Coronel Nelson Domínguez Morera / Prensa Latina - Revista Mujeres.- En el día de su graduación como periodista, el 26 de julio de 1953, Marta Rojas Rodríguez fue a la vez testigo excepcional de los sucesos del asalto al cuartel Moncada que dirigió Fidel Castro, acontecido ese mismo día en su tierra natal, Santiago de Cuba.


La recién graduada recogió minuciosamente aquel trascendental acontecimiento y el posterior juicio a los sobrevivientes de aquella proeza revolucionaria que le marcó su vida profesional y pensamiento revolucionario, pero sus reportajes le serían censurados en la revista Bohemia, publicación a la cual los entregó.

Marta Rojas falleció el 3 de octubre de 2021, luego de una prolífera carrera periodística y como escritora que produjo varias novelas en las que ensalzó a la mujer negra cubana.

La recuerdo siempre con su sonrisa diáfana, como en aquella ocasión en que compartimos el último día de 1997, cuando decidimos pasarlo con Sara González, “la Gorda” para sus amigos, algunos de sus íntimos, en lugar de hacerlo con nuestras respectivas familias, alegando que casi también así lo era. La trovadora estaba toda reluciente y afectiva.

Entre los presentes fulguraba la Premio Nacional de Periodismo y Heroína Nacional del Trabajo Marta Rojas, de quien recuerdo aglutinaba con su modesto verbo a su alrededor a algunos de los presentes, no enmarco bien si eran entre otros Fernandito Rojas, Luis Morlote y el director de la Cinemateca de entonces, Reynaldo González Zamora.

El pretexto para el encuentro no ninguneaba y mucho menos minimizaba el propósito real que consistió en celebrar la asignación por el Comandante en Jefe Fidel Castro de un bello apartamento, un penthouse ubicado en la calle Línea, esquina a calle 10, Vedado, La Habana, para compartirlo con uno de los combatientes mutilados supervivientes del artero ataque terrorista de Tarará (enero de 1992), donde perdió la vida el combatiente del Ministerio del Interior (Minint) Rolando Pérez Quintosa.

CON SU HUMILDAD CARACTERÍSTICA

Por alguna razón el tema me atrajo: Marta Rojas con su humildad característica, ajena a poses de grandilocuencia pero tan didacta como solía ser sin proponérselo, enfatizaba aún con su voz inaudible sobre lo inadecuado que resultaba inspirarse literariamente encontrándose emocionalmente muy comprometido con el asunto objeto de la crónica o cualquiera de las otras variantes del periodismo narrativo que se aplicara.

La admiré y respeté desde que la conocí personalmente en la redacción del periódico Granma durante alguna investigación que me encontraba dirigiendo por el Minint. Siempre sentí el deseo de poder entablar una conversación con la cronista del asalto al Moncada.

La ocasión fue oportuna y el argumento que se exponía me atraía dada mi frustrada vocación del periodismo que no ejercía, a pesar de haberme graduado en la Universidad de La Habana en 1977 con condiscípulos tan trascendentes como Luis Báez y profesores magistrales como Guillermo Rivera; me fui incorporando de soslayo para no interferir entre tantos eruditos.

Escuchándola no pude reprimir el deseo aún tímido de lanzarle una pregunta: “Perdona, Marta, pero ¿cómo se entendería entonces su sapiente descripción narrativa, casi cinematográfica, del juicio del Moncada y la actitud de Fidel, que nos conmovió y aún nos sobreexcita a todos al releerle?”.

Tan ecuánime y comedida como siempre, con su expresión pausada, de fácil trato y sencillez notable, solo atinó, sin dejar de observar los hielos que burbujeaban en el vaso de ron sostenido entre sus frágiles manos: “Mi Coronel, cabría entonces aquel sabio aforismo de que hagas lo que recomiendo y no precisamente lo que aplico”.

Esto de inmediato atrajo algunas algarabías risueñas, continuando para rematarme sin proponérselo: “Además, recuerden siempre que era yo entonces una simple recién graduada de periodismo y mi juventud atemperaba cualquier emoción desbordada por el miedo que nos inspiraban aquellos guardias presentes”.

ILUSTRE NARRATIVA

En variadas ocasiones me atreví sin consultárselo, remontar esa aleccionadora anécdota que siempre me acompañaría después de jubilado y de haber comenzado a gatear en este oficio del cual ella, con su ilustre narrativa aplicada a la historia, siempre constituyó para mí acrisolado ejemplo y no solo por los relatos edificantes del asalto al Moncada o del juicio de la salita del Hospital.

También sentaron cátedra sus narraciones sobre recorridos por el Vietnam combativo y aleccionador para la humanidad toda, incluyendo su acompañamiento a Fidel Castro en la visita a los territorios donde aún se combatía, derivando así como la primera corresponsal de guerra, cubana y latinoamericana, en la tierra de los viets y en Cambodia, en aquel conflicto desgarrador.

En ese lapso estuvo nueve veces en suelo vietnamita, sur y norte. Luego dio cobertura a viajes del presidente Fidel Castro, entre ellos a Chile, otros países latinoamericanos y dentro de Cuba.

Su aleccionador transcurrir histórico- periodístico incluye verdaderas obras maestras tales como las novelas “El columpio de Rey Spencer” (primera edición en Chile en 1993, y luego en Cuba, en 1996), “Santa Lujuria” (publicada en 1998 y en 2000). Ambas fueron objeto de estudio en el Congreso de Literatura Afrohispana de la Universidad de Arkansas.

En 2003 publicó “El harén de Oviedo”, y en 2006, “Inglesa por un año” (Editorial Letras Cubanas), la cual le valió el Premio Carpentier de Novela, uno de los galardones más reñidos de la literatura nacional.

Entre las principales distinciones y reconocimientos concedidos a la novelista, periodista, escritora e investigadora Marta Rojas se destacan: Profesora titular adjunta de la facultad de Comunicación Social, Premio Nacional de Periodismo José Martí (1997); Premio Alejo Carpentier (2006); Premio Maestro de Juventudes (2017); Premio Puertas de Espejo (2018).

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