En los orígenes de muchas formas de maltrato infantil subyace un modelo educativo centrado en el ejercicio arbitrario del poder por parte de los adultos

Dixie Edith - Red Semlac / Foto: Tomada de visionyoptica.com.- El maltrato infantil es un problema global, con consecuencias para quienes lo sufren  y que muchas veces se arrastran durante toda la vida. Se trata de un problema complejo y difícil de estudiar, según la Organización Mundial de la Salud (Oms), pues involucra muchas manifestaciones que a menudo son difíciles de identificar.


Para la sicóloga Roxanne Castellanos Cabrera, especialista en atención infantil y de adolescentes y profesora titular de la Universidad de La Habana, “todo lo que vulnera algún derecho de niños, niñas y adolescentes es una forma de maltrato”.

A juicio de esta experta, que coordina un proyecto para promover la crianza respetuosa en las primeras edades, da igual si eso se hace “consciente o inconscientemente, teniendo conocimientos o no al respecto. Porque cuando se tienen hijos, se contrae la responsabilidad inmensa de tener la preparación requerida para darles cuidados de calidad”.

“Todo lo que vulnera algún derecho de niños, niñas y adolescentes es una forma de maltrato”, asevera la psicóloga Roxanne Castellanos. Foto: Cortesía de la entrevistada

 ¿Cuáles son las formas más frecuentes de violencia infantil en Cuba?

Así como es diversa la Cuba de hoy, son diversas las formas de maltrato infantil. Van desde las más sórdidas –como la negligencia, la violencia descarnada y el trabajo infantil– hasta las más refinadas, como el perfeccionismo y las hiperexigencias educativas, que obstaculizan el tiempo de juego y de socialización. Pero todas lastiman la integridad psicológica de un ser humano cuya salud mental y capacidad de ser feliz en la adultez depende de haber tenido la suerte -o no- de haber recibido un buen trato durante su infancia.

Creo que la forma de maltrato más frecuente en Cuba es el modo de relación que nos dejó de herencia la crianza tradicional, que es mayoritaria y no reconoce a niñas y niños como sujetos de los mismos derechos que los adultos, ni como personas merecedoras de respeto y de un trato digno.

En ese sentido, es muy común que, en el rol de enseñar, abusemos del poder del adulto y violentemos psicológica y físicamente a los menores, pidiéndoles, además, que se «porten bien» y sean «obedientes», cuando nosotros nos portamos mal con ellos en el modo en que los tratamos.

Olvidamos que la infancia es una etapa de aprendizaje y las conductas infantiles son todas normales, porque son niños haciendo cosas de niños.  Repetimos patrones de nuestras infancias, de cómo fuimos criados, y seguimos naturalizando el castigo físico, a pesar de que hace mucho tiempo se sabe, con base científica, que no aporta nada más que sometimiento y heridas emocionales. 

Muchos adultos siguen refiriéndose a sus infancias como la época en que se criaba bien y legitiman el maltrato como método educativo.  De este modo, les exigen a niñas y niños que no griten, gritándoles; que no golpeen, golpeándolos; que no ofendan, ofendiéndolos.  Así, transmiten la enseñanza que está en el centro de la falta de amor propio: quien más te quiere, tiene derecho a maltratarte. Y así nos convertimos en adultos que no sabemos identificar los malos tratos que recibimos, mucho más si provienen de los vínculos más significativos.

 ¿Cómo revertir estas conductas? ¿Con qué herramientas contamos?

La manera de revertir todo esto es, precisamente, comenzar a modificar la actitud que sigue legitimando la crianza tradicional y abrirse, como mínimo, a la posibilidad de conocer otras formas de crianza, atemperadas al enfoque de derechos de la infancia y al trato digno y respetuoso que merecen niños, niñas y adolescentes.

Digo como mínimo, porque realmente es un acto de abuso de poder y falta de responsabilidad no intentar conocer todas las investigaciones y recomendaciones que hoy existen y permiten tratar mejor a los niños, educarlos mejor y, de paso, hasta hacer más disfrutables las relaciones entre padres e hijos.

Es importante comprender que la crianza respetuosa no suprime la autoridad del adulto cuidador, ni reniega de las normas y los límites, como a veces se cree erróneamente.

Yo veo todos los días a madres y padres que no creían en la crianza respetuosa acercarse a nuestro proyecto, escuchar, opinar, participar y regresar luego validando este nuevo modo de experimentar la maternidad y la paternidad, sabiendo que no es fácil, pero es el mejor regalo para sus hijos e hijas y también algo que se disfruta mucho.

Eso, como mínimo, es lo que nos hace falta: que la gente les dé una oportunidad a sus hijos, que se las den ellos mismos y que quieran sumarse a la generación que le devolvió la dignidad a la infancia. Es poco a poco, sabemos que no es sencillo, hay mucho que desaprender. Es trabajo de toda la sociedad, porque hasta los gremios profesionales que trabajan con la niñez y la adolescencia deben actualizarse en toda esta materia.

¿Cuáles son los principales obstáculos en este camino?

Los retos están en lograr acompañar el cambio que se necesita, con una voluntad de país que facilite de todas las formas posibles ese cambio.  Las familias cubanas están ávidas de conocimientos y agradecen mucho todos los saberes y recursos que se les puedan transmitir para emprender el camino de ser mejores padres y madres.

Recibimos todos los días formas de gratitud y el inmenso placer de ver cómo crece la comunidad que abraza la crianza respetuosa. Pero los medios de comunicación deben apoyar más; hemos logrado un programa de televisión en el Canal Educativo para el verano, con una acogida impresionante, que habla de la necesidad y de la escucha que se le pone a todo esto; pero a veces cuesta hasta que se transmita un anuncio de 30 segundos.

Hace falta literatura, hacen falta servicios a donde las familias puedan ir a aprender acerca de todo esto. Se necesita que todos los entornos de desarrollo de niños, niñas y adolescentes estén atemperados a este conocimiento; la escuela en primer lugar. La escuela puede ayudar mucho en su relación con la familia, pero debe prepararse para ello. Es una labor de toda la sociedad y hay que empeñarse en ello, porque de eso depende su futuro.

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