Dailene Dovale - Cimarronas.- Ella no quiere ser solo la madre o ser reducida a un cuerpo, a un útero y la capacidad de procrear hijos e hijas. Ella quiere crear, investigar, innovar y hacerlo para ver a su gente, su familia y comunidad más feliz; para sentirse útil. Pero hay muros, a veces invisibles, que se interponen entre sus deseos y metas. Las mujeres, cómo dudarlo, enfrentan dificultades para la investigación científica.


En primer lugar, hay que declarar las ciencias como un espacio no libre de «prejuicios asociados a la imagen tradicional de la relación entre relación ciencia, tecnología y sociedad». Se corresponde, también, en un divorcio entre la acción técnica y la práctica social. Es decir, se ve la investigación y trabajo de científicos y científicas divorciado de la sociedad y de las múltiples mediaciones que imponen sobre elles, entre ellas las mediaciones de género.
La sociedad, por ejemplo, coloca los trabajos de cuidados cada vez más en el espacio familiar y dentro del hogar, en los brazos cansados de las mujeres, a quienes se les exije, muchas veces sin sutileza, la realización de las tareas domésticas, la atención. ¿Acaso las mujeres científicas escapan de esta realidad? ¿Además del trabajo remunerado en la academia o la investigación no pesará sobre sus hombros el cuidado a niños, niñas, personas mayores? ¿Esta doble jornada laboral no repercutirá en su labor científica?
Resulta evidente que se debe: «hacer visible la centralidad de la ciencia, la tecnología y la innovación, [...] como agente del desarrollo humano,
sostenible, inclusivo». Por tanto, se vuelve imprescindible colocar las problemáticas de las mujeres en el centro, analizar así las brechas de género que impiden su participación plena en las ciencias, en la academia. Las políticas institucionales en las universidades, centros científicos y académicos deben reconocer esas particularidades y brechas que frenan el desarrollo científico. ¡Se vuelve una urgencia!
Cómo expresa Francisco H. Figaredo Curiel es importante entender las ciencias, tecnología e innovación no son actividades autónomas e independientes de procesos sociales más complejos. El patriarcado impidirá y mellará la obra de mujeres científicas. Al hacerlo, impactará de forma negativa el propio desarrollo social. Este análisis también corresponde al sector empresarial donde se vuelve cada vez más necesario el liderazgo científico.
Esta resulta una problemática ya vieja. Al decir de Félix Varela: «Uno de los atrasos de la sociedad proviene de la preocupación de excluir a las mujeres del estudio de las ciencias o a lo menos no poner mucho empeño en ello, contentándose con lo que privadamente por curiosidad pueden aprender, siendo así que el primer maestro del hombre es su madre, y que esto influye considerablemente en el resto de su educación». A pesar de los grandísimos avances entre el contexto de la frase y la vida actual, a las mujeres les sigue correspondiendo casi exclusivamente la carga mental de la organización familiar y la crianza, entre tantas jornadas no pagadas que terminan repercutiendo en su desarrollo profesional.
Así lo expresan las propias mujeres que dedican sus vidas a las ciencias:
Mariela Castro Espín: «La ciencia cubana está perdiendo los significativos aportes de las científicas que han asumido la responsabilidad de los cuidados de menores, ancianos y familiares como problema de salud».
Belinda Sánchez, directora de Inmunología e Inmunoterapia del Centro de Inmunología Molecular (CIM): «Los proyectos de las vacunas llevaron un esfuerzo descomunal de horas de trabajo y allí estaban las mujeres [...] Lo que sí hemos vivido las científicas —y marca la diferencia entre el hombre y la mujer— es el momento de la maternidad y la crianza de los hijos e hijas en las primeras edades» afirmó Urge compartir los cuidados, entre otras cosas, para poder hacer mejor ciencia.
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