Felicitas Regla López Sotolongo. Foto: Cubadebate.


 

Lisandra Fariñas Acosta, Ana Álvarez Guerrero, Edilberto Carmona Tamayo - Cubadebate.- Los cuidados nos pasan a todos por el cuerpo. Mujeres y hombres, niñas y niños, jóvenes o viejos, todos, en algún momento de la vida los proveemos o, en cambio, necesitamos que nos cuiden.

Vea además: “El cuidado es un trabajo que por desgracia no es remunerado”: Historias y desafíos de los cuidados en Cuba (I) (+ Video)

Ese es un mantra al que Felicitas Regla López Sotolongo siempre vuelve, si de hablar de cuidados se trata. El haber sido la cuidadora de su madre y su padre la hicieron comprender la importancia que tiene esta labor y la urgencia de que se reconozca y dignifique.

“A los jóvenes hay que enseñarlos a cuidar, hay que mostrarles el valor del cuidado. Por eso debemos hablar de la cultura del cuidado”, afirmó a Cubadebate esta mujer, con la sabiduría que le aporta sus 70 años y haber vivido el desafío de ser la que cuide.

“Si hablamos de cuidado y no hablamos de que el cuidado es de todos y de todas, y de que cuando decimos todos y todas también tenemos que integrar a la familia en sus distintas generaciones… no lo estamos haciendo bien. Este es un asunto de la sociedad en su conjunto”, sostuvo. 

“A veces yo tengo amistades y personas conocidas que me dicen: ‘no, es que la niña está muy pequeña para enfrentar el cuidado de la abuela’ o ‘el niño está pequeño’. Hay que enseñarles el valor del cuidado.

“Si tú cuidas una mascota, si cuidas a una planta, si cuidas la ropa que te pones, los zapatos que usas, como tú no vas a cuidar la vida humana. Y creo que eso es otra cosa urgente que tenemos que hacer. Tenemos que enseñar a los jóvenes, a los niños, a las niñas a que hay que cuidar, primero cuidarse ellos y después cuidar a las personas que tienen a su alrededor. 

“Pienso que si hacemos eso, si crecen las redes de apoyo, las relaciones intergeneracionales en este tema de los cuidados, si crece el tiempo del respiro del cuidador y si  crece la idea de que de que todos vamos a pasar por ese momento, de una u otra forma, habremos ganado una gran parte en ese camino.

“A veces tenemos un catarro, una gripe, un dolor de cabeza y el vecino o la vecina viene y te apoya. En mi caso yo no tengo familiares cercanos conmigo, pero tengo vecinos maravillosos.Yo he tenido momentos de sentirme mal, de estar enferma, incluso hasta de tener dificultades para caminar porque tuve un problema en el pie y tuve a mis vecinos que me tocaron la puerta y me decían: ‘¿Almorzaste?’ ‘¿Comiste?’ ‘¿En qué te puedo ayudar? ‘No te puedo ayudar ahora, pero de dentro de un rato vengo’. 

“Eso a mí me hace también feliz porque veo que ya se va formando una cultura, aunque no nos demos cuenta, del cuidado. Es solidaridad. Pero falta mucho, hay que seguirla desarrollando, hablar del tema en la en las escuelas, por la radio, por la televisión, mostrar historias de vida porque todas las historias no son iguales”, comentó.

La experiencia de Felicita López Sotolongo es una de las tantas que corroboran los hechos de los cuales las investigaciones y las estadísticas sobre este asunto dan cuenta:

“Las políticas públicas no garantizan que el cuidado deje de ser una responsabilidad casi exclusiva de las mujeres y, en la mayoría de los casos, de una sola mujer por familia. Las cuidadoras, en su mayoría, son mujeres económicamente activas que, aún con deseos y capacidad para trabajar, abandonan su empleo para dedicarse a tiempo completo al cuidado de otra persona”.

Así sostiene el libro Los cuidados en la ruta hacia la equidad en Cuba, libro que reúne investigaciones de prestigiosas especialistas como la filósofa Georgina Alfonso,  la economista Teresa Lara Junco y las sociólogas Magela Romero Almodóvar, Dayma Echevarría León y Clotilde Proveyer Cervantes.

El volumen explica que “el trabajo de cuidados en el hogar comprende tareas vinculadas con necesidades diversas y absolutamente indispensables para la estabilidad física y emocional de cada quien en la familia y la comunidad. Un trabajo de tareas complejas, con gran carga psicológica, de gestión y organización, que se realiza sin descanso diariamente, apoyándose en redes familiares y sociales. ¿Por qué el trabajo de los cuidados no ha tenido el reconocimiento social y político que le corresponde?”, reflexiona.

Una interrogante que para las expertas constituye una alerta y una guía del camino que es preciso emprender hacia una sociedad donde el cuidado integral de la vida sea premisa y garantía.

“En Cuba la mayor parte del trabajo de cuidados está excluida del cálculo del Producto Nacional Bruto. Sin la aportación del trabajo de las mujeres la subsistencia familiar no hubiera estado nunca asegurada”, subraya.

Redes que sostienen la vida

Las redes de cuidados familiares o sociales se convierten en soporte material y espiritual de la vida, promueven el proceso de cuidados de manera creativa en la solución de cuestiones y problemas de convivencia humana, con perspectiva integradora, apunta el libro Los cuidados en la ruta hacia la equidad en Cuba.

Fueron esas redes las que sostuvieron a Felicita López Sotolongo cuando creyó que no habían salidas.

“En este momento me siento muy feliz y muy segura porque tengo la dicha de trabajar en el Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), y trabajo además, felizmente, en el grupo de estudios sobre familias”, contó a Cubadebate.

“¿Qué hago ahí? Precisamente estudiar el tema de los cuidados, desde la condición de investigadora. Cuando llegué a ese grupo por primera vez, me preguntaron sobre qué tema yo quería abordar y les dije: ‘quiero trabajar los cuidados’.... A partir de ahí se me abrieron las puertas, muchísimas para estudiar este asunto. Hoy me siento feliz de pertenecer al Centro, a ese grupo y de todavía con la edad que tengo poder aportar un granito de arena. 

“Siempre les digo a mis compañeras y compañeros que mi misión ahora es transmitir valores, es enseñar, compartir con los jóvenes y las jóvenes del Centro, de mi grupo, mis experiencias, no solamente en el cuidado, también experiencias de vida, experiencias profesionales. 

“La historia mía no fue tan difícil, porque tuve cosas a mi favor: redes de apoyo, un trabajo flexible, aún estando jubilada pude recontratarme y hacer un trabajo con flexibilidad en el horario. Pero hubo un momento en el que pensé que no podía. Entonces llegó la mano que me salvó, el amigo que me tocó la puerta y me dijo: ‘ vamos a ver cómo te vamos a ayudar’. A partir de ahí cambió la historia. 

“Para mí es un orgullo haber cuidado a mi madre y a mi padre. Considero que el poder cuidar a un ser querido es una felicidad porque si ellos nos cuidaron cuando éramos niños y niñas, lo menos que podemos hacer es retribuirles. Fue una dicha, pero no deja de ser, además, una responsabilidad, un momento difícil. Pero es un momento que hay que saber enfrentar y aprender a expresar, porque el cuidado es un proceso que se aprende también”, explicó López Sotolongo. 

“Recuerdo cuando a mi madre le dio la primera isquemia transitoria, yo no sabía qué hacer, pero después aprendí. El médico me explicó, otra vecina que ya tenía experiencia en el cuidado me aconsejó. Aprendí determinadas habilidades para poder enfrentar en un momento determinado una crisis. La persona se enferma, la persona está grave, la persona está hospitalizada y hay que saber en ese momento cómo se va a acudir, a quién vas a llamar”, refirió la entrevistada.

Al hablar de las escuelas de cuidadores, Felicita apunta que si bien son una excelente iniciativa, porque enseñan habilidades a las personas cuidadoras, no se puede perder de vista que todo el mundo no puede acudir a estas.

“Por ejemplo, yo no podía ir a la escuela de cuidadores porque mi madre estaba enferma en una cama y no podía salir a aprender a un lugar. O sea, pienso que también son enseñanzas que se van aprendiendo con lo práctico. Pero, la solidaridad es básica para poder llegar al éxito del cuidado en una sociedad tan envejecida como la nuestra. 

“A veces hago ejercicio, estoy en una cola o estoy en una parada y me pongo a ejercitar la mente. Veo que la gran mayoría de las personas que están en esa cola o que están esperando una guagua, son personas mayores. 

“También hay que enseñar a las personas que hay que darle paso, a tener gentileza con las personas mayores, porque a veces vemos que al subir el ómnibus hay un anciano con un bastón, pero no es siempre fácil encontrar quien te diga ‘adelante’. A veces sube a la guagua una persona con un bastón y alguien tiene que decir ‘por favor el asiento de la persona’. Y eso es cuidado también. 

“Cuando una va por la calle y las aceras están rotas, a mí me agrada que alguien me diga: ‘señora tenga cuidado’, ‘señora cuídese, mire que hay un huequito’. Y esos son hábitos que comienzan en la familia. La primera escuela del cuidado está en la familia, lo que tú eres capaz de enseñarle a un menor.

“Comienza con el cuidado del abuelo, con el cuidado de la abuela, con el cuidado al hermanito o a la hermanita que está enferma, con la atención y el cuidado hacia un vecino que está transitando por un problema difícil de salud. 

“Yo considero que los cuidados no pueden ser el fin de la vida, el fin profesional de alguien, el fin de la vida activa de manera social. Pienso que esto es una tarea de todos y todas”, subrayó. 

La muestra fehaciente de cuán significativo es para la persona que cuida contar con una red de apoyo, no solo la vivió Felicita en su vida personal, sino que lo constató en las varias familias con las que interactuó como investigadora del Grupo de estudios sobre Familias a través del servicio “Acompáñame”.

“Este servicio que comenzó con la pandemia en el consejo popular Carmelo, del Vedado, brindó acompañamiento a  través de la teleasistencia, a personas que estaban solas o que estaban acompañadas, pero los hijos y las hijas trabajaban. 

Acompáñame nos enseñó el valor de las redes, el valor de la solidaridad, el valor del cariño. Recuerdo que en una ocasión dejé de llamar a una de las señoras que yo llamaba, de aquí del Consejo Popular Carmelo, durante una semana. Yo estaba envuelta en otras situaciones personales y ella me llamó, ella que era la persona que yo debía atender me dijo: ‘¿Qué pasó? Esta semana no me llamó’. Fue un momento en que yo me emocioné porque dije ‘mira qué cosa más bonita’. 

“Era todo a través del teléfono porque ni nos conocíamos: ‘Hay que cuidarse, tenemos que cuidarnos, la covid, póngase el nasobuco, usted está sola, vamos a ganar’... O sea, en ese tipo de conversación y yo también le decía: ‘estoy sola, yo también me cuido’. 

“Entonces me di cuenta que esto es un problema de reciprocidad. Yo te cuido, tú me cuidas. Yo te llamo, tú me llamas. Yo me preocupo, tú te preocupas. Y son aprendizajes que hemos tenido, hemos recibido en estos años. Y bueno, lo que le pido a la vida es poder seguir un poco más trabajando, un poco más luchando, un poco más siendo útil a la sociedad y a mí, sobre todo a mí y a las personas que me rodean”, afirmó.

Hacia un Sistema Nacional para el Cuidado Integral de la Vida

El modo en que una sociedad organiza las actividades de cuidado influye en la forma en la que viviremos la tarea de cuidar y ser cuidados. ¿Hacia dónde vamos?, reflexionó en diálogo con Cubadebate la doctora en Ciencias Sociológicas, Rosa Campoalegre Septien.

 “Vamos hacia un sistema integral de cuidados que descanse como principio en que es un derecho universal, pero que esté también afianzado en una participación ciudadano-familiar, desde todas las edades. Hay que intentar que no descanse solo en las familias, sino que ese círculo de los cuidados sea de familia, mercado, sociedad civil y Estado. Estado también como garante, como responsable, articulando los sistemas”, señaló la especialista. 

A su juicio, es imprescindible desfamiliarizar, descargar tanta responsabilidad que tienen las familias en torno a los cuidados. 

“Y esto se llama democratizar, tanto las relaciones familiares como la familia. Vamos hacia allá, hacia buscar políticas de cuidado. ¿Qué hacemos en Cuba? Tenemos políticas de cuidados, pero nos falta mucho trabajar aún más no solo en las políticas de tiempo (dar tiempo para cuidar), no solo en las políticas monetarias (dar remuneración por cuidar), no solo en las políticas que tienen que ver con los servicios, (crear servicios para personas cuidadas y cuidadores), sino también en políticas que tributen al cambio cultural necesario, para poder aprovechar incluso muchas ventajas que tiene la ley cubana en relación a este tema: el Código del Trabajo, la ley de las madres trabajadoras… 

“Sin embargo, no se aprovecha esa responsabilidad compartida y asegurada desde el Estado por el hecho de cuidar. Así que el cambio es cultural. Se parece mucho a la lucha contra el racismo y con la manera que tienen las personas de mirar a las otras y de tender la mano, los puentes, los tejidos sociales hacia las otras personas”, señaló la investigadora. 

Para Campoalegre Septien, “como parte de esta transformación, pensando en ese bienestar subjetivo, hay que colocar los cuidados en el centro de la vida. La pandemia paralizó al mundo y nos hizo atender el cuidado de la vida. Que no vuelva la pandemia, pero sigamos atendiendo con prioridad ese cuidado”, subrayó. 

Una gran deuda— agregó— es con el autocuidado. “El autocuidado es un derecho y también debería ser una obligación para todas las personas. Si no se provee eficientemente un autocuidado, realmente no lograremos los objetivos de cuidar a otras personas ¿Y qué es el autocuidado? Es detenerse, no encerrarse en uno mismo, en la persona misma evaluar, valorar sus fortalezas, sus potencialidades y también sus amenazas, para desarrollar una estrategia que le permita unido a las tareas de cuidado no perder su desarrollo humano, no perder sus líneas fundamentales que lo hacen vital y que la hacen tener la esperanza, el ánimo, el bienestar subjetivo. 

“No hay un lugar más interesante, más significativo para entender hasta dónde se ha llegado con el cuidado, que mirar detenidamente a los autocuidados y a los cuidados a largo plazo. Y esa es como una brújula para poder evaluar hasta dónde penetra en el tejido social la idea de los cuidados sociales.

“Me gusta siempre decir los cuidados porque son muy diversos, hay muchos escenarios para cuidar, muchas formas para cuidar, muchas estrategias para cuidar, muchos agentes responsabilizados con los cuidados y muchos conflictos”, concluyó.

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