Beatriz Ramírez López - Revista Muchacha.- Pensarían que es la mejor forma de desmoralizar a las tropas enemigas: arrebatarle la seguridad de sus hijas, madres y esposas. Agredirlas de la peor forma posible, despojarlas de su cuerpo, transformarlas en botines de guerra.
No, no hay ganadores en una guerra. Tampoco hay privilegios, aunque muchos se empeñen en lo contrario. Nadie tiene mejores “roles” en un conflicto armado.
Al final, la violencia, el odio y las armas alcanzan a todas y todos por igual. A algunas personas de forma más degradante que a otras…
Las guerras no traen beneficios para nadie. La militarización, el desastre material, los daños al medio ambiente, las constantes violaciones de los derechos humanos, los desplazamientos, el miedo y la pérdida de la vida, son terrores por donde quiera que se mire.
Las historias de mujeres, niñas y adolescentes violadas, mutiladas y asesinadas por el enemigo abundan. A veces el plus de dolor incluye hacer las atrocidades frente a sus seres queridos.
Pensarían que es la mejor forma de desmoralizar a las tropas enemigas: arrebatarle la seguridad de sus hijas, madres y esposas, agredirlas de la peor forma posible, despojarlas de su cuerpo, transformarlas en botines de guerra.
Cuerpos violentados
El Diccionario panhispánico del español jurídico de la Real Academia Española define como botín de guerra al conjunto de bienes que se apropian los soldados del enemigo tras las batallas y que formaban parte de su salario o recompensa.
Pero históricamente, esos “bienes” han representado más que simples objetos, riquezas o dinero. Los cuerpos de las mujeres, su dignidad y tranquilidad también son agredidos y tomados por la fuerza.
La investigación La violencia contra las mujeres en los conflictos armados, publicada por Amnistía Internacional, refiere que las formas de abuso documentadas con más frecuencia incluyen la violación, los abusos y agresiones sexuales, la infección deliberada con el VIH/sida, la pornografía, la mutilación sexual, la experimentación médica con los órganos sexuales y reproductivos de las mujeres.
Además de la esclavitud sexual, el matrimonio o la cohabitación forzada, los abusos cometidos delante de otras personas (lo cual aumenta la humillación), los abusos o amenazas de abusos contra mujeres para torturar o coaccionar a familiares varones, la trata de mujeres y niñas y la prostitución obligada.
Amnistía internacional.
El mismo documento explica que según el derecho internacional, muchos actos de violencia contra la mujer cometidos por las partes de un conflicto (ya sea internacional o interno) constituyen tortura.
Por otro lado, el artículo La mujer como botín de guerra, de Gloria Poyatos Matas, Magistrada del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, expone que hay un arma secreta en todo conflicto armado que se reproduce sistemáticamente bajo la mirada anodina del planeta, cuya crueldad debiera escandalizar la moral del mundo: es la violencia sexual extrema que se inflige sobre las mujeres. Una batalla que se perpetra en el cuerpo de ellas, que son el botín de una guerra decidida, financiada y ejecutada por hombres.
"La violación de las mujeres no es una consecuencia, más o menos inevitable o intranscendente de un conflicto armado, sino que es una política aplicada sistemáticamente, para destruir grupos humanos, además de a la propia víctima directa", concluye.
Las barbaries cometidas históricamente por el poder acrecientan las desigualdades sociales que se refleja, entre tantas formas, en el odio y la apropiación del enemigo de las mujeres.
Los cuerpos femeninos, cosificados al límite, siendo agredidos sexualmente de manera brutal; arrebatarle a las mujeres su capacidad de decisión y forzarlas a los más diversos actos, son reproducciones de una estructura hetero-patriarcal que sustenta y valida la misoginia y la violencia sexual en sus formas más extremas.