La participación de líderes comunitarios junto a sus familias ha sido clave en estos 13 años del proyecto, asegura Quintana López

Lisandra Fariñas - Red Semlac / Facebook/proyecto Vida.- Para Natalia Caridad Quintana López, trabajar por los demás, sin esperar nada a cambio, es divisa de vida. Por eso, a sus casi 59 años de edad, se ha dedicado en cuerpo y alma a un proyecto que coloca al ser humano en el  centro de todas sus acciones.


Su proyecto comunitario familiar “Vida” busca preservar el entorno para las futuras generaciones, a la vez que transforma las vulnerabilidades y problemas sociales de su comunidad. Se trata de una iniciativa que mucho tiene que aportar desde el consejo popular Los Pinos, en Arroyo Naranjo, uno de los municipios periféricos de La Habana.

Surgido en 2010 en su propia familia, tiene por sede su casa y el foco de su trabajo es la permacultura, “que no es más que la cultura de vivir en armonía con la naturaleza”, explicó a SEMlac Quintana López.

“La idea es crear sistemas que sustenten a las generaciones presentes y futuras, desde una filosofía de cooperación y cuidado de la naturaleza y las personas, mediante diseños que tomen en cuenta la diversidad, estabilidad y resiliencia de la recuperación de los ecosistemas naturales”, añadió.

Apostamos por el cuidado de la tierra y de las personas, y además por “repartir los excedentes, compartir, lo cual es muy importante para nosotros”, dijo.

De la labor con niñas y niños de la comunidad nacieron círculos de interés de permacultura y un grupo de teatro llamado La Palangana. Fotos: Facebook/proyecto Vida

En los inicios fue la labor con niñas y niños, de donde nacerían luego los círculos de interés de permacultura y un grupo de teatro llamado La Palangana, que dirigía una instructora de arte de la casa de la cultura de la comunidad.

Además, se formó un equipo deportivo que continúa activo, mencionó la coordinadora del proyecto. Recordó el papel fundamental desempeñado por la Fundación «Antonio Núñez Jiménez» de la Naturaleza y el Hombre, una ONG sin fines de lucro que promueve valores y conciencia ambiental a través de la investigación y programas de desarrollo. En ese lugar, recibieron capacitación e información sobre permacultura para fortalecer sus conocimientos.

A partir de ese momento, surgieron otras líneas de trabajo, como la denominada “No Regreso”, que apoya la inserción en la sociedad de personas que cumplieron sanciones penitenciarias.

“Este espacio les permite capacitarse en la producción de alimentos y también acercarse a obras literarias que repercuten en positivo en sus vidas”, agregó.

 Labor de muchas manos

La participación de líderes comunitarios junto a sus familias ha sido clave en estos 13 años del proyecto, asegura Quintana López.

Una de ellas es Elena Aguirre Céspedes, practicante de la religión yoruba y enfermera con un gran prestigio “por su forma de ser agradable, muy comunicativa”. Otro, el doctor Lien Ruiz Varela, un médico que ha prestado servicios médicos en varios países y también un referente en el barrio.

Pero nada hubiera sido posible sin las personas que, voluntariamente, aportan a la comunidad desde “Vida”, aclara; desde maestras que organizan actividades en escuelas, el aporte de la universidad del adulto mayor, hasta expertos en psicología, psiquiatría y sociología que brindan apoyo a niños, niñas y mujeres en situaciones de violencia familiar.

Natalia Caridad Quintana López creó el proyecto “Vida” en 2010 con su familia, en su propia casa y tomando como centro la permacultura. Fotos: Facebook/proyecto Vida

Quintana López está muy feliz por lo logrado, aunque el plato fuerte del proyecto es la siembra, cuidado y cosecha de alimentos sanos, limpios y justos. Con orgullo cuenta cómo han transformado los vertederos locales en áreas productivas y han fomentado el cultivo en patios, azoteas y balcones.

“Hemos gestionado empleo a 965 personas, lo cual nos satisface y agradecemos siempre a quienes han contribuido para hacerlo posible”, insistió.

Un enfoque similar se aplica a los jóvenes, a quienes brindan formación vocacional en áreas agrícolas, cuidado de animales y en especialidades necesarias en el municipio, comentó.

“Les hemos estado acompañando para que tengan un sentido de pertenencia grande por esta comunidad, muy humilde y necesitada de ser escuchada”, dijo.

El proyecto busca preservar el entorno para las futuras generaciones y transformar las vulnerabilidades y problemas sociales de su comunidad. Fotos: Facebook/proyecto Vida

Otros ámbitos en los cuales trabajan son la atención a las personas en situación de vulnerabilidad, a las que entregan productos de sus patios; y las personas con necesidades especiales, para lo cual incluso aprendieron lenguaje de señas, en pos de brindarles las mismas oportunidades.

Los conocimientos de permacultura alcanzan también a niñas y niños, con varias generaciones ya preparadas mediante talleres y seminarios, en los cuales han aprendido a sembrar, cosechar y conservar los alimentos.

“Aquí aprenden a hacer la harina de yuca, el vinagre, el vino seco, a conservar los alimentos y una cocina sana y lo más natural posible, donde se lleven a cero los desechos. Aprenden a ser consumidores conscientes”, acotó.

También se les enseña a reciclar, conservar y reutilizar distintos recursos, incluso las aguas. “Les mostramos que todo tiene una segunda oportunidad, cómo cuidar lo que tienen y llevar esa óptica a sus hogares”, agregó.

Aplicar la economía circular les ha permitido no desechar nada y mejorar los suelos donde cultivan, cuyas producciones de frutales han destinado a la escuela, el comedor del sistema de alimentación familiar y el hogar materno de la localidad, así como a la cooperativa Armando Mestre, a la cual pertenecen.

 Mujeres al centro

La fuerza principal del proyecto son las mujeres; sin embargo, Quintana López prefiere resaltar la unidad de todos en función de sus objetivos.

“Trabajamos unidos: ni nosotras delante ni ellos detrás; sino tomados de la mano en función de mitigar los efectos del cambio climático”, refirió.

Si bien laboran para brindar opciones de empleo y atender asuntos como la violencia hacia las mujeres, la mayor fortaleza de cualquier comunidad es que hombres y mujeres trabajen juntos, sostiene esta emprendedora.

Más allá de los resultados actuales, llevan muchos años solicitando tierras no cultivadas dentro de la comunidad y aún no reciben respuesta, señala Quintana López. Fotos: Facebook/proyecto Vida

“Estamos muy agradecidos de quienes, desde el voluntariado, han venido a dar talleres, seminarios, cursos y han permitido que nuestros vecinos y compañeras hayan aprendido, y nosotras también, por supuesto”, comentó.

Metróloga de profesión, Quintana López es graduada de la especialidad de construcción de maquinaria, es especialista en capital humano y de Derecho laboral. Esos conocimientos los pone al servicio del proyecto comunitario familiar “Vida”, al cual se dedica a tiempo completo como trabajadora por cuenta propia, en la comercialización de plantas medicinales y de condimentos.

Si en “Vida” logran conjugar tan variadas acciones con tan diversos públicos, es porque todo está unido.  “No podemos hablar de crear o fortalecer capacidades para mitigar los efectos del cambio climático si no hablamos de producción de alimentos, de vida sustentable, de cambio de matriz energética; de amor en los hogares, de calidad de vida de las personas”, refirió.

Pese a tan nobles propósitos, todo no es color de rosa. Más allá de los resultados actuales, llevan muchos años solicitando tierras no cultivadas dentro de la comunidad y ni siquiera han recibido respuestas a sus solicitudes.

“Ha sido el mayor obstáculo; incluso, tenemos un proyecto de producción de leche de cabra y sus derivados que no concretamos por falta de espacios”, dijo.

El proyecto comunitario familiar “Vida” busca preservar el entorno para las futuras generaciones. Foto: Facebook/proyecto Vida

No obstante, afirmó, su mayor motivación sigue siendo conservar el planeta.

“Trabajar sin esperar nada a cambio es maravilloso. Pero si, además, tienes el privilegio de recibir la sonrisa del niño, el agradecimiento de las madres, el apretón de manos de un padre que siente que en algo ha incidido el proyecto para que sus vidas se transformen, pues ya es más que bendecido lo que recibimos. Aspiramos solo a la oportunidad de continuar trabajando”, concluyó.

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