Red Semlac.- La aprobación del Código de las Familias en septiembre de 2022 abrió un camino a favor de la inclusión y de la lucha por la justicia y el reconocimiento de los derechos de todas las personas en Cuba. Sin embargo, al interior de los hogares aún persisten prejuicios que laceran el desarrollo pleno de quienes tienen identidades no heteronormativas.


Los miedos e inseguridades que experimentan las familias ante el hecho de que uno de sus integrantes sea lesbiana, gay, bisexual, trans, intersexual, queer (LGBTIQ+) se convierten muchas veces en actos discriminatorios o violentos, un tema sobre el cual SEMlac dialogó con Jorge González Núñez, presidente del Movimiento Estudiantil Cristiano de Cuba; la mujer trans y activista Nomi Ramírez; y la emprendedora Elizabeth Cabrera Espinosa.

Diversidad sexual y familia fue el tema de debate, a través del cual profundizaron en las experiencias en torno a la vida familiar de las personas con sexualidades no heteronormativas, así como los obstáculos y prejuicios que pueden limitarla.

¿Cuáles son los prejuicios que limitan la vida familiar de las personas con sexualidades no heteronormativas?

Jorge González Núñez: Uno de los primeros prejuicios que aparecen en el seno familiar es, justamente, el de reconocer que existimos como personas diversas. Eso nos impide expresarnos libremente y tiene connotaciones más o menos visibles, o mayores, dependiendo de la persona. Si eres cisgénero, es decir, si tu cuerpo está en sintonía con tu identidad de género, eres aceptado de una mejor manera. Es distinto cuando se trata de una persona trans, para la cual el rechazo y la discriminación son mucho mayores.

No reconocer que las personas LGTBIQ+ existimos en la sociedad, en nuestras familias, puede generar limitaciones, actitudes violentas, discriminatorias. Por ejemplo, si vamos con nuestra pareja, no se les reconoce como tal: cuesta decir esposo, esposa, novio, reconocer que hay una relación de amor, que pasa también por la sexualidad.

Se crea como un silencio, como un secreto a voces alrededor de nuestra sexualidad y experiencias amorosas, lo que termina generando en las personas LGBTIQ+ un sentimiento de inseguridad, de no saber cómo hablar con nuestras familias cuando tenemos un problema.

También hace que tengamos que llevar en soledad muchas de estas preocupaciones, porque se nos ha prohibido prácticamente hablar de nuestros sentimientos, lo que genera situaciones de depresión e incluso de culpa.

Esto sin mencionar los matices que también aparecen cuando en esta familia está presente algún tipo de tradición religiosa. Muchos de nuestros amigos y amigas que están en espacios familiares cristianos experimentan un prejuicio doble, hay un estigma mayor porque se ha construido todo un discurso de pecado, de condenación hacia todas las identidades no heteronormativas; aun cuando existen teologías, maneras de interpretar la Biblia comunitaria y familiarmente, que son liberadoras y buscan en la fe instrumentos, vías para el amor y la plenitud y no para la discriminación y la violencia.

Nomi Ramírez: Desde que llegas a este mundo, tus padres esperan determinadas cosas según el sexo biológico, pero no siempre el sexo biológico coincide con la identidad de género. Si los padres ven que existe la posibilidad de que su hijx tenga rasgos homosexuales, comienza el calvario del niñx en la mayoría los casos. Todo debido a los prejuicios, el estigma y la discriminación.

También le tienen mucho miedo al qué dirán los vecinos, los amigos, en fin. Creo que los prejuicios hacen mucho daño, pues muchas personas te juzgarán y tratarán sobre la base de eso que ellos creen. Todo esto comienza a erosionar la tranquilidad del niñe: el acoso, el rechazo, las muestras de discriminación, los castigos, los golpes, las burlas atentarán contra su normal desarrollo.

Elizabeth Cabrera Espinosa: En mi caso particular, mi pareja y yo tenemos mucha suerte de tener la familia que tenemos, pero por supuesto que hay prejuicios que se han convertido en retos para nosotras. Cuando comenzamos nuestra relación, yo tuve que enfrentarme al rechazo de mi madre por el prejuicio de que “su hija no podía ser tortillera”, como si fuera una delincuente, y es que son tan fuertes los estereotipos que ahora mismo dudo si usar esa palabra.

¿Cómo han experimentado en lo personal estos prejuicios en un espacio que se supone debería ser un refugio familiar?

JGN: Todos tenemos algún tipo de prejuicio y constantemente estamos intentando superarlos. Como familias, el tema está cuando no logramos hacerlo y se terminan convirtiendo en actos de violencia, de discriminación, que tratan de “corregir” a la persona o invalidarla completamente.

Se genera un conflicto cuando ocurre en adolescentes, en edades juveniles, que es cuando las personas están descubriendo su sexualidad y comenzando a expresarla, además de coincidir con momentos importantes de la vida: estudiar una carrera, tomar decisiones para el presente y el futuro.

Es muy difícil cuando no cuentas con el apoyo de tu familia para estudiar, para tener seguridad en ti mismo; son las situaciones que vivimos después intentando superar, buscando apoyo en otras personas.

NR: Yo experimenté todo lo negativo desde muy temprana edad: castigos, regaños… Y luego de adolescente se hace más difícil, tanto que me fui del hogar, abandoné los estudios.

Lo triste es que las consecuencias de la discriminación y los prejuicios te pueden llevar a situaciones fatales como enfermedades y exposición a conductas de riesgo, e incluso a las llamadas conductas antisociales, con sus respectivas consecuencias.

ECE: Como es lo heteronormativo lo que impera en la sociedad, en nuestro caso el comportamiento como pareja también se ve afectado en el sitio que debería ser un refugio.

Creo que si fuéramos una pareja heterosexual, seríamos mucho más cariñosas la una con la otra. Me refiero a que en las cenas de fin de año, por ejemplo, cuando todos se besan para celebrar, nosotras buscamos la manera de no hacerlo delante de todos; y eso ahora nos está pasando factura, porque debimos imponernos un poquito más en ese aspecto.

Desde que tenemos a nuestro hijo, nos decidimos a naturalizar mucho más nuestra relación, porque no podemos ser nosotras las primeras que nos autorrechacemos y queremos que él vea nuestra relación como algo natural y normal. En él sí no hay ni una gota de prejuicio; si todos los niños crecieran viendo las relaciones de pareja como dos personas que se aman y punto, seríamos una mejor sociedad.

¿Cuál es su opinión sobre el proceso actual de ordenamiento jurídico y leyes como el Código de las Familias, que apuesta por la diversidad familiar?

JGN: Creo que hay dos momentos importantes que ha vivido la sociedad cubana en los últimos años. El primero tiene que ver con la Constitución, todo lo que ella reconoce en materia de derechos y en que prohíbe claramente cualquier tipo de discriminación.

El proceso de consulta popular, que vino vinculado tanto a la Constitución como al Código de las Familias, ayudó a que las personas –estuvieran o no de acuerdo– entendieran que estábamos hablando de derechos humanos. Eso marca una diferencia.

El Código de las Familias también evidenció prejuicios, homofobia, machismo, el patriarcado que está presente en nuestra sociedad. Es importante tener el Código, pero más importante es seguir trabajando en ese cambio de mentalidad y en la construcción de un discurso sobre el respeto a la libre determinación de las personas sobre su sexualidad, su cuerpo y su vida en general.

El Código de las Familias en sí mismo ha significado un gran paso en cuanto al reconocimiento de toda la diversidad de familias que existen en Cuba, de los derechos que tenemos; pero también de los mecanismos para denunciar, para ser resarcidos cuando es violentado uno de nuestros derechos.

Al mismo tiempo, sabemos que no basta: hay que seguir pensando, conversando, discutiendo qué nos falta como sociedad, como familia. Sigue siendo pertinente contar con un programa de educación integral de la sexualidad con enfoque de género en las escuelas y que estas sean un espacio para educar en temas de género, inclusión y diversidad.

NR: Feliz por la aprobación de este Código de las Familias, importante ahora que se haga cumplir lo establecido. Es un paso de avance, una garantía a los derechos e igualdad. Aunque no se logre cambiar la mentalidad de todos, por lo menos no estamos desamparados.

ECE: Me parece que todavía hay mucho por hacer: ganamos una batalla al poder legalizar nuestra relación como pareja, pero cuando dos personas se unen en matrimonio forman una familia y, muchas veces, esa familia se quiere agrandar con los hijos; y ahí todavía se necesita más apoyo legal.

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