Para Felicitas López Sotolongo, "el racismo incide de manera directa en la percepción del rol que pueden desempeñar las mujeres en la sociedad".
Lirians Gordillo Piña - Red Semlac / Foto: SEMlac Cuba.- Las violencias contra las mujeres negras pueden expresarse desde el maltrato físico más cruento hasta la marginación más solapada. Felicitas López lo sabe por su activismo afrofeminista, como investigadora y también como mujer negra atravesada por otras intersecciones.
Para esta especialista del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), el conocimiento y las redes de apoyo entre las mujeres racializadas son vitales para la defensa de sus derechos y contra las violencias machistas y racistas.
¿Cómo el racismo y las desigualdades recrudecen las violencias machistas?
Las violencias machistas son resultado de la cultura patriarcal, en la cual el hombre (proveedor) asume la posición de poder sobre la mujer. Esta posición, aclaro, la ubica en situación subalterna dentro y fuera del hogar y trae consecuencias negativas, porque ella es considerada “sujeto dependiente” del hombre y, por lo tanto, en sus relaciones sociales logra menor protagonismo y visibilidad, sin ir más allá de las tareas tradicionales domésticas y de cuidados, en las que ha sido colocada.
El racismo incide de manera directa en la percepción del rol que pueden desempeñar las mujeres en la sociedad. Existen evidencias de los frenos que impiden a las mujeres racializadas avanzar y ocupar espacios en los diferentes ámbitos, pese a sus conocimientos y habilidades para el desempeño.
Aún quedan por identificar y eliminar brechas de género y por color de la piel que se acrecientan por las desigualdades sociales y, a raíz de esas brechas, gana espacio la violencia machista.
No me estoy refiriendo, solamente, a la violencia física; hay otras maneras de ejercer la violencia machista contra las mujeres negras como, por ejemplo, aquellas que cuestionan o subvaloran el mérito y la capacidad de las mujeres para ejercer determinado puesto de trabajo; también está la exclusión e invisibilización de sus aportes y otras que violentan derechos consagrados en nuestra Constitución.
¿Cuáles son las violencias machistas menos visibles y que se han naturalizado más en la sociedad patriarcal y racista?
A mi juicio, las violencias machistas menos visibles son las que tienen como ámbito las familias, porque quedan en un espacio íntimo, a lo interno del hogar, en el cual no es fácil incidir desde afuera. Estas violencias han sido naturalizadas en el proceso del funcionamiento familiar, a lo largo de la historia.
En esas circunstancias, son evidentes las desigualdades sociales, las múltiples discriminaciones y la vulnerabilización de las mujeres negras y mestizas.
¿Recuerdas la primera vez que experimentaste maltrato por ser mujer negra? ¿Cómo fue esa experiencia?
Realmente, durante muchísimos años yo viví al margen del racismo y la discriminación; pensaba que no era un problema en la sociedad cubana. No sentía que yo podía ser discriminada. Cuando tomé plena conciencia del tema, comencé a luchar.
Hace unos años, un hombre blanco que ostentaba un cargo de dirección en un centro de trabajo, cuyo nombre prefiero reservarme, le dijo a otra persona que no estaba de acuerdo con una propuesta laboral a mi favor porque había algo en mí que no le gustaba.
Transcurridos unos meses y analizando otras circunstancias, entendí que me discriminaba por mi color de la piel, mi físico (soy obesa) y mi edad.
La experiencia me inyectó la fuerza que tengo hoy para luchar por los derechos, desde espacios donde solapadamente se invisibiza a las mujeres negras.
¿Qué recursos personales y apoyos cree necesitan las mujeres racializadas para enfrentar estas violencias?
Lo más importante es la formación, contar con las capacidades para enfrentar la lucha contra las violencias y las discriminaciones. Algo muy importante: denunciar las violencias, romper el silencio y desenmascarar a quienes violan los derechos de las mujeres racializadas en cualquier ámbito, muchas veces bajo la máscara de la aparente ingenuidad.
No debemos temer a los retos, por difíciles que parezcan. El mayor apoyo está en lo que podamos ofrecernos cada una de nosotras y lo que seamos capaces de hacer, según nuestras propias experiencias de vida. La divulgación es también un apoyo necesario.