Red Semlac.- Entender el abuso sexual infantil como un problema de salud y preparar a los profesionales del sistema sanitario para identificarlo son retos que tiene hoy la sociedad cubana en pos de detectar, atender y denunciar estos hechos de violencia contra niños, niñas y adolescentes.
No es un asunto que solo atañe al niño o niña, su familia y los órganos judiciales, significó la máster Ivón Calaña, subdirectora de Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), quien enfatizó en que compete a todas las personas e instituciones y requiere una mirada diferente desde el sistema de salud.
Al respecto, apuntó que 50 por ciento de personas entrevistadas, dentro de un grupo de prestadores de servicios de salud a las edades pediátricas, refirieron no haber recibido preparación alguna que les permitiera sospechar la presencia de abuso sexual infantil; mientras el otro 50 por ciento dijo que el acercamiento al tema fue superficial y deficiente.
Ivón Calaña, subdirectora de Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), enfatizó en que el abuso sexual infantil compete a todas las personas e instituciones y requiere una mirada diferente desde el sistema de salud. Foto: SEMlac Cuba
Calaña abordó el fenómeno durante la videoconferencia Pautas jurídico-victimológicas para la detección, registro y denuncia del abuso sexual, organizada por el Cenesex como parte de las jornadas Hablemos de sexualidad: aprender para la vida.
La especialista resaltó que la mayoría de los entrevistados desconocía que el abuso sexual infantil es considerado un problema de salud por el clasificador internacional de enfermedades, lo cual parece estar en concordancia con el hecho de que, incluso cuando en su ejercicio profesional encontraron elementos que podrían estar vinculados a este tipo de violencia, no lo registraron como tal en la hoja de cargos.
La incidencia del abuso sexual infantil es un problema que se da a nivel mundial, acotó la experta, pero lo más alarmante no son las cifras, sino que estas no reflejan la realidad del fenómeno, de ahí la importancia de preparar a todos los actores sociales para identificarlo.
En ese sentido, resaltó las potencialidades de los servicios de salud, entre ellas el diseño cubano de atención primaria, por su cercanía a las familias.
Los servicios de salud deben enfocarse en la salud integral, atender a los niños como sujetos de derecho y vigilar las manifestaciones sicológicas y físicas que se derivan de la violencia, sostuvo la subdirectora del Cenesex, quien subrayó la importancia de profundizar en las marcas, visibles o no en los menores, pero que sin duda son una solicitud de auxilio.
Los niños y niñas no siempre tienen la capacidad de identificar que son víctimas de abuso, agregó, o puede suceder que estén bajo amenaza, coacción o se sientan culpables por lo que les sucede.
A ello se añade que, según las investigaciones cubanas y foráneas, los principales agresores suelen ser personas cercanas, lo que contribuye a que este tipo de violencia se mantenga en silencio, dijo.
Calaña precisó que actualmente se trabaja en el diseño de una estrategia del sistema nacional de salud para la prevención y atención de la violencia basada en género y las que ocurren en el ámbito familiar. Esta concibe pautas para que a nivel sectorial haya una mayor atención a niños, niñas y adolescentes, en función de su protección.
No obstante, señaló, urge actualizar las normas, programas y procedimientos, desde un enfoque de género y de derechos humanos, para garantizar la detección, atención, registro y denuncia de los hechos de abuso sexual infantil.
“Ello demanda una definición teórica y operativa, amplia además, de lo que es el abuso sexual infantil, que permita su identificación y visibilización, en cuanto a que se determinen las formas en las que se puede manifestar; los vínculos entre agresor y víctima; determinados indicadores físicos, psicológicos, comportamentales, específicos e inespecíficos, y los factores de riesgo”, añadió.
La detección requiere conocimiento sobre el tema y sobre la legalidad, comentó la experta y enfatizó en que el proceso debe caracterizarse por dar prioridad al interés superior de la niñez, por el trato digno y ético hacia los menores, y la escucha activa.
Consideró relevante que, como parte de la formación de pregrado y posgrado dentro del sistema sanitario, se implementen acciones concretas de información y sensibilización basadas en evidencia científica, dirigidas a concientizar sobre el abuso sexual infantil como un problema de salud y el derecho de protección de niños, niñas y adolescentes.
“El diagnóstico inicial es siempre un diagnóstico de sospecha”, remarcó, y acotó que la ausencia de indicadores físicos no descarta la presencia de abuso sexual. En ese camino, consideró de gran importancia disponer de un protocolo específico de actuación para la detección, atención y registro del abuso sexual, que se convierta en una herramienta para estos profesionales.
La atención a estos casos debe estar clasificada de urgencia médica e integral, de modo que implique atender inmediatamente tanto el aspecto físico como psicológico, además de comunicarse de inmediato la sospecha de un caso al responsable del centro de atención sanitaria y los representantes legales del menor.
“Con independencia del tipo de abuso sexual siempre se debe proceder a la denuncia”, valoró Calaña, quien insistió en la importancia de que la atención a las personas víctimas quede registrada en la hoja de cargo de la asistencia sanitaria y la historia clínica, pues estas serán las bases para el informe pericial, donde deben hacerse constar todas las intervenciones físicas y psicológicas.
De acuerdo con una publicación del Cenesex en sus redes sociales, en el primer semestre de 2022 sus servicios científicos asistenciales recibieron 541 personas. Específicamente en la Atención al Abuso Sexual Infantil y otras manifestaciones de maltrato, predominaron como motivos de consulta las agresiones sexuales, dentro de las que se encuentran la violación y el abuso lascivo; con un incremento inusual de los casos atendidos con respecto a años anteriores.
Las niñas y adolescentes femeninas continúan como las principales víctimas; sin embargo, también han atendido niños por estas mismas causales.
Los menores de edad que solicitan el servicio se encuentran muy dañados emocionalmente, con afectación escolar y en las relaciones interpersonales, detalla el Cenesex, y enumera entre los síntomas la depresión, trastornos del sueño, miedos y dificultades en la esfera social.