Laura Serguera Lio - Alma Mater.- Aunque la edad legal para el matrimonio y el consentimiento de las relaciones sexuales en Cuba actualmente está fijada en los 14 años para las muchachas, las adolescentes no pueden realizarse una interrupción voluntaria de embarazo sin la autorización de su madre, padre o tutor legal.
Samantha¹ lo supo casi desde el inicio. Continuar el embarazo significaba regresar a Oriente, a vivir con su mamá o sus suegros.
«Teníamos otros sueños, cosas que queríamos hacer, terminar la carrera, realizarnos… Incluso nos lo planteamos como una decisión mía, porque era mi cuerpo, pero yo había emigrado para estudiar, para hacerme un camino que no había cumplido, y un hijo podía imposibilitar alcanzar mis metas».
Acababa de comenzar el primer año de universidad, su novio también estudiaba; ambos tenían trabajos a medio tiempo para pagar el alquiler donde vivían en La Habana.
Segura sobre su decisión, comenzó a averiguar sobre las opciones y, aunque tenía tiempo para practicarse una regulación menstrual, prefirió esperar por un aborto farmacológico.
«Es un método bastante fácil y seguro. Te haces los análisis necesarios, al día siguiente vas a la consulta, te pesan, te dan unas pastillas que pones bajo la lengua, regresas para tu casa, esperas a sangrar, luego te colocas otras pastillas, continúas sangrando, y en la mañana acudes a que te repitan el ultrasonido para comprobar si el aborto fue completo. Después las pérdidas duran aproximadamente 21 días».
Aborto en Cuba: desde una perspectiva legal
Desde 1936, con la entrada en vigor del Código de Defensa Civil que sustituyó al Código Español de 1870, en Cuba se pueden realizar abortos, en ciertas circunstancias, sin responsabilidad criminal.
Bajo lo estipulado en esa ley, vigente hasta 1979, las interrupciones voluntarias de embarazo solo estaban permitidas para salvar la vida de la madre o evitar un grave daño a su salud; cuando la embarazada hubiese sido víctima de violación, rapto no seguido de matrimonio o estupro y en el caso de que hubiese peligro de transmitir al feto una enfermedad hereditaria o contagiosa de carácter grave.
Sin embargo, eran muchas las que se realizaban abortos de forma clandestina e incluso autoinflingida, con graves complicaciones de salud, incluyendo la muerte, como consecuencia final.
En el texto La trayectoria del aborto seguro en Cuba: evitar mejor que abortar, la doctora María Elena Benítez refleja que, a raíz de los altos índices de aborto y de mortalidad materna que se derivaban de su uso ilimitado y en malas condiciones, tras el triunfo de la Revolución se decidió flexibilizar lo concerniente al aborto terapéutico.
«Permitió cierta cobertura desde el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y su dirección, y algunos médicos fueron ‘autorizados’ y entrenados para su práctica en un medio técnicamente seguro, y dentro de determinadas regulaciones, en particular para casos en que alguna mujer lo solicitara si había fallado un método anticonceptivo o si no pudo o supo evitar un embarazo no deseado o no previsto. Esta interpretación flexible de la legislación vigente permitió que las complicaciones y muertes causadas por el aborto provocado se redujeran en corto plazo. Precisamente, la introducción de su práctica en los hospitales del país, a partir de 1965, tuvo entre sus objetivos brindar a la mujer la seguridad del sistema de salud y disminuir la mortalidad materna por este concepto», refiere la investigadora, jubilada del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana (CEDEM).
Dicha institucionalización se blindó de manera legal en los siguientes Códigos Penales y sus modificaciones, a través de un capítulo dedicado al aborto ilícito dentro del título referido a los delitos contra la vida y la integridad corporal. Asimismo, el Decreto 139 de 1988, Reglamento de la Ley de Salud Pública (artículo 36), legaliza el servicio de aborto en el país.
Al decir de María Elena Benítez, el país supo defender el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, como parte inseparable del derecho reproductivo y humano, y lo reconoció como una conquista importante en la lucha por los derechos sexuales y reproductivos de la mujer.
«La decisión de abortar corresponde a la mujer, son ellas las que deben decidir sobre el control de su propio cuerpo, y, en consecuencia, sobre si continuar o interrumpir un embarazo. Con ello, se borró también una clara desigualdad de género, en tanto no hay ninguna práctica médica que sea necesitada sólo por los hombres y que esté considerada un delito. Asimismo, se explicitó, como criterio de justicia social, permitir que todas las mujeres tuvieran los mismos derechos. Ya no serían las de escasos recursos las que realmente terminarían pagando, incluso con su vida, la penalización del aborto».
En este sentido, resulta reseñable que, mientras en muchos países se establecen las excepciones en las cuales el aborto se practica legalmente, Cuba es uno de los que pauta en su legislación cuándo no debe realizarse.
Entre otros casos, resulta sancionable si se realiza sin atender a las regulaciones de salud establecidas, aunque tenga la autorización de la gestante; cuando se comete por lucro; fuera de las instituciones oficiales o se lleva a cabo por una persona que no es médico.
La doctora Miriam Alicia Gran Álvarez, especialista en Bioestadística, detalla en su libro Interrupción voluntaria de embarazo y anticoncepción: Dos métodos de regulación de la fecundidad, que las figuras delictivas antes mencionadas pueden provocar la pérdida de la licencia médica y prisión y que las disposiciones penales se han complementado con otras sanitarias, como realizarse previamente exámenes de laboratorio para conocer el estado de salud general y diagnosticar enfermedades venéreas.
La Resolución Ministerial 24 del 2013 del MINSAP ampara esta práctica, reconociendo el derecho a acceder al servicio, y la regula según la semana de gestación, especificando métodos y casos en que puede ejecutarse después de concluido el primer trimestre.
Entre los requisitos imprescindibles para todas las variantes de interrupción voluntaria del embarazo (IVE) el documento menciona el «deseo expreso por escrito y evidencia documental del consentimiento informado de la grávida con capacidad plena o su representante legal, cuando proceda». Así, certifica que en tanto las mujeres mayores de edad tienen capacidad legal para solicitar la interrupción del embarazo, las menores requieren consentimiento de los padres.
En el Diagnóstico sobre incidencia de legislaciones y políticas en el acceso de adolescentes y jóvenes a servicios de salud sexual y reproductiva en Cuba, Yamila González Ferrer e Ivonne Pérez Gutiérrez consideran esta exigencia, — reiterada en el Programa Nacional de Salud para la Atención Integral en la Adolescencia (2012–2017) — una barrera legal para el acceso efectivo de las adolescentes a los servicios de Salud Sexual y Reproductiva (SSR).
«El Programa Nacional especifica que es cuando son menores de 16 años, y la Resolución Ministerial no se pronuncia, por lo que implícitamente entendemos que se refiere a aquellas personas menores de 18 años de edad».
En efecto, el doctor Yovany Martínez Vázquez, especialista de segundo grado en Ginecología y Obstetricia en el Hospital Ginecobstétrico Ramón González Coro, de La Habana, certifica que si una menor de edad desea interrumpir un embarazo debe acudir con su madre, padre o tutor legal.
«No todos los adolescentes cuentan con la misma preparación para concientizar los riesgos; ninguno de estos procederes es inocuo, ni siquiera el uso de anticonceptivos hormonales, cuyos prospectos son bien amplios respecto a interacciones, contraindicaciones, reacciones adversas... Igualmente, la interrupción de embarazo, que puede ser una regulación menstrual o un legrado — este con el agravante añadido de que implica uso de anestesia — tienen riesgos reales que pueden llegar a comprometer la fertilidad en el futuro. En este sentido, es beneficioso que un tutor le ayude a entender a lo que se va a exponer, pues no siempre tienen la madurez para comprenderlo», defiende este ginecobstetra.
Sin embargo, el doctor admite que, aunque siempre se intenta lograr un consenso entre la muchacha y su familia, en un escenario de desacuerdo o de temor a solicitar la autorización, las jóvenes pueden llegar a acudir a una interrupción ilegal.
El Código Penal vigente sanciona a quien, sin la debida prescripción facultativa, expenda o facilite una sustancia abortiva, sin embargo, una búsqueda rápida por portales de anuncios en internet muestra solicitudes de compra y venta de Misoprostol, fármaco que induce el aborto y que, en Cuba, está regulado a nivel hospitalario.
«No es un fenómeno exclusivo de estas edades, pero a través de las redes sociales acceden a pastillas abortivas, se las ponen y llegan a los cuerpos de guardia con el aborto incompleto», relata el galeno.
En criterio de las juristas Yamila González e Ivonne Pérez, requerir el consentimiento de los progenitores, tutores o representantes legales puede limitar los derechos y garantías de adolescentes y jóvenes. Enfatizan que la tendencia es a eliminar estas autorizaciones, no solo para el caso de la interrupción de embarazos, sino para el resto de las cuestiones que tributen al acceso de los servicios de salud sexual y reproductiva (SSR) .
«Particular atención merecen aquellas situaciones sensibles de riesgo en el entorno familiar en las que el consentimiento, e inclusive el conocimiento de madres, padres o tutores, pueden atentar contra los derechos de adolescentes y jóvenes», sostienen.
Según el estudio regional desarrollado por las investigadoras, el acceso libre a los servicios de SSR debe comenzar a partir de que hay capacidad legal de consentir las relaciones sexuales. En nuestro país, conforme a la normativa penal y familiar, no debería limitarse desde los 14 años.
Riesgos en la balanza
Desde las historias de mujeres que se sometieron a varios abortos y luego lograron ser madres sin inconvenientes, hasta las de aquellas que «se quedaron sin hijos» por realizarse una interrupción en la adolescencia, el desconocimiento de los riesgos reales de estos procedimientos puede complejizar más el proceso de toma de decisión ante un embarazo no planificado.
Para el doctor Yovany Vázquez Martínez, ambos extremos tienen un poco de leyenda.
«Son realidades que se han descontextualizado, se transmiten de boca en boca. Creo que incluso hay mecanismos psicológicos que inciden para avalar la decisión, en el caso en que se desea la maternidad y en el que no, y esto funciona a cualquier edad. Muchas están inseguras y son condicionadas por la pareja, la familia… en estas edades, sobre todo por la familia, porque ni en las interrupciones IVE ni en los partos las adolescentes suelen estar acompañadas por una pareja».
A pesar del muy escuchado «la primera barriga no se saca», en el caso de las jóvenes menores de 20 años, son más los embarazos que terminan en aborto que los que llegan al parto. Aunque ha habido una disminución gradual de esta práctica en el país, todavía las cifras resultan significativas.
«Hoy las adolescentes paren menos porque interrumpen más sus embarazos, que a la vez aumentan por diversas razones, entre otras: porque el conocimiento que poseen sobre los métodos anticonceptivos y el uso que hacen de ellos es insuficiente, por no relacionar la práctica de relaciones sexuales con la capacidad de dar una nueva vida, una inadecuada comunicación entre progenitores y su descendencia sobre las preocupaciones sexuales y, por último, un pobre desarrollo de los intereses propios de la edad», detalla Grisell Rodríguez en su investigación De lo individual a lo social: cambios en la fecundidad cubana.
Fuente: Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud. MINSAP / Base de datos de nacimientos (SICDEMO). CEPDE/ONEI, Cuba 2021 | Diseño: Alejandro Sosa
«Si bien la maternidad precoz, casi siempre no deseada, es un gran problema, no lo es menos la interrupción del embarazo. Aun las mejores condiciones de seguridad no exoneran al aborto de complicaciones sobre la salud ni de los riesgos físicos y psicológicos que tiene implícito», refieren Daylin Rodríguez Javiqué y Matilde Molina en su artículo Fecundidad adolescente en Cuba: algunas reflexiones sobre su comportamiento por provincias y zonas de residencia.
Sobre todo, cuando se trata de muchachas muy jóvenes. El panorama se complejiza ante resultados de estudios diversos que apuntan a que más del 70 por ciento de las mujeres que acuden a una consulta de infertilidad tienen como antecedente uno o más abortos durante la adolescencia o en su etapa de adulta joven, como sostiene el doctor Alejandro J. Velasco Boza, profesor auxiliar de la Universidad Médica de La Habana. En pocas palabras, no resulta un asunto menor si se tiene en cuenta que casi la cuarta parte de las IVE en nuestro país se realizan en adolescentes hasta 19 años.
Fuente: Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud. MINSAP | Diseño: Alejandro Sosa
No es la infertilidad la única posible consecuencia negativa. Quien se somete a una interrupción de embarazo se expone a riesgos como perforaciones uterinas, sepsis, hemorragias y complicaciones asociadas con la anestesia. Además, sus consecuencias pueden extenderse a embarazos posteriores, influyendo en el bajo peso fetal y en otros perjuicios para la salud materna.
La doctora Mercedes Piloto, quien dirigiera la Sociedad Científica Cubana para el Desarrollo de la Familia (SOCUDEF), considera que la seguridad de las interrupciones en Cuba atenta contra la responsabilidad con la cual se acude a ellas. En la actualidad se abusa de las interrupciones, a veces realizándose más de una en el año, — explica — porque aparentemente se sale bien, sin tomar en cuenta sus secuelas a largo plazo, que incluyen trastornos como abortos espontáneos y partos pretérmino en gestaciones posteriores deseadas.
Fuente: Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud. MINSAP | Diseño: Alejandro Sosa
«Cualquier procedimiento para las adolescentes puede significar mayor riesgo que para las adultas. En primer lugar, estamos hablando de un organismo que no tiene todavía toda la madurez biológica: el útero puede ser un poco más pequeño, el cuello igual y todo eso acarrea dificultades. Pero a la adolescente dentro del sistema de salud siempre se le protege de manera diferenciada. Por ejemplo, en el caso del aborto, se trata por todos los medios de sea farmacológico porque así se evita la instrumentación», detalla la doctora.
Fuente: Dirección de Registros Médicos y Estadísticas de Salud. MINSAP / Base de datos de nacimientos (SICDEMO). CEPDE/ONEI, Cuba 2021 | Diseño: Alejandro Sosa
Mas, no solo el aborto conlleva peligros. Para el doctor Yovany Martínez, siempre que el embarazo esté en el marco de las semanas en que puede interrumpirse, el aborto resulta menos riesgoso que continuarlo.
«Se dice que los embarazos, a menos tiempo, menos complicaciones, mientras más semanas avanza, mayores son los riesgos. Es un proceso biológico delicado, y la edad es una variable que, en sus extremos, incide. La adolescente está viviendo un proceso biológico en el cual no ha desarrollado aún su potencial intrínseco de crecimiento, ese organismo demanda muchas calorías. En el embarazo hay un incremento de todas estas necesidades y si, además, proviene de un medio social donde no tiene las mejores condiciones para su alimentación, por ejemplo, es un factor de riesgo a la prematuridad, a la desnutrición», refiere.
En consonancia, Piloto explica que en estos rangos etarios las complicaciones tanto durante el embarazo para ellas como posteriormente para la descendencia suelen ser mayores.
«Comienzan siendo bajo peso, porque están dando el estirón, muchas veces tienen anemia, que es frecuente en el Oriente del país, donde mismo está la mayor prevalencia de embarazo a estas edades. Cuando empiezan siendo anémicas hay cuatro veces más posibilidades de que no se recuperen durante el embarazo. Todo eso trae como consecuencia niños de bajo peso, partos prematuros, eclampsias y preeclampsias, complicaciones genéticas. Además, aunque ninguna madre antes de tener hijos es experta, cuando ellas solas están a cargo, son más frecuentes los accidentes en el hogar».
En el informe Las uniones tempranas y el embarazo en adolescentes. Desafíos y compromisos con la salud sexual y reproductiva de adolescentes, elaborado por la doctora Francisca Cruz Sánchez, responsable del Grupo de Trabajo para la Salud Adolescente del Ministerio de Salud Pública, consta que en el año 2019 el 30 por ciento de los fallecidos menores de un año, debido a complicaciones durante el embarazo, el parto o después, eran hijos de madres adolescentes.
Por todos estos riesgos, en nuestro país son muy priorizadas, asegura la doctora Cruz, quien explica que en todas las provincias están creadas las condiciones para atenderlas, con total cobertura, seguridad y ética.
«Fallecen muy pocas y cuando lo hacen es porque tienen alguna enfermedad asociada de difícil control y por mucho que se atiendan no logran controlarse, pero es muy baja la mortalidad materna adolescente».
Al respecto, el doctor Yovany refiere que desde la captación son clasificadas como de alto riesgo obstétrico, debido a su edad, a partir de lo cual se les proporciona el seguimiento que necesitan. «Que se atiendan y cursen bien, por lo general, no quiere decir que no sea un problema de salud», recalca.
Fuente: Las uniones tempranas y el embarazo en adolescentes. Desafíos y compromisos con la salud sexual y reproductiva de adolescentes, Francisca Cruz Sánchez. Datos del 2019, preliminares. | Diseño: Alejandro Sosa
Anticoncepción: una asignatura pendiente
Samantha lo admite, no se protegía. Llevaba tiempo conviviendo con su novio y, hasta ese momento, había evitado quedar embarazada contando sus días fértiles.
No es algo poco usual. De acuerdo con el artículo de Matilde Molina y Daylin Rodríguez Javiqué, investigaciones recientes han dado cuenta de que la utilización de métodos anticonceptivos, en muchos casos, es discontinua e intermitente, resultando en embarazos no deseados que con frecuencia son atribuidos a fallas del método y no a una mala práctica contraceptiva.
Lídice Mederos, coordinadora nacional de la Línea de Adolescentes y Jóvenes del Programa de Prevención de ITS-VIH/Sida explica que, en el caso del condón masculino, se percibe un incremento del uso sobre todo en edades más jóvenes. Aun así, admite, la percepción de una relación de pareja como estable lleva a abandonar su empleo en muchas ocasiones.
Fuente: Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados, 2019 | Diseño: Alejandro Sosa
En Cuba no se producen condones. La industria nacional elabora la píldora de emergencia Levoemer y cuatro tabletas anticonceptivas que se colocan en el mercado junto a otras extranjeras. El abastecimiento de estos insumos depende, en buena medida, de importaciones que en los últimos tiempos han sido difíciles de capitalizar. Esta crisis de abastecimiento ha representado — representa — un reto significativo.
«Los mecanismos de anticoncepción están escasos: pocos preservativos, pastillas, vacunas… los métodos hormonales en sus diferentes presentaciones. Entonces, cuando las adolescentes vienen buscando anticoncepción, el médico explica las ventajas y desventajas de cada uno y ella escoge, pero si no está disponible, hay un problema», atestigua el doctor Yovany Martínez.
El condón masculino ha sido el más afectado: hace aproximadamente tres años no se logra cubrir la demanda del profiláctico en el país.
«Es uno de los métodos que más se utilizan en estas edades y lo buscan bastante. Las dificultades de suministros que enfrentamos pueden acarrear retroceso en una práctica que quizás ya se estaba arraigando en este grupo de población», lamenta Mercedes Piloto.
«Hemos tenido momentos muy buenos, con más de una marca de condón disponible en el país, el trabajo de prevención también genera una demanda y los jóvenes incorporan su uso mucho más rápido que personas de edades más avanzadas. Por otra parte, hay muchos mitos respecto a la inhibición del placer, es necesario un trabajo sistemático y continuo», comenta, a su vez, Lídice Mederos.
Sobre este tema, Molina y Rodríguez refieren que los adolescentes cuentan con conocimiento de los métodos anticonceptivos, sin embargo, su uso está mediado por creencias erróneas sostenidas a partir de experiencias personales y familiares, que develan una comprensión incompleta, estereotipada y más formal que real.
Entre los prejuicios destaca también el relacionado con el uso de anticonceptivos hormonales y dispositivos intrauterinos (DIU) en edades tempranas.
«Los adolescentes pueden utilizar cualquier método anticonceptivo. Las contraindicaciones son propias de cada paciente, debido a condiciones de riesgo para la salud, pero médicamente ninguno está contraindicado en función de la edad. En el caso de las tabletas, incluso, se pueden utilizar para tratar trastornos menstruales que ocurren en los primeros tiempos después de la menarquía», explica la doctora Mercedes Piloto, y añade que no existe método idóneo para ninguna edad, sino buscar, en todas, doble protección, con uno de barrera, como el preservativo, masculino o femenino, que también protege de las ITS, y uno hormonal o intrauterino.
Lo cierto es que ese conocimiento está demorando en llegar. En su tesis de doctorado, Grisell Rodríguez detalla que la iniciación sexual de las mujeres está ocurriendo con relaciones mayoritariamente desprotegidas. Aunque la Encuesta Nacional de Fecundidad de 2009 evidencia que la brecha entre el comienzo del coito y el uso de anticonceptivos se ha ido cerrando, el primero sigue precediendo al otro, matizado, además por un rejuvenecimiento de ambas edades. Causas de disímiles signos conspiran.
«Casi ninguna tiene la primera relación sexual protegida, y si es así, cuando conocen a la pareja, en la segunda o tercera relación dejan de protegerse. Otro elemento es que cuando las muchachas se lo piden a los varones ellos cuestionan si se debe a que les están siendo infieles», relata Matilde Molina, subdirectora del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana.
La Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados (MICS, por sus siglas en inglés) realizada en 2019, evidencia que el 72.1 por ciento de las jóvenes entre 15 y 19 años han tenido relaciones sexuales; de ellas, casi un cuatro por ciento tuvo más de una pareja durante el último año, el valor más alto de las mujeres entrevistadas. Resulta reseñable que las adolescentes fueron, también, las que reportaron más uso del condón cuando habían cambiado de compañero sexual.
Fuente: Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados, 2019 | Diseño: Alejandro Sosa
En el caso de las muchachas solteras entre 15 y 19 años, la cobertura anticonceptiva alcanza el 85.5 por ciento, igualmente la más elevada de sus congéneres sin vínculo matrimonial.
No se repite este comportamiento de cuidado, sin embargo, en las casadas. El 33.2 por ciento de las mujeres menores de 20 años en una relación matrimonial o de unión consensual no usa ningún método anticonceptivo. Este indicador es el más alto de todos los grupos etarios, exceptuando el de las mujeres de 45 a 49 años.
Fuente: Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados, 2019 | Diseño: Alejandro Sosa
Aunque más de un 65 por ciento de cobertura anticoncepcional pudiera resultar un indicador satisfactorio para algunas interpretaciones, nos enfrentamos a un escenario en que dos de cada 10 adolescentes, en una relación marital, están expuestas a quedar embarazadas sin desearlo. Lo evidencia el apartado de las MICS referido a las necesidades de planificación familiar.
Fuente: Encuesta de Indicadores Múltiples por Conglomerados, 2019 | Diseño: Alejandro Sosa
Las soluciones parecieran estar concentradas en mayor educación sexual, promoción de las opciones y disponibilidad.
«La información está en las instituciones educacionales, de salud… Por el momento, no tenemos todos los anticonceptivos, pero hay que buscar alternativas, acudir al médico para conocer de los que están cuál es el más adecuado. Lo ideal es el preservativo, porque también protege de las ITS, pero al menos se debe garantizar no quedar embarazada», sostiene Natividad Borrego, especialista del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).
Por su parte, Mercedes Piloto opina que es necesario buscar nuevas formas de llegar a la población juvenil.
«El cara a cara es importante, pero ellos consumen muchos más mensajes por plataformas tecnológicas. La atención debe ser a través de los medios que ellos manejan, no con lo que nosotros queramos. Todavía se siguen poniendo mensajes en televisión, eso está perfecto, pero para el adolescente no funciona, porque no lo ve».
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Quizás una de las secuelas de las interrupciones de embarazo en estas edades de las que menos se habla es la afectación psicológica. Sin embargo, los especialistas entrevistados coinciden en que resulta significativa. Aun así, en la actualidad, no siempre se brinda atención de este tipo cuando ellas enfrentan uno de estos procedimientos.
«Nadie quiere pasar por eso. Además, hay muchos estigmas, se sigue viendo mal. Mi pareja se preocupó, me acompañó, pero no se lo tomó como yo, que era quien lo vivía. Psicológicamente afecta, porque una se siente muy sola, con algo que le pertenece, aunque no lo quiera tener, y eso no lo entiende otra persona. Para mí fue un golpe emocional», recuerda Samantha.
Con el tiempo, lo superó, aunque considera que hubiese sido imprescindible apoyo psicológico por parte del personal a cargo de realizar la IVE o de alguna consulta asociada.
Hoy, años después, está segura de que hizo lo correcto para sus circunstancias.
¹ El nombre fue cambiado para proteger la identidad de la entrevistada.
*Esta serie es resultado de una tesis en opción a la licenciatura en Periodismo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana. Asimismo, es parte de las acciones comunicativas en homenaje al 50 aniversario del Centro de Estudios Demográficos de esta universidad.