Dixie Edith - Cubadebate / Letras de Género (Imagen: UNFPA).- Conciertos en plataformas de streaming, comercio electrónico o reuniones virtuales que se extienden por varias horas; conversaciones en tiempo real con alguien al otro lado del mundo; cafeterías y guaguas llenas de personas –de cualquier edad- que no despegan la nariz de la pantalla de su móvil… Lo que hace poco menos de una década parecía una utopía paralela a la de este archipiélago caribeño, se ha convertido en una realidad tangible y cada vez más instalada en la vida cotidiana.


La transferencia de datos en los celulares cubanos llegó para quedarse. Según We Are Social, agencia creativa con sede en el Reino Unido y especializada en social media, a inicios de este 2021 más del 68% de la población cubana se conectaba a internet y eran justamente las conexiones a través de datos móviles las que más habían crecido. Por segundo año consecutivo, Cuba registró un índice de penetración de internet mayor al promedio mundial que contabilizó 59.5%.

El 55.5% de la población, además, es usuaria de al menos una red social y la lista está encabezada (en ese orden) por Facebook, Pinterest, Twitter, YouTube e Instagram, según las cuentas de Statcounter; mientras apps de mensajería instantáneas como WhatsApp o Telegram van aumentando exponencialmente su presencia. Otros análisis estiman que en internautas menores de 20 años, YouTube e Instagram desplazaron a otras plataformas de la alfombra roja de la preferencia.

Pero lo realmente significativo no es solo la “novedad” de poder almacenar y transmitir información en un nuevo soporte, o de acceder al mismo ritmo del resto del mundo a aplicaciones móviles que se regeneran todos los días y dejan obsoletas, en apenas meses, a las que se consideraban hasta ayer el “último grito”.

Lo más complejo, desafiante, retador, es la modificación de tipo estructural que implica para la sociedad acceder a nuevas formas de producir y diseminar el conocimiento, y la del uso y consumo de la información o de cómo se establecen las relaciones interpersonales. Lo que conocemos como nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) ha llegado para quedarse y establece brechas o maneras inéditas de organización, como las llamadas redes sociales y comunidades virtuales, en las que tenemos que aprender a (con)vivir.

Porque además de todas sus ventajas, las TIC se han posicionado también como escenario para el ejercicio del control, el acoso y la dominación hacia las mujeres o hacia personas con diversas orientaciones sexuales e identidades de género. En ellas, por ejemplo, se lleva a cabo una suerte de reconversión de las formas tradicionales de violencia de género, transfiguradas por las prácticas y modos de interacción propios de estos escenarios comunicativos. Y tales amenazas, confirman especialistas, afectan fundamentalmente a adolescentes y jóvenes, por ser este grupo etario el que mantiene un vínculo más directo y permanente con las nuevas prácticas comunicativas.

El desarrollo y definitiva consolidación de la sociedad de la información y del conocimiento establece la posibilidad de generar nuevos modos de relación social, de modificar las identidades sociales y de sentar bases para la emergencia de nuevas amenazas y riesgos, a la par que se redefinen los ya existentes. Los contextos digitales se utilizan para reproducir patrones de comportamiento patriarcales, basados en relaciones desiguales de poder, aprovechando la inmediatez, el anonimato y el contacto permanente con las potenciales víctimas que posibilitan internet y la telefonía móvil.

Esto ocasiona que, más que de un simple traslado de la violencia de lo físico a lo virtual, estemos hablando de algo más complejo y grave. Los delitos tradicionalmente cometidos dentro de la pareja adoptan en la red de redes un nuevo modo de ejecución, pues actualmente se ataca como nunca antes -tanto en cantidad como en intensidad- al derecho a la imagen, al honor y a la intimidad de las personas. Hablamos de violencia psicológica y simbólica –que en ocasiones llega a manifestaciones físicas-, cometida de forma sostenida y repetida en el tiempo, incluidas las agresiones a la libertad sexual, las amenazas o las coacciones.

Como muestra, un botón: un muy reciente estudio entre universitarios capitalinos de ambos reveló que nadie –entre cerca de un centenar de personas encuestadas- consideró que debía pedir permiso para subir a las redes fotos o videos de sus parejas y amistades.

Justo en ese escenario, el UNFPA, Fondo de Población de las Naciones Unidas, ha hecho un llamado a reapropiarse del control de los cuerpos. Bodyright nace como una nueva modalidad de copyright para el cuerpo humano y reclama que “las imágenes de nuestros cuerpos reciban el mismo respeto y protección en línea que los derechos de autor que se otorgan a la música, a las películas e incluso a los logotipos corporativos”.

“Internet puede ser un lugar hostil y lleno de odio, especialmente para las mujeres, las niñas, las minorías raciales y étnicas, el colectivo LGBTIQ+ y otras comunidades marginalizadas, quienes tienen más probabilidades de que se abuse de sus imágenes en línea”, asevera el UNFPA.

También llama a resignificar la tecnología. Llamar “pornovenganza” a la publicación no consentida de imágenes íntimas, por ejemplo, resulta un término muy censurable según la organización internacional, pues sugiere que “una persona superviviente merece una retribución o dio su consentimiento para hacer pornografía”.

Las consecuencias de estas violaciones de la privacidad, la dignidad, la autonomía y los derechos de las personas son devastadoras, advierte el UNFPA.

“Que no quepa la menor duda, incluso cuando esta violencia es cometida en el mundo virtual, el miedo, la ansiedad, la pérdida de autoestima y la sensación de impotencia son muy reales y duraderas”, agrega.

“Ahora mismo, los logotipos empresariales y los derechos de propiedad intelectual gozan de mayor protección en Internet que los seres humanos”, afirmó la doctora Natalia Kanem, directora ejecutiva del Fondo de Población en la presentación de #bodyrigth.

“El mundo virtual -implacable, sin barreras físicas y, a menudo, anónimo- es la nueva frontera de la violencia de género”, ha afirmado Kanem.

Así, la piedra angular del movimiento en favor de los derechos del cuerpo bodyright es el símbolo , que puede añadirse directamente a cualquier imagen mediante las historias de Instagram usando stickers. También es posible acceder a la página web de la campaña para usar la herramienta (bodyright tool) o descargar el símbolo directamente.

La campaña social inició su recorrido por el mundo con motivo de los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género y comparte espacio con Lo Virtual es Real, un sitio web en el que se presentan historias de personas de todo el planeta que han padecido y superado casos de violencia digital, junto con iniciativas innovadoras del UNFPA dirigidas a luchar contra esta violación de los derechos humanos.

“Reclama tu bodyright… y acabemos con la violencia digital”, convoca el UNFPA. Letras de Género volverá en unas semanas para contar cómo los “cuerpos con derecho de autor” llegan a esta isla.

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