Foto tomada de IPS Cuba (Inauguración del Primer Congreso de Mujeres en Cuba, en 1923, en el Paraninfo de la Academia de Ciencias de Cuba)

Beatriz Ramírez López - Revista Mujeres.- En las primeras décadas del siglo XX, existía en Cuba un fuerte movimiento feminista, iniciado en 1912 con la creación de las tres primeras asociaciones feministas, lo cual permitió realmente visualizar las luchas por la emancipación de la mujer en el país.

Estas fueron: el Partido Nacional Sufragista, el Partido Demócrata Sufragista y el Partido Popular Feminista, refiere el doctor Julio César González Pagés en el libro En busca de un espacio. Historia de mujeres en Cuba.

El académico cubano resalta en el artículo “Feminismo en Cuba: pasado, presente y futuro”, publicado en la Biblioteca Virtual de Género del Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac), que «todos los derechos que hoy disfrutan las mujeres, y muchos que benefician a los hombres, se los debemos al movimiento feminista cubano de la primera mitad del siglo XX».

La investigadora Kathryn Lynn Stoner, en De la casa a la calle. El movimiento cubano de la mujer a favor de la reforma legal, refiere que, en el plano objetivo, los primeros debates planteados por este movimiento estuvieron enfocados en las instancias estatales y en los derechos de las mujeres, en la creación de asociaciones feministas y, como consecuencia, en la apertura de espacios de confrontación y diálogo que se materializaron con la celebración de los Congresos Nacionales de Mujeres en 1923, 1925 y 1939.

Los resultados llegaron paulatinamente. Se alcanzaron importantes metas a través de la Ley de Patria Potestad de 1917 y de la Ley del Divorcio de 1918. Maikel Colón Pichardo afirmó en “Racismo y feminismo en Cuba: ¿dos mitades y una misma naranja? Claves históricas para su estudio”, que uno de los logros más trascendentales fue el Sufragio Universal Femenino de 1934, demostrando la solidez de articulación de este movimiento.

«Por ejemplo, la ley del divorcio de 1918 aparece como un triunfo casi de la

legislatura cubana. No, las feministas cubanas del siglo XIX fueron quienes

comenzaron a luchar por el divorcio. Entonces, ellas podían ser asesinadas por sus esposos si eran infieles, y al asesino solo se castigaba con la expulsión del país. Al feminismo cubano le debemos la presencia de la mujer en la prensa y el parlamento», explicó González Pagés.

En la defensa de la mujer y en la organización de los eventos femeninos tuvieron una notable participación las intelectuales de entonces. Ellas fueron las ideólogas, las fundadoras, las promotoras de un cambio.

De acuerdo a González Pagés, con la creación las tres primeras asociaciones feministas-sufragistas, en 1912, surgió una figura desconocida: Amalia Mallén de Ostolaza, quien dedicó toda su vida al sufragio femenino; y también Emilia Viñas. En 1918 se creó el Club Femenino de Cuba, con dos figuras pilares: Pilar Morlón de Menéndez y Pilar Jorge de Tella. 

Según el investigador cubano, las hermanas Dulce María, Lola y Juana Borrero se incorporaron a ese movimiento. Tampoco podemos olvidar a las comunicadoras Mariblanca Sabas Alomá y Loló de la Torriente. En el ámbito del Derecho, no pueden faltar los nombres de Ofelia Méndez Navarro y Ángela Zaldívar, que escribieron textos con una posición jurídica hacia la mujer y que fueron fundacionales para la historia del feminismo en Cuba.

Otras mujeres, en los años treinta de ese siglo, le dieron una visión al movimiento desde la izquierda y las inequidades de clase: Mirta Aguirre y Edith García Buchaca. La dominicana y profesora Camila Henríquez Ureña formó a muchas generaciones de mujeres y no puede obviarse de este recorrido.

En su libro Historia de la mujer en Cuba: del feminismo liberal a la acción política femenina, González Pagés asevera que en los primeros 15 años del nuevo siglo ocurrió una incorporación progresiva de las mujeres a los recintos universitarios. «En esta etapa, 75 de ellas aprobaron los exámenes de oposición a la Universidad y 189 se graduaron de doctoras en diferentes especialidades. El magisterio aumentó a 4244, siendo las mujeres el 82% de los maestros en Cuba».

Es necesario apuntar que los logros obtenidos por las feministas cubanas de esta época fueron aplicables a todas las mujeres sin distinción de raza o clase. Se mostrarán tres ejemplos, según refiere Colón Pichardo, directamente implicados en el ideario feminista que circulaba en una integración mucho más consensuada de las problemáticas raciales dentro del movimiento feminista cubano:

En primer lugar, la refundación de la revista Minerva, aquella que antaño se había dedicado a la «mujer de color». Ahora, en el nuevo contexto republicano, resurgía en una segunda etapa (1910-1915) como una publicación universal Ilustrada.

Un segundo ejemplo lo encontramos en los debates suscitados durante el Segundo Congreso Nacional de Mujeres, organizado en 1925. Un hecho incuestionable marcó la pluralidad de opiniones de distintos sectores. La presencia como delegada de una mujer negra, Inocencia Valdés, representante del Gremio de las Despalilladoras, nos hace suponer que probablemente se hayan puesto sobre las mesas de discusión otros asuntos que también concernían a las mujeres, que hasta ese entonces no habían sido valorados con intensidad por el movimiento feminista cubano, en sentido general.

El último de los ejemplos lo rescatamos del tercer Congreso Nacional de Mujeres (1939). Este antecedió a las reformas legislativas que se perfilaban para la nueva Constitución (1940) y el tema del papel prácticamente nulo que jugaban las mujeres negras y mestizas en la sociedad cubana fue uno de los ejes esenciales de discusión.