Las Iyanifás son parte del mundo religioso yoruba y de la diáspora africana.

Ogbe Kana: El hombre desaprueba lo que no puede hacer

Aracely Rodríguez Malagón, investigadora del Instituto de Filosofía, de la Academia de Ciencias de Cuba. Especial para SEMlac / Foto: Tomada de 20deoctubrecom.wordpress.com.- Las religiones, en sentido general, han funcionado como herramienta eficaz para legitimar el poder patriarcal. Desde la propia génesis de la teología (hamartiología2), esta nos dice que “el pecado entró al mundo porque el hombre y la mujer desobedecieron la palabra de Dios”3, como primer acto de maldad en el mundo. Sin embargo, esa dualidad de pecado se borró de la cosmovisión del mundo del pecado/religioso y solo ha trascendido “Eva” como única transgresora. Y es que la mayoría de las religiones se han caracterizado por el desplazamiento de las mujeres de los centros de poder y por culparlas a ellas de los grandes yerros de la humanidad.


Las religiones cubanas de matriz africana no escapan a este lastre patriarcal. Por tal razón, realizar una lectura crítica de la religión afrocubana desde la teoría de género y los feminismos, de manera particular en la regla de Ifá o culto a Orunmila, constituye una deuda inaplazable. Se impone reflexionar sobre las nuevas formas de pensar y actuar de las sacerdotisas de Ifá. De esa manera se contribuye a la necesaria ruptura con comportamientos, hábitos y actitudes patriarcales asumidas como verdad, derecho absoluto y mecanismo certero de dominación de los hombres sobre las mujeres en este ámbito.

El presente texto es una reflexión4 acerca de aquellos cánones que -con base en las represiones u opresiones históricas y cuyo núcleo recae en la condición de ser mujer- las mantienen relegadas a determinados espacios y prácticas dentro de la citada religión. Tomo como punto de partida la convicción de que las batallas y luchas contra el patriarcado, en cualquier espacio del universo donde se encuentren las mujeres, no terminan. De manera que hoy, en el siglo XXI, ninguna sociedad, ni campo del saber -por muy avanzado que esté en materia de igualdad de género- se encuentra libre de la hegemonía masculina a la que, además, se acoplan otras discriminaciones.

El saber está repartido entre todas las cabezas En Cuba, el entramado patriarcal ha conformado el esqueleto de la sociedad (colonia-república y revolución) y su sistema económico, político, cultural y religioso. Ni la esclavización, ni la evangelización pudieron desarraigar las religiones traídas por los africanos esclavizados, lo que generó un proceso de transculturación que no estuvo exento del sustrato patriarcal. Esto se aprecia en todas las esferas de la realidad, con énfasis en la cosmovisión religiosa. En las religiones en sentido general, y en particular en la afrocubana, tales características se expresan en el hecho de prohibir a las mujeres la realización de múltiples acciones como, por ejemplo, determinadas ceremonias; así como las limitaciones para ocupar cargos tradicionalmente ocupados por hombres, tanto en la regla Ocha-Ifá, como en el palo Monte y en la sociedad secreta Abakuá o Ñañiga. No obstante, una de las polémicas más agudas de los últimos tiempos ha resultado ser la consagración de las mujeres a sacerdotisas de Ifá o Iyanifás.

Hace ya unos años estuve presente en una conversación donde la mayoría de los participantes eran hombres que debatían sobre la legitimidad o no de las mujeres iniciadas como sacerdotisas de Ifá (Iyanifás). El hilo que articuló el debate fue justo ese discurso misógino. Este recurrente episodio me hace conectar con historias de la inquisición en versión moderno-académica. Ya que estos varones, religiosos, doctores en distintas especialidades de las ciencias sociales, políticos, líderes de proyectos, dieron fe con sus argumentos de la fuerza del patriarcado.

Desde entonces, y hasta hace muy poco -cuando tuve la oportunidad de entrevistar a Dulce María Rodríguez Sánchez5, sacerdotisa de Ifá; una mujer que ha logrado un espacio dentro del mundo hostil religioso afrocubano, particularmente en la conocida como culto a Orumnila o regla Ifá-, no había tenido la posibilidad de adentrarme en el complejo entramado de opresiones que estas sacerdotisas han tenido que enfrentar para lograr realizarse.

Dulce María Rodríguez Sánchez es una mujer que lucha en un terreno reservado solo para hombres, en las comunidades del universo religioso afrocubano. Ella representa, entre otras mujeres, un tesoro humano vivo. Heredera y maestra de generaciones de iniciado/as; mantiene el legado y el papel central de las mujeres en el ámbito religioso de origen yoruba. Presidenta del consejo de mayores de la filial de Holguín, dirige hace 32 años el templo Ocha-Ifá; consagrada al culto de Yemayá, guía espiritual y de Palo Monte.

Mientras que en Nigeria las mujeres practicantes se consagran en los secretos de Ifá, sólo en la diáspora, y de manera particular en Cuba, esto les ha sido prohibido. En Cuba no fue hasta inicio de los años 20006 que se realizaron las primeras iniciaciones de mujeres sacerdotisas7, que quedaron en secreto por casi cuatro años. Este ha sido un hecho al cual, a mi juicio, no se le ha dado la importancia que requiere desde el punto de vista religioso, socio-teológico, antropológico e histórico.

En otro sentido, el debate en torno a la aprobación o no de la iniciación de las mujeres en la regla Ifá o culto Orunmila quedó marcado a los límites de una controversia entre la permisibilidad de lo femenino y lo masculino dentro de la regla Ifá, resultando en un segundo plano lo que estas mujeres representaron/representan en las batallas por la equidad de género.

Entre las cuestiones que dialogamos con la protagonista emergió el análisis de la supuesta “invasión” de las mujeres en los espacios religiosos reservados para los hombres (babalawos). Ellas lo asumen desde un enfoque del empoderamiento, de rebeldía ante el lugar que se les ha asignado como mujeres en la línea cubana de Ifá, limitándolas a ser Apetebí ayafa8. El posicionamiento no solo del conocimiento (sabiduría), sino de su práctica, asumiendo una máxima al jurarse en la consagración, basada en que las mujeres también pueden salvar al mundo desde el saber de la adivinación. En la mayoría de los casos, estos saberes ya los poseen antes de ser consagradas. Ejemplos como dar coco en el cuarto de iniciación, el derecho de entrar al cuarto por sus conocimientos o de pertenecer al consejo de mayores de la Asociación Yoruba muestran que se ganaron ese lugar.

Estudiosos del tema como Abimbola9 afirman que no hay un fundamento histórico, religioso, filosófico dentro de la tradición yoruba que les impida ser sacerdotisas, sino una costumbre patriarcal. Por su parte, Moracen10 asegura que ambas pueden vivir en armonía.

Siendo así, Dulce María Rodríguez afirma ser la Iyanifá más sentenciada de Cuba, a pesar de no ser la primera iniciada. Su consagración hace 13 años como sacerdotisa desencadenó una avalancha de polémicas, entre las cuales estuvieron presentes diferentes formas de violencias contra todas las iniciadas. Estas llegaron tanto desde el seno familiar (distanciamiento de padres, hermanos, amigos, esposos), como desde los ahijados, traspasando las líneas de la comunidad religiosa en la ciudad de Holguín. Todo ello como resultado de un proceso que llegó hasta el consejo de mayores en pleno de la Asociación Yoruba de Cuba (AYC).

Por otra parte, fueron ellas las que constituyeron la filial de la Asociación Yoruba en Holguín y se encargaron de integrar a los 13 cabildos que existían en la provincia. También sostuvieron una intensa labor desde el activismo social y político en la comunidad. No obstante, este trabajo no fue tomado en cuenta en el momento de ser sentenciadas como “traidoras” por toda la comunidad religiosa de babalawos de Holguín, y su extensión a nivel nacional, en una clara intención de materializar el castigo “divino/celestial”. Es un ejemplo de cómo el patriarcado permanece vivo, al acecho, dialoga y se impone como práctica en el ejercicio del poder. Este se regenera para actuar y enarbolarse en nombre de las costumbres, la justicia y la religión. Por otra parte, el evidente sesgo de desigualdades de género en las religiones afrocubanas propició el espacio para que estas mujeres fueran definitivamente expulsadas bajo los códigos de los babalawos machos, varones, masculinos; con la anuencia de varios consejos de mayores11 que dieron su voto a favor de la expulsión, con el objetivo de dar un castigo ejemplarizante. Se encendió la hoguera (moderna) al estilo medieval en el que serían “quemadas” estas mujeres. Sendos comunicados oficiales actuaron como onda expansiva en toda la región de Oriente que dirigían las Iyanifás de Holguín, en las casas templos y sedes de la AYC, así como en las redes sociales.

Ogbe Ate: Orunmila siempre hace algo por las mujeres

Pensaron los censores que daban por concluida la tarea de restringir a las mujeres al lugar que históricamente les ha sido destinado en el universo de la religión afrocubana. Sin embargo, no tuvieron en cuenta que -en la permanente búsqueda por la igualdad de género- estas Iyanifás, sin su anuencia, ya estaban empoderadas desde un conocimiento teórico y práctico imposible de anular con un mero comunicado.

¿Qué pudiera significar para un hombre consagrado en el conocimiento y sacerdocio de culto Ifá/Orunmila que se ponga en igualdad de condiciones a las mujeres? La respuesta aparece cuando se toma en consideración que, en las prácticas de la religión al culto de Ifá, como en otras religiones de origen africano, la sabiduría tiene un poder; es un patrimonio que traspasa los límites de lo cultural y se entiende hacia lo social, lo económico, lo político; a su vez, presupone una legitimación de identidad masculina.

En primer lugar, significa sentirse bajo amenaza constante, porque tanto en el mundo de Ifá como en Palo Monte y el espiritual, quien tenga esta sabiduría tiene un poder (dominio) y un patrimonio inmaterial12. En segundo lugar, es inadmisible que desde la lógica histórica patriarcal se acepte que las mujeres concentren una jurisdicción religiosa en un espacio que hasta el momento era sólo reservado para hombres; por lo que ponen en crisis la estructura de dominación de Ifá. Tercero, porque lo más importante no es que ostente el poder de un saber, sino que lo ejerzan y se inicien como sacerdotisas de Ifá/Iyanifás ante un tablero.

Según testimonio de la entrevistada, todos los babalawos se levantaron en masa para la condena, incluyendo ahijados de Palo y Ocha. Se basaron en acusaciones infundadas y otros elementos que no eran de índole religioso, como la desmoralización, amenazas físicas, etcétera. Y es que, cuando se trata de sentenciar a las mujeres, los hombres se concentran en un bloque común liderado por una “ideología”: el patriarcado. Aunque también hubo mujeres -en minoría- que se sumaron al coro de la sentencia. A pesar de haber comunicado a las entidades correspondientes la iniciación (AYC y a la oficina de asuntos religiosos), ninguna institución fuera de la asociación se pronunció ni a favor, ni en contra de la consagración.

Lo que no te mata te hace fuerte

La lucha por la equidad de género está presente en todos los espacios. Las Iyanifás representan un valor simbólico y real de cómo vencer la hegemonía masculina. Fueron condenadas, pero no subyugadas. La sabiduría, el empoderamiento y adjudicarse el derecho de la libertad de religión otorgada por la Constitución cubana fueron herramientas certeras amparadas por la verdad de Orula y la justicia de Olódúmaré, que está por encima de los seres humanos. Desde este momento, continuaron su labor sin dejar de trabajar, de estudiar, de superarse para estar preparadas en el ejercicio del sacerdocio. Tan pronto como pudieron, volvieron a reactivar todas sus actividades públicas. Siete años después fueron convocadas por la Oficina de Asuntos Religiosos del Consejo de Estado para que retomaran su labor de manera oficial. Fue sólo el reconocimiento al trabajo realizado, aun desde el ostracismo en el cual fueron ubicadas.

Más allá de la razón histórica colocada como regla de culto de Orunmila-Ifá, existe una realidad que no ha podido eclipsarlas: las Iyanifás son parte del mundo religioso yoruba y de la diáspora africana.

Siendo así, a pesar del intento, no pudieron arrebatarles su sabiduría. Por lo que hoy existe un universo femenino de Iyanifás criollas que van in crescendo. Ya se habla de casi 2.000 en todo el país. Es la prueba más contundente de la batalla feminista contra el patriarcado en el culto de Ifá.

En consecuencia, la lectura de la letra del año de 2021 fue realizada solo por Iyanifás cubanas. Para algunos se ejecutó con el mayor rigor y respeto; para otros, resultó un sacrilegio y profanación del culto. Lo cierto es que alrededor de 1.310 sacerdotisas de toda Cuba se levantarían en un mismo momento, concentradas en grupos de occidente, centro y oriente, para realizar la lectura. Este acto les costó, desde amenazas de muerte, hasta una petición legal por medio de la AYC para que la ley dispusiera ante la falta.

El evento tuvo otra peculiaridad que rompería con los pilares de estereotipos de género en el culto a Ifá: la mesa fue servida por babalawos. Como resultado, las Iyanifás de Cuba se nuclearon en las hermanas Universales, se organizaron en consejos por regiones con una presidencia del Consejo de Iyanifás de Cuba. Aun sin ser aceptadas por la AYC, ellas existen y están bien estructuradas.

Sin embargo, la realidad ha demostrado que las luchas por la equidad de género no están limitadas a un campo u otro, sino que transversalizan a la sociedad en general y sus componentes traspasan los límites de lo religioso-cultural-legal y llegan a estructurarse como violencia de género. De una manera sutil se escabullen entre el mundo de una institución “inquisidora”, la AYC en este caso, salvando las distancias y los contextos. Esta se asiste el derecho de castigar a las mujeres consagradas como Iyanifás bajo el delito de sacrilegio y profanación del oráculo de adivinación, además de pisotear, insultar y agredir verbalmente e incentivar la agresión física. Y, por otro, el silencio cómplice de las instituciones que, por competencia, debieron proteger y/o defender a estas mujeres.

La deconstrucción cultural del imaginario religioso que asienta la primacía masculina a partir del dogmatismo como verdades inamovibles, marca las desigualdades de género enfatizadas en lo que deben o pueden hacer las mujeres dentro del mundo religioso con respecto a los hombres. Este orden ha propiciado el empoderamiento y la ruptura de los límites establecidos para las mujeres, lo que no solo significa una guerra contra el machismo y el patriarcado, sino un reto frente a todo un universo religioso que funciona en su propia concepción ontológica, bajo las lógicas patriarcales y su poder concentrado como mecanismo de capital. A pesar de esto, las Iyanifás han demostrado, a costa de su propia integridad física y espiritual, que este monstruo de mil cabezas se puede enfrentar con sabiduría, persistencia y osadía.

La suerte está echada. Se seguirá luchando aun a costa del alto precio de las hogueras de la inquisición actual, como expresiones de violencia contra las mujeres, para que en el futuro no existan límites de la permisibilidad para ellas en el espacio religioso afrocubano, más allá de preparar las mesas como Apetebí ayafa, las labores domésticas; de procrear, educar y formar hombres y mujeres. Es también una batalla para asegurar un futuro donde puedan ser lideresas religiosas a plenitud, libres para ejercer su sapiencia de adivinación en el tablero.

 

1 Iyanifá: Iya-(madre)-Ni-(Tiene)- Fá: (Religión o secretos). Sacerdotisa de Ifá, mujer que realiza la adivinación de Ifá o es custodia de Ifá desde lo personal o profesional. También nombradas Iyaláwo-Yeyelawo.

2 Hamartiología: forma parte de las doctrinas que tratan la Teología Sistemática y se basa en la doctrina del pecado.

3 Génesis 3. Versículo 3.6.

4 Forma parte de un trabajo investigativo aún en desarrollo.

5 Entrevista realizada el 18 de marzo de 2023, en Bayamo (Granma, Cuba), por el Dr. Julio Moracen Naranjo y Aracely Rodríguez Malagón.

6 En 1985 se consagró en los EE.UU. la primera mujer sacerdotisa de Iyanifá en América.

7 Machado, A. (2014). “Sacerdotisas de Ifá ¿un sacrilegio?”. Revista Caminos. En: https://revista.ecaminos.org/sacerdotisas[1]de-ifa-un-sacrilegio

8 Apetebí ayafa: esposa del babalawo o asistente de los sacerdotes en determinadas ceremonias, aspiración máxima a la que podía aspirar una mujer en la versión cubana (criolla) de Ifá.

9 Abimbola, I. M. (1997). Ifa WillMend Our Broken. AIM Books Editors.

10 Entrevista realizada a Dr. Julio Moracen Naranjo, antropólogo, profesor de Patrimonio Cultural Inmaterial en el Departamento de Historia, de la Universidad Federal de São Paulo, Campus Guarulhos (SP). Director de teatro y dramaturgo, trabaja con teatro de identidades negras en la diáspora y África (23 de febrero de 2023).

11 Fue Antonio Castañeda en persona, quien fungía como presidente de la AYC. Se realizó en un teatro con más de 1.000 personas, entre ellos los propios iniciados por estas mujeres, tanto en Ocha, como en Palo e Ifá.

12 Moracen, J. (2015). Cultura de origen africano entre lo intangible y lo volátil. Contra/Relatos Desde el Sur, v. X, p. 97-106.

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