Yamylé Fernández Rodríguez - Revista Mujeres.- Muchas son las historias de violencia hacia mujeres de distintas edades y ocupaciones que evoca la psicóloga camagüeyana Yamilka González Almeida, porque no son pocas las que se le han acercado en busca de ayuda ante situaciones que, a veces, transcurren de las puertas hacia adentro.
Sin mencionar nombres, por una cuestión de confidencialidad, la especialista recuerda casos como los padres de una joven que acudieron en busca de orientación porque el esposo de su hija la golpea y esta lo niega; él no le permite trabajar fuera del hogar y, aunque parezca increíble a estas alturas del siglo XXI, le restringe las llamadas telefónicas.
“También está una señora que convive con el hermano alcohólico, quien para pagar su vicio le ha vendido hasta los alimentos, los efectos electrodomésticos y la ha agredido físicamente.
Otro ejemplo es el de un hijo que labora en una importante institución y maltrata a su madre, no le permite decidir nada en la casa e incluso la golpea. Sin embargo, al conversar la psicóloga con ellos, el joven aludió problemas nerviosos en su mamá y ella optó por callar para no exponerlo públicamente”, narra Yamilka, también psicóloga en el Departamento Provincial de Promoción de Salud y Prevención de Enfermedades (Prosalud).
Situaciones como las descritas ilustran que la violencia puede estar en cualquier tipo de relación, ya sea interpersonal o intrafamiliar, y no solo compete a personas de poca instrucción.
Sus daños pueden extenderse hasta los seres afectivos de la víctima y, en opinión de la entrevistada, resulta mucho más perjudicial cuando hay niños de por medio, al correrse el riesgo de que, además del sufrimiento que tal ambiente les provoca, desarrollen trastornos de personalidad e incorporen patrones de conducta que luego reproduzcan.
Reflexiona la psicóloga que “la mayoría de las veces las personas se adaptan a vivir en ese ciclo y, por lo general, acuden en busca de ayuda cuando sus vidas corren peligro”.
Sin embargo, existen espacios que pueden contribuir a exorcizar tal “demonio”, como las consejerías habilitadas en las Casas de Orientación a la Mujer y a la Familia y la línea confidencial 103, abiertas para recibir y asesorar a todo el que se acerque.
En opinión de González Almeida, el nuevo Código de las Familias en Cuba “está muy bien, pero los individuos no cambian su pensar solo por un documento, sino por lo que aprenden de la sociedad en que viven y se transmite de generación en generación, por lo que aún queda mucho por hacer”.
Aunque hay innegables avances en el enfrentamiento a las manifestaciones agresivas contra las mujeres y las niñas, este es un asunto sobre el que todavía hay que hablar más en las familias, comunidades, centros laborales y estudiantiles.
“El enfrentamiento debe ser de todos y para ello hay que entender los términos de equidad e igualdad, pues equidad no es que vivamos todos en iguales condiciones, sino que se respete a cada cual tal y como es, y se le ayude según sus necesidades y capacidades reales”, sentenció la experta.