Lirians Gordillo Piña - Revista Mujeres.- La historia y el arte protagonizados por mujeres constituyen el registro de un tiempo cargado de resistencias, opresiones, conflictos y experiencias de las mujeres en la sociedad patriarcal. Ese “cordón umbilical” enlaza, por ejemplo, una antología poética sobre las violencias machistas, con la mirada de una historiadora a su barrio en tiempos de pandemia y la escritura de tres cuentistas cubanas sobre la vejez.
Esa mirada crítica desde las experiencias de las mujeres estuvo presente en el Coloquio Internacional Tiempos, destiempos y contratiempos en la historia y la cultura de las mujeres latinoamericanas y caribeñas, organizado por el Programa de Estudios de la Mujer de la Casa de las Américas.
La 28 edición del encuentro reunió del 22 al 24 de febrero la presentación audiovisual de las ponencias en el portal web de la institución cultural. Participaron investigadoras cubanas, de España, México, Canadá, Italia y Estados Unidos, quienes miraron la historia pasada y el tiempo presente que viven las ciudadanas, creadoras y activistas de sus países.
Resulta interesante que en ponencias nacionales la mirada al tiempo contemporáneo revisitara realidades y problemáticas como los cuidados, la participación y la sobrecarga doméstica de las mujeres durante la pandemia de la covid-19, la migración, las relaciones intergeneracionales, el impacto de las violencias, la distribución del tiempo y el empleo, entre otros temas.
Comenzando la pandemia, la historiadora Leonor Amaro llevó sus estudios sobre las calles adoquinadas a su hogar. Las medidas restrictivas para enfrentar la enfermedad hicieron que el espacio doméstico se convirtiera también en oficina. Amaro instaló su computadora en el portal de su casa en El Vedado, desde allí retomó largas conversaciones con sus vecinas y vecinos, “algo inusitado en su vida cotidiana anterior al evento epidemiológico”, afirma en su ponencia Vida cotidiana de las mujeres en momentos de pandemia: ¿avance o retroceso?
“Desde esas conversaciones casuales, espontáneas y desorganizadas nació la entrevista como necesidad de comunicación y un embullo tremendo por saber más acerca del mundo concreto que me rodeaba. En el orden personal, psicológicamente, quería olvidarme que estaba condenada al encierro y continuaba atrapada por las presiones externas del bloqueo -que en el caso de nuestro país no es cosa de juego- y las ineficacias de la organización interna, cuestiones que hacen más difícil el día a día del ciudadano común. De esta manera comenzó mi estudio sobre la calle H”, recuerda la profesora de Historia de la Universidad de La Habana.
Este análisis, según declara su autora, asume las consideraciones de la micro historia y desde esa perspectiva cuenta con las voces de personas del entorno, en su mayoría mujeres para contar no solo la historia del barrio, sus costumbres, cambios y pérdidas, sino también para mostrar en la vida cotidiana los impactos de la crisis económica y social que atraviesa la nación.
“La mayoría de las observaciones de los entrevistados me indicaban una situación crítica de la vida cotidiana en Cuba, que evidenciaba los cambios ocurridos en el país y sobre todo las distintas maneras de evaluar los acontecimientos de acuerdo a las peculiaridades del grupo poblacional, diferenciándose por edades, sexo, color de la piel, creencias y modos de vida”, reflexiona la historiadora.
En su ponencia Tiempo, trabajo, género. Los laberintos del cuidado la economista Teresa Lara comparte análisis, estadísticas y propuestas urgentes que conectan con las reflexiones de la historiadora. En particular, el lugar de los sujetos, principalmente las mujeres, para enfrentar las crisis y aprovechar los cambios.
“La visión de la nación a la que se aspira entiende la igualdad y los derechos humanos como condiciones ciudadanas. Las nuevas oportunidades de las reformas en la actualización económica obvian que las personas tienen diferentes puntos de partida según sexo, orientación e identidad sexual, área geográfica, recursos, color de la piel, edad y por tanto no pueden aprovechar las oportunidades por igual”, alerta la economista feminista.
Lara ofrece datos que ponen en evidencia la desigualdad en el trabajo de cuidados no remunerados, una actividad que asumen en su mayoría las mujeres.
“Una aproximación empírica de las encuestas de uso del tiempo del 2001 y 2016, aunque tienen diferentes metodologías, resulta que las mujeres en el 2001 dedicaban al trabajo remunerado el 50% de las horas de los hombres y, en la del 2016, el 64,5%. Sin embargo, en cuanto al trabajo no remunerado en el 2001 y en el 2016 las mujeres trabajaban un 64% más que los hombres”, apunta la experta.
Explica además que estos resultados “marcan la tendencia a igualar las horas de trabajo remunerado entre mujeres y hombres, mientras se mantiene la desigual distribución del tiempo en el trabajo no remunerado”.
Y ¿qué impacto tiene esta realidad en la vida de las mujeres, sus tiempos, salud mental y bienestar?, cuando se intensifica el trabajo doméstico y de cuidados no remunerados en medio del envejecimiento poblacional, la pandemia y los cambios económicos.
Para la ensayista y feminista Zaida Capote Cruz discutir la vejez desde la ficción “puede servirnos, con su ilustración ficticia de los conflictos, para exponer realidades de esquiva pronunciación en las discusiones cotidianas.”
En su ponencia La vejez en tres ficciones cubanas Capote Cruz analiza los cuentos “El viejo, el asesino y yo” de Ena Lucía Portela, “Fugas” de Aida Bahr y “La madre y la paz” de Lourdes González Herrero[i].
Capote opina que “enfrentar la atención de quienes han llegado a la ancianidad en momentos cuando las prestaciones estatales se han contraído estentóreamente es una especie de trauma colectivo que vivimos casi sin advertirlo, pero que aflora consistentemente en los relatos culturales, como ocurre, entre otros, en los cuentos que voy a analizar aquí”.
En las obras analizadas por Capote los conflictos entre ancianos y jóvenes se expresan de manera diversa: “entre una joven escritora y un intelectual de otro tiempo, cuyas disensiones se expresan en gestos, miradas y palabras y podrían resolverse en una inesperada comunión; entre una niña que ha sido abandonada en el mundo real, pero también imaginario, de su bisabuela, perdida en sus recuerdos y sus cuentas pendientes con la vida, y entre una hija que debe velar por la salud y la sobrevivencia de la madre a costa de su propia felicidad”, resume la investigadora.
El análisis de los textos literarios muestra también esos lazos que existen entre la escritura, la experiencia personal y las ciencias sociales. Compartir sobre los tiempos, destiempos y contratiempos en la historia y la cultura de las mujeres latinoamericanas y caribeñas siempre será la oportunidad de mostrar esos lazos y alcances del pensamiento crítico feminista y de las mujeres.
[i] Capote comparte en su trabajo las referencias de los textos: “El viejo, el asesino y yo” apareció en la revista Revolución y Cultura (La Habana, núm. 1, época iv, enero-febrero de 2000, pp. 46-52). Las citas provienen de Ena Lucía Portela, El viejo, el asesino, yo y otros cuentos. Edición de Iraida H. López, Stockcero, Doral, 2009, pp. 63-84; “Fugas” en Aida Bahr, Ofelias. Premio Alejo Carpentier de Cuento, 2007. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2007, pp. 64-86, y “La madre y la paz” en Lourdes González Herrero, La sombra del paisaje. Premio “Guillermo Vidal” Uneac de Las Tunas. Ediciones Unión, La Habana, 2009, pp. 27-34.