Lirians Gordillo Piña - Revista Muchacha / Fotos cortesía de la entrevistada.- Analaura Abreu Alfonso tiene 24 años y vive en la provincia Matanzas. La poesía, el emprendimiento y el afrofeminismo se encuentran en ella como expresión de su identidad, como reencuentro con la memoria y búsqueda de la justicia.
“Mi interés por la literatura comenzó desde muy joven, siempre me gustó leer y me apasionó la poesía. Las obras de Dulce María Loynaz marcaron mi adolescencia, aunque comencé a escribir años después, sus versos me acompañaron siempre. La poesía representó un modo de expresión, el lenguaje poético me permitió conectar con mi cuerpo y con mis emociones”, declara Analaura a Muchacha.
Parte central de ese encuentro es el vínculo y el rescate de sus antepasados.
“La poesía me ha permitido saldar cuentas con la memoria. A mis abuelos negros, les debo la fuerza, la valentía, la ancestralidad, el ímpetu, el desgarramiento por tantos años de esclavitud y de barbarie, eso ha trascendido hasta mis obras”, cuenta.
Por eso también el afrofeminismo le es consustancial a la escritura y la vida misma, pues en él se reconoce como mujer negra y de esa sensibilidad nace el poema.
“El afrofeminismo es la historia de mis ancestras que ha sido silenciada e invisibilizada, el orgullo de reconocerme como mujer negra, la lucha por desmontar y desaprender las visiones colonialistas y patriarcales”, afirma Analaura.
Licenciada en Gestión Sociocultural para el Desarrollo, esta joven cubana ha encontrado en el mundo del emprendimiento un espacio para acortar las desigualdades y apostar por empoderamiento colectivo.
“El Bazar-Aya Luz surge como una extensión de la Experiencia Comunitaria Wemilere Cardenense, en la ciudad de Cárdenas. Se especializa en la comercialización de artículos con una matriz estética afro, ha sido capaz de articularse con otros afroemprendimientos como Ayadeba, Desde mi balcón, Azabache, Oshún So y Confecciones.
“Son negocios que se originan a partir de la poca representación de la mujer afrocubana en el sector cuentapropista, funcionan como una fuente de empleo para las mujeres negras y se encargan de reafirmar la identidad y mantener viva nuestra esencia como afrodescendientes”, explica.
Las estadísticas ponen en número lo que Analaura describe como vivencias; menos del 30% de los emprendimientos en el país son encabezados por mujeres y lamentablemente no se encuentran datos que identifiquen cuántas de ellas son mujeres negras y jóvenes.
Cifras recientes, sobre las cooperativas y las medianas y pequeñas empresas (MYPIMES), lo ilustran: “en cuanto al sexo, el 76.7 % de los socios de estos nuevos actores económicos son hombres, mientras el 23.3 % restante constituyen mujeres; y por edades, el 27 % son jóvenes (personas entre 18 y 35 años)”, refiere un reporte de la Agencia Cubana de Noticias (ACN).
Para cambiar esa realidad, es necesario no solo cambiar programas, políticas y leyes. Hace falta mirar los desventajosos puntos de partida que siguen dejando atrás a las mujeres y personas racializadas. La cultura, las relaciones, los símbolos y esteriotipos también impactan en la economía.
“Nos enfrentamos a un contexto complejo, el racismo se refleja en el lenguaje, en la gestualidad, en los estereotipos, en la invisibilización de la población afro en los diversos espacios, por eso es fundamental la conciencia antirracista, comenzar a desaprender y deconstruir lo que está mal aprendido, aquí radica la importancia del activismo antirracista”, propone Analaura.