinar y sistemático, que garantice una verdadera reparación del daño causado y dote de garantías para la no repetición de hechos similares.

La revictimización es frecuente, es uno de los motivos por los cuales se acercan las personas al Servicio de Orientación Jurídica del Cenesex, ante exploraciones reiteradas para la elaboración de informes con fórmulas generalizadas que no aportan todos los elementos que se tuvieron en dicho acto. También incide la falta de preparación de instructores que realizan la exploración y la no disposición de medidas cautelares que priven a los agresores de un acercamiento a la víctima y su familia.

EMBH: Hay elementos a tener en cuenta dentro de las consideraciones éticas a la hora de la atención a las víctimas de abuso sexual. El primero es el respeto a los derechos de niñas, niños y adolescentes a mantener silencio, a no explicar, decir o alegar algo sobre la situación, si no quieren hacerlo. Esa es una de las maneras de evitar la revictimización. Por otra parte, las personas que hacen la atención psicológica no pueden ser las mismas que hacen la exploración, pues quien explora, indaga. Para la atención psicológica, la información sobre la situación de abuso, o sea, dónde ocurrió, qué paso, toda la descripción del hecho, la solicitamos a Fiscalía, que incluye el informe que hace Medicina Legal. Y también recabamos información de las familias. Es importante también la atención psicológica centrada en las víctimas, pero sin olvidar los ámbitos de socialización más importantes: la familia y la escuela, porque es allí donde la y el adolescente o infante pasa más tiempo; y también porque, a menudo, maestras o maestros son quienes primero reciben señales del abuso.

Con respecto a cómo evitar la revictimización, un elemento que se trabaja con adolescentes, niñas y niños, es nunca preguntar ni cuestionar sobre el hecho. Desculpabilizarles es uno de los primeros elementos que trabajamos. Porque la culpa es un factor común a las víctimas, que también hay que trabajar con las familias. Ese acompañamiento es un trabajo muy complejo, por su nivel de afectación, pues los victimarios suelen tener una relación emocional significativa con la familia de las víctimas. Otras cuestiones son atender la autoestima, el autocuidado, educar en el conocimiento de sus cuerpos, sus emociones, el erotismo desde lo educativo y la orientación.

AMCL: En primer lugar, cualquier forma de violencia sexual contra niñas, niños y adolescentes es un problema social que tiene graves consecuencias en sus vidas, su entorno y en todos y cada uno de los contextos en los que se desarrollan. Por lo tanto, los ámbitos para la intervención en la protección contra este tipo de violencias deben incluir desde la familia y su entorno social, pero también los espacios educativos, sanitarios, policiales y hasta legislativos, por supuesto. El maltrato debe prevenirse, detectarse y atenderse de manera integral, también en los aspectos médicos, psíquicos y sociales.

Para no revictimizar, es importante que la familia concientice que, cuando ocurre un hecho como este y el niño o niña lo cuenta, debe hacerlo solo una vez. No se debe insistir, pedir detalles o hablar de este tema a su alrededor. Hay que preparar a las familias. Igual se debe tener muy en cuenta cuál es la experiencia que ha tenido ese infante o adolescente y el dolor que está atravesando. Si no somos capaces de ponernos en su lugar, no tendremos todo el cuidado a la hora de atender esta problemática en las instituciones o espacios a donde se acude cuando se ha sufrido este tipo de violencia.

¿En qué ámbitos se concentran ahora mismo los principales desafíos y cómo enfrentarlos?

ICP: Existen grandes desafíos en los tres ejes nucleares del abuso sexual infantil: la prevención, la detección y la atención. Se necesita la implementación de programas de educación integral de la sexualidad, desde tempranas edades, por personal capacitado. La detección del abuso sexual infantil por todas las instancias donde socialicen iñas y niños o tengan potencialidades para ello, como son las escuelas, los servicios de salud, espacios comunitarios. Se requieren protocolos de actuación para el registro y denuncia por personal que lo detecte y ante la falta de interés de la familia; pues, ante todo, el principio del interés del niño y la niña debe primar en toda decisión. Por la parte de la atención, quedan retos asociados al seguimiento interdisciplinar, la celeridad en los procesos judiciales –que generan mucha angustia a las víctimas y sus familias– y la adopción de medidas más protectoras que eviten la revictimización.

EMBH: Uno es la prevención, para lo cual es importante la sensibilización, la desnaturalización de esta temática, el abordaje desde la educación integral de la sexualidad como herramienta imprescindible. En el espacio familiar hay cuestiones que no debemos olvidar: enseñar a considerar los cuerpos como un espacio propio que nadie puede tocar y hacer entender a los padres eso también. Que madres y padres observen y acompañen a sus hijas e hijos desde las edades tempranas. Y trabajar también en la familia, la escuela; también la denuncia, esa que pasa por decirle a mamá o papá lo que está sucediendo. La credibilidad de las familias, pues a veces esta no cree al menor cuando viene con una denuncia de esta naturaleza.

Desde los espacios de socialización, debemos insistir en desarrollar habilidades en las familias para que puedan prevenir el abuso sexual, reforzar los espacios que están generando propuestas atractivas como las casas de orientación de la FMC, los medios de comunicación, las redes sociales, etcétera. Hemos tenido la experiencia en los joven club de computación, como un espacio que contribuye a la prevención.

AMCL: Los principales desafíos se encuentran en el ámbito educativo, familiar y también en el social, por supuesto, porque tiene que ver con el modo en que la sociedad puede enfrentar situaciones de este tipo. Para esto, tenemos que educar en estas problemáticas, brindar más información, hacer más campañas. Todo lo que podamos hacer desde la comunicación social en programas educativos, cápsulas, trabajo con las redes, etcétera, favorecerá la prevención de la violencia sexual infantil. Por otra parte, trabajar en la capacitación de profesionales que se dedican a estos temas, pero también en la comunidad con padres, familias, los propios niños y niñas y adolescentes; pero también educadores en las escuelas. Es un enorme desafío

Otro tiene que ver con el tema de la denuncia. Preparar y educar a la población para que denuncie cuando ocurren situaciones de este tipo. Es común que las familias no quieran denunciar porque estos hechos las afectan directamente, pero se debe pensar esta situación porque hay que sancionar a las personas que comenten delitos de este tipo, por las consecuencias que traen para niñas, niños y adolescentes. También deben concientizarlo profesionales o personas de las comunidades. Todavía no tenemos una cultura de la denuncia.

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