Marilys Suárez Moreno - Revista Mujeres.- Nuestro Armando Hart la calificó como la flor más autóctona de la Revolución. Fue el día del entierro de Celia Sánchez Manduley, la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana, según el propio Hart.
Hurgar en sus cualidades sería como bucear en la sencillez, la cordialidad, la ternura, aunque muchas, muchas más, fueron las virtudes que la adornaban y que honraban sus raíces cubanas. Bien se sabe, sin Celia, quizás no se hubiera podido reflejar la épica revolucionaria. Detallista a la mínima expresión, cuidadosa en extremo, estuvo en la primera línea de combate desde el mismo desembarco del Granma hasta su muerte el 11 de enero de 1980.
Combatiente de la clandestinidad y la Sierra, su entrega fue completa y absoluta. Su excepcional intuición, sensibilidad e inteligencia, unido a su valor personal, demostrado en los días mas difíciles de la guerra y su lealtad a Fidel, quedara para siempre en la historia.
Celia tejió una hermosa historia de lucha desde su nacimiento en Media Luna, Manzanillo, el 9 de mayo de 1920 hasta los días en que se involucró en la lucha revolucionaria. La Historia me Absolverá, en cuya distribución en Manzanillo participó, le reveló el alcance programático del movimiento gestado en el Moncada. Y desde entonces, no hubo episodio de la lucha en la que ella no estuviera. De hecho, después del reagrupamiento inicial en Cinco Palmas del pequeño destacamento de expedicionarios, el apoyo de Celia fue inestimable, pues fue la mujer que incorporó a la guerrilla los primeros campesinos y también la primera en empuñar el fusil.
No cesaría la comunicación con Fidel, al que se había ligado desde la salida de los moncadistas de la prisión, en 1955. Su trabajo permanente junto a Fidel es, según Hart, uno de los hechos más tiernos, hermosos, humanos y revolucionarios de toda la historia de Cuba.
En su carácter se integraron la dulzura, el afecto, la ternura, con la más rigurosa exigencia en los principios revolucionarios. Los que la conocieron de cerca nos dan la estatura de la heroína desde la distancia del tiempo, describiéndola como una mujer de espíritu inquieto y carácter decidido; sensible y acuciosa y con un gran sentido de la honradez y la ética. Guía e inspirador de su patriotismo y rebeldía fue su padre, de quien Celia heredó la proyección humanista.
En el ejemplo de su consagración a la causa revolucionaria, primaba su pasión e interés por mantener siempre vivo el contacto con el pueblo, donde encontraba aliento y razones para continuar su trabajo cotidiano y marchar con decisión hacia adelante. Cuánto mucho hacia, lo impulsaba tan combativa como silenciosamente, con modestia y sentido de humanidad.
Aquella mujer de modestica y ternura innatas que impulsó legislaciones de Seguridad Social para las trabajadoras y campañas por la incorporación femenina al estudio y al trabajo y que era conocida por su extraordinaria preocupación e inquietud por las opiniones e intereses del pueblo, no relegó nunca el interés de su nexo inmediato con las masas. Interesándose, además, porque los cuadros de dirección del Partido y el Estado se relacionaran con la población y accionaran sobre los problemas en los cuales tenían responsabilidades.