Marilys Suárez Moreno - Revista Mujeres.- Golpes, insultos, gritos, vejámenes, desaprecio y hasta prohibiciones y amenazas de muerte forman parte del ilimitado mundo de quienes hacen de la violencia un modus vivendi, pues es característico de este tipo de relación, la sumisión de la víctima, física y psicológicamente.


Miradas escrutadoras a nuestra cotidianidad nos llevan a preguntarnos cuánto de violencia de género pueda esconderse dentro y hasta fuera de determinados hogares y, cuya denuncia oportuna ayudarían a lograr una cultura de paz y respeto.

Graciella es su nombre y por algunos años fue mi vecina. Su esposo la trajo a La Habana prometiéndole una vida diferente a la que vivía la jovencita provinciana y ella, enamorada, hizo oídos sordos a cuantos en la familia la aconsejaron, pues ya el hombre destacaba como una persona controladora y machista.

En la capital, Graciella vivió un infierno, su marido la celaba por cualquier nimiedad y la mayoría de las veces las peleas terminaban en  ofensas de todo tipo,  golpizas, reconciliaciones tras juramentos incumplidos siempre del arrepentido marido y no pocas amenazas de muerte por supuestas traiciones.

Un día cualquiera, sin despedirse de nadie, la muchacha desapareció de su casa. Quienes conocían de su historia dicen qué él, luego de buscarla infructuosamente, perdió su empleo y se dio a la bebida hasta su temprana muerte.

Expertos en el tema, aseguran que la violencia de género es estructural y sistémica y comprende un conjunto de actitudes, expresiones y manifestaciones, de diversa índole, cuyo único objetivo es someter, degradar, humillar, controlar y causar sufrimiento físico y psíquico a las víctimas.

El flageló es universal y en muchas partes del mundo  las cifras de mujeres muertas por sus parejas se tornan alarmantes para la mayoría de ellas, atrapadas en un callejón sin salida ojos vista. Mujeres y niñas fundamentalmente, la mayoría de las veces, ocultas al interior de los hogares, entre las paredes de las casas y en un ámbito permisivo y casi sin reflejo social que afecta, en nuestro caso particular y según algunos datos, a casi el  30 % de las cubanas.

Y aunque nuestra sociedad ha evolucionado lo suficiente en las últimas décadas de Revolución, donde ellas por leyes y voluntad propia disponen de las mismas prerrogativas que los hombres en cuanto a salarios, educación, acceso a cargos de dirección y protagonismo en todos los niveles estatales, todavía existe el criterio de que ese es un tema privativo, porque “entre marido y mujer nadie se debe meter”. Una sentencia que llega hasta nuestros días, incrementando la violencia de género e intrafamiliar.

En ocasiones, las victimas denuncian o lo extremo de sus casos llevados hasta la vía pública, la violación o el feminícidio hacen que la ley intervenga, pero la mayor parte de las mujeres sometidas prefiere el anonimato, ya sea por vergüenza, temor a una venganza, la potestad de los hijos o por dependencia hacia el agresor, lo que las hacer aceptar con estoicismo esta naturalización de la violencia

Y así, ciclo tras ciclos fluye la violencia de género, en deterioro y detrimento de la condición femenina, de la propia autoestima y de la instalación de una cultura de la violencia que compromete a la misma sociedad en su interior.

Muchas son las causas que se reconocen, entre ellas, el impacto de una convivencia forzada, el alcoholismo, los celos desmedidos y el temor permanente a un agresor cada vez más violento y amenazante, entre otras muchas posibles situaciones a soportar y que afectan tanto la integridad física como la psíquica de las mujeres en esos escenarios.

El recién aprobado Código de las  Familias, el Programa Nacional de Adelanto de las Mujeres, que busca el empoderamiento y el liderazgo femenino, garantizando el orden jurídico y extrajudicial, salvaguardando los derechos de las personas  son algunas de las alternativas a las personas en situaciones de violencia de género, que tiene también como última instancia a la Fiscalía General de la Republica y la PNR, otras alternativas- y oportunidades.

En cuanto a la Federación de Mujeres Cubanas se refiere, por ejemplo, la organización dispone desde las Casas de Orientación de la Mujer y la Familia presentes en todos los municipios del país, a especialistas y sicólogos, en particular, para dar seguimiento y protección a esta problemática, con consejerías especializadas, servicios de orientación jurídica y una línea telefónica de denuncia segura y fiable

Pero más que todos los pasos dados, las denuncias y cualquier otro mecanismo o herramienta que cubran los ámbitos e instancias de las víctimas y que, de conjunto con la prevención, la educación, la vigilancia y la actuación oportuna, es vital hacerla visible y evidente, no solo ante los propios ojos de la persona que la sufre sino ante toda la sociedad, para poder actuar decisiva y terminantemente ante cualquier caso.

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