Ania Terrero - Cubadebate / Letras de Género (Imagen Inciso).- Paola cuenta que tiene una bebé de 79 años. Desde hace unos años, cuando su abuela tuvo la primera caída seria, se mudó con ella para que no estuviera sola. Ahora, con dos fracturas de cadera, algún accidente cerebro-vascular y una demencia senil a cuestas, la anciana necesita de cuidados las 24 horas del día.
Ella la protege, la mima, le sigue la rima, la acompaña. También subordina buena parte de su vida a sus cuidados. El trabajo, su pareja, los amigos: todo se resiente. Por un lado, dedica buena parte de sus esfuerzos y pensamientos a garantizar que no le falte nada; por otro, busca ingresos económicos que garanticen el pago a otras cuidadoras que la complementen.
En cualquier caso, Paola no recibe retribución económica por un rol que aún no se entiende como trabajo, apenas tiene tiempo para sí misma y sufre los efectos psicológicos de la tarea asumida. Lidia con las consecuencias de las aún insuficientes políticas para quienes viven esta situación en Cuba y otros desafíos latentes, ya abordados en esta columna.
Para Magela Romero Almodovar, coordinadora de la Red Cubana de Estudios sobre Cuidados, el principal reto en ese sentido es el reconocimiento de estas labores como un trabajo y no como una actividad más, pues son de vital importancia en términos de aportes económicos y sociales para el país.
Además, es necesario identificar a las personas que cuidan y a quienes son cuidadas como sujetos de derechos y deberes, una apuesta que transversaliza al nuevo Código de las Familias. “Como las familias siguen jugando un papel protagónico en esta actividad, aún existe un significativo número de personas que la ejercen de forma no remunerada lo que va en detrimento de su autonomía económica”, agrega.
Si añadimos a esta ecuación que la mayoría son mujeres formadas, con una activa participación social y que muchas veces se dedican a estas labores sin los apoyos necesarios para no afectar su propio desarrollo y el alcance del bienestar, el problema se complejiza en términos de participación y corresponsabilidad.
Desde la perspectiva de Romero, hay además una visión macro relacionada con la centralidad que deben tener los cuidados de la vida, de cara al análisis de las proyecciones del país en función de la sostenibilidad. En coherencia con ello, es necesario contar con datos exactos que evidencien cuáles son las aportaciones de este trabajo a la economía.
“Debemos aportar bases para un Sistema Nacional para el Cuidado de la Vida, a partir del aprovechamiento de experiencias previas y el potencial de los estudios levantados por especialistas del país”, puntualizó.
En ese contexto, la realización del III Taller Nacional de Estudios sobre Cuidados los días 24 y 25 de marzo en la Universidad de La Habana resultó de vital importancia para listar los pendientes e identificar cómo la ciencia puede contribuir a la resolución de estos conflictos.
Un taller para pensar el futuro
El evento, que reunió a investigadores, directivos y otros actores relacionados con el tema, se desarrolló por primera vez de forma presencial en un contexto marcado por los debates en torno al nuevo Código de las Familias y otros avances en función de políticas que tributen a la reorganización del trabajo de cuidados.
Además, permitió ampliar el diálogo entre los miembros de la Red de Estudios, autoridades gubernamentales, de la Federación de Mujeres Cubanas y de agencias de cooperación internacional.
Según Romero, uno de sus principales propósitos fue identificar cómo los resultados y diagnósticos de las investigaciones pueden contribuir al proyecto gubernamental Trabajo no remunerado, que coordina el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social.
Tras una presentación de la propuesta por parte de Adrián Fonseca, director de empleo de ese organismo y coordinador de esta iniciativa, debatimos cuáles eran nuestros recursos y rutas como Red para sumarnos a este encargo, dijo.
El proyecto en cuestión incluye la creación en Cuba de un Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida, pero también la identificación de metodologías que midan el aporte del trabajo no remunerada al PIB nacional, la realización de campañas de comunicación anuales y el perfeccionamiento de la capacitación a personas cuidadoras, decisores y la población en general.
En sentido general, apuntó la socióloga, el taller resultó una continuidad del trabajo durante tres años de la Red, que busca poner la ciencia al servicio de la transformación necesaria de las políticas.
En definitiva, urge diseñar nuevas estrategias ajustadas a las nuevas realidades y conseguir corresponsabilidad, equidad y justicia en las labores de cuidados de un país que envejece.