El feminismo en Cuba no puede ser solo un movimiento o grupo de mujeres apoyando un solo discurso, insistió la investigadora Teresa Díaz Canals. Foto: SEMlac Cuba
Lisandra Fariñas - Red Semlac.- Hablar de feminismos en Cuba hoy implica reconocer la multiplicidad de influencias que han tenido en la historia del país y también las deudas que persisten, coinciden activistas y estudiosas del tema.
Para la filósofa e investigadora Teresa Díaz Canals, el feminismo es también una corriente de pensamiento que se ha nutrido de una producción reflexiva universal, “pero es algo con lo que se debe establecer una relación, una escucha, un trabajo de alteridad y sobre todo de alteración. En el caso cubano no es diferente”, considera.
A su juicio, “no podemos enmarcar al feminismo de esta nación en un estrecho y escaso margen de influencias. Muchas cubanas se nutrieron de diversas fuentes del pensamiento para desarrollar otra manera de educar y hacer avanzar a las mujeres”.
La profesora, ensayista y activista, señaló a SEMlac que, en el siglo XX, los feminismos europeo, norteamericano y latinoamericano marcaron pautas a favor de la igualdad de género y Cuba también se vinculó a este movimiento internacional, siempre con su impronta y peculiaridades y de acuerdo con nuestra historia y cultura.
Se puede comprobar la incidencia de las latinoamericanas en la conformación de un pensamiento feminista en esta Isla desde antes de 1959; también después, al nacer la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y ahora mismo, en las relaciones entre diversas instituciones académicas y otros países, dijo Díaz Canals.
Congreso Nacional de Mujeres celebrado en La Habana en 1923. Foto: Radio Reloj
Todas las voces
“Me gustaría que se profundizara mucho más en algunos aspectos que se asumen en el territorio con bastante superficialidad. En el tema de la ‘política de la presencia’, es decir, que las cubanas ocupen cargos de dirección, la situación está bien, se eligen más mujeres; pero eso no basta”, reflexionó Díaz Canals.
“Muchas de ellas no tienen una concepción clara de la teoría feminista, de sus postulados fundamentales y cacarear la igualdad entre hombres y mujeres no es lo que transforma una cultura machista”, apuntó.
En su criterio, la fidelidad a la memoria no se agota solo en su reflejo en la historiografía. “Si el feminismo pretendiera ser solo una corriente y acción políticas, pues solo se registrarían los nombres de mujeres que fueron activas, transformadoras, destacadas”, apuntó.
Si el feminismo lucha contra la exclusión y aboga por rescatar a las mujeres importantes, que merecen ser rescatadas, visibilizadas, reclamadas, pues entonces, ¿dónde dejamos a lo inútil, a las sin voces?, sostuvo.
“Sería una nueva filosofía de los dominadores y del dominio. Es como si diéramos solo importancia a las muertas del mausoleo, no a las de la fosa común. La historia de las mujeres no es —o no debe ser — la historia de las feministas. Rechazaríamos el clamor silencioso al perseguir el objetivo de hacer oír a las voces”, sentenció la investigadora.
El feminismo en Cuba no puede ser solo un movimiento o grupo de mujeres apoyando un solo discurso, insistió Díaz Canals.
“Es demasiado cómodo y hasta egoísta hacer eso. Nuestra vida es extremadamente difícil a nivel de nación y salvar la nación es también salvar la ética social. Se habla de respeto a las diferencias y el discurso dominante solo se centra en la sexualidad. Eso es importante, pero no lo es todo. Hay otras cubanas que también se expresan con respecto a lo económico, a lo político, a la violencia de género”, señaló.
“Cuando se convoque a un congreso o encuentro donde se escuche una pluralidad de voces, tendré la satisfacción de constatar el avance sobre los movimientos feministas en este país. El amor es el reconocimiento de alguien en lo que es. Si eso no se tiene en cuenta cualquier reunión de mujeres sería una unidad terriblemente vacía. Lo dado, lo que somos todas, absolutamente todas, no es el enemigo del que hay que desembarazarse, sino aquello a partir de lo cual pudiéramos comenzar a hablar y a actuar para lograr una Cuba mucho mejor”, enfatizó.
El feminismo negro abarca acción, pero también pensamiento, abarca más allá de las conciencias de esas experiencias vividas particulares de las mujeres negras. Foto: SEMlac Cuba
Con este criterio coincide la investigadora y activista Aracely Rodríguez, para quien, en ese camino de dar voz a todas las mujeres, se impone rescatar y visibilizar los aportes al feminismo y los estudios de género de las mujeres negras.
Las mujeres negras tuvieron protagonismo en un congreso femenino, por primera vez, en 1939, en la voz de María Damasa Jova, intelectual negra, feminista, política y pedagoga. Foto: Archivo Aracelys Rodríguez
“Hay que entender, estudiar y comprender lo que significa el feminismo y el pensamiento feminista negro para las mujeres negras, incluso para los movimientos feministas en la actualidad, porque es el que dice que el feminismo es para todas y todos; es el que plantea que los hombres también forman parte del feminismo y de las luchas feministas; es el que indica a las mujeres y los hombres diversos que también son parte, a las campesinas, a las obreras”, afirmó a este servicio
De acuerdo con la activista y estudiosa del tema, existe mucho desconocimiento, tanto conceptual como práctico, de lo que es o de lo que ha aportado el feminismo negro a las luchas feministas.
“El feminismo negro abarca acción, pero también pensamiento, abarca más allá de las conciencias de esas experiencias vividas, particulares, de las mujeres negras. Entonces, primero hay una necesidad de reconexión histórica con estas mujeres, con su pasado, con su historia”, expuso.
Rodríguez opina que profundizar en este pensamiento sería una manera de honrar a todas las que han formado parte y aportado a la luchas sociales y políticas, aunque quizá en el momento histórico en que lo hicieron no se pudieran catalogar de feministas o de tener un pensamiento feminista.
“En estos últimos tiempos, las ciencias sociales han recuperado muchas historias de mujeres de siglos pasados, lo que hicieron en estos procesos históricos y lo que aportaron en diferentes etapas. Pero todavía falta contar esa parte de la historia en el proceso revolucionario, y creo que eso también nos daría la respuesta de por qué es necesario hablar hoy de un feminismo negro cubano. Ello es un hueco histórico, en deuda todavía, que hay que reivindicar”, dijo.
Para la afrofeminista, filósofa e investigadora Analoy Lafargue Cau hablar del legado de las mujeres negras alude a los conocimientos ancestrales, heredados de generación en generación a través de hábitos, tradiciones y costumbres, desde el hacer diario y desde la trasmisión oral de sabidurías emergentes de la genealogía femenina.
Es la historia de cada familia, insiste la psicóloga, activista y afrofeminista Norma Rita Guillard Limonta.
“Aprendí tanto de una abuela como de la otra -y de mi madre- que hay que enfrentar las dificultades sin miedo, cuando de defensa de la justicia se trata. Ellas fueron mis primeros referentes de mujeres construidas como feministas en su quehacer diario. Soy también madre soltera de una hija a la que he ido pasando algunos de estos legados, pero que no han evitado que viva sus realidades de exclusión, discriminación y violencia machista. No siempre la experiencia de una le sirve a la otra; se viven realidades diferentes”, reflexionó.
Hablar del legado de las mujeres negras alude a los conocimientos ancestrales, heredados de generación en generación a través de hábitos, tradiciones y costumbres. Foto: SEMlac Cuba
A juicio de Lafargue Cau, los retos son múltiples. “En ello la historia, el pensamiento y la comunicación juegan un papel fundamental para llenar de contenido nuestra historia de la mujer negra, desde las micro-historias de las localidades hasta las más generales, las cuales deben ser compartidas oportunamente y no dejarlo sólo en el papel de la ciencia o en la labor periodística o documentalista”.
Para Guillard Limonta, también Co-coordinadora de la Red de Mujeres Cubanas Afrodescendientes, por muchos años, desde en la etapa de la colonia y luego en los inicios de la República, se creó un programa para invisibilizar a las personas afrodescendientes, para silenciarlas a pesar de haber tenido una participación importante en las guerras de independencia.
“Desde lo psicológico, esa lucha constante de las personas afrodescendientes por lograr un lugar, reconocimiento social y un respeto han dejado huellas en el imaginario social y marcas en la subjetividad individual que no se resuelven solo con leyes ni decretos. Huellas que, además, te mantienen repensando como lograr igualdad de derechos como programa tampoco es solución para una lucha antirracista”, dijo.
La historia de las mujeres no es —o no debe ser — la historia de las feministas. Rechazaríamos el clamor silencioso al perseguir el objetivo de hacer oír a las voces”, sentenció la filósofa Teresa Díaz Canals. Foto: SEMlac Cuba
Según la activista, “que te miren y evalúen por el lugar de nacimiento y el color de la piel crea una autodevaluación; configura esa imagen mental que te ubica en la pobreza y la marginación, en una vivencia histórica de la exclusión, por no habernos enseñado a amarnos así, como negra”, señaló Guillard Limonta.
“Ser por tantos años objeto de violencia por culpa de los mitos y estereotipos que nos han vendido no resulta fácil de borrar y ha ido llevando a una autoexclusión”, precisó.
“No basta con vivir en una familia donde se construyeron fortalezas para enfrentar estos problemas, se necesitan herramientas, programas, acciones que ayuden a desmontar esas construcciones mentales”, afirmó la afrofeminista.
Roxana Héctor García, estudiante de quinto de Historia en la Universidad de La Habana y quien ha investigado el tema, dijo a SEMlac que, en la actualidad, aun cuando se hace alusión a una mujer negra de entre los siglos XVI y XIX, el imaginario popular las recrea con grilletes, desarrapadas, semidesnudas, castigadas a golpes de látigo; en el mejor de los casos, en la servidumbre y torpemente vulgarizadas, ignorantes e incapaces de romper con la esclavitud que se les impuso.
“Siempre que en el imaginario popular pervivan esas falacias, pasarán lustros, décadas y siglos en que seguiremos lastrando las peyorativas e injurias que las denigraron y se convierten en el aquí y ahora en discriminaciones reales”, consideró.
Integrantes de la Red Barrial Afrodescendiente encuentran en las comunidades sabiduría y empuje para el activismo antirracista. Foto: SEMlac Cuba
De ahí que la investigadora Aracely Rodríguez enfatice que “para lograr esas agendas feministas que pretendemos, esas agendas antirracistas que también queremos que se hagan realidad en el 2030; para tener una agenda real contextual, un programa real contra el racismo y la discriminación racial, indiscutiblemente tendríamos que estar hablando dentro de ese programa de qué pasa con las mujeres negras”.
A su juicio, tanto el programa gubernamental para el Adelanto de la Mujer al igual que el Programa contra el racismo y la discriminación racial, impulsados en años recientes por el Estado cubano, adolecen de un capítulo específicamente dedicado a la mujer negra.
“Sin esto no pudiéramos estar hablando de dos programas que tienen la intención de responder a la igualdad y equidad de las mujeres y de los hombres. Creo que ambos programas hay que corregirlos en ese sentido, de manera inmediata, en aras de tener esa sociedad que queremos y pretendemos”, señaló.