Beatriz Yero Wilson - Revista Muchacha.- Doris* es una adolescente a quien la vida le cambió a los 16 años con la noticia de que estaba esperando un bebé. Justamente, terminado el Técnico Medio en Elaboración de Alimentos, supo del embarazo.


«Yo me sentí bien con la noticia de ser madre, al igual que mi esposo(1), mi mamá fue a la que más le costó adaptarse a la idea, finalmente me apoyó, pero al inicio fue un poco difícil, para ella, asimilar lo que sucedía», explicó en entrevista exclusiva para Muchacha.

La joven, además, nos comentó que no ha sido un problema, al menos económico, prepararse para la llegada del niño. Al hablar sobre sus sentimientos expresó que, aunque supone un motivo de alegría, no todos los instantes son perfectos.

«Hay momentos en los que me siento un poco abrumada cuando me pongo a pensar en toda la responsabilidad que implica ser mamá. Es un poco difícil llevar mi embarazo, que es riesgoso, lejos de mi casa, de mis familiares. Aquí (Hogar Materno) me tratan bien, recibo toda la atención médica que necesito, pero nada como estar en casa y para mí esto ha sido lo más difícil», agregó.

Doris no cree que el embarazo haya afectado o cambiado su vida, sus planes futuros ni sus relaciones amistosas. Nos habló, con un ligero orgullo, que pudo terminar la carrera escogida y que su relación con su pareja sigue igual o mejor que antes.

«He contado con mucho apoyo, están mis padres, mis amistades, mi esposo y aquí en el Hogar Materno también nos ofrecen todo tipo de ayuda, desde información hasta proporcionarnos la comida adecuada, llevarnos a las consultas, vemos a la psicóloga. Realmente, no me puedo quejar».

Sin embargo, el panorama no resulta igual para la mayoría de las madres adolescentes. En el artículo «Embarazos y uniformes no combinan», publicado en el Periódico 26 por la periodista Esther De la Cruz, se expuso que un alto porcentaje de las adolescentes que maternan han desertado del sistema escolar previo al embarazo, alcanzando solo un nivel básico de escolaridad. Afirmó que, aunque los directivos insisten en que un embarazo no es un inconveniente para regresar a las aulas tras el nacimiento del bebé, no ha sido tarea fácil lograrlo.

El estudio «Embarazo en la adolescencia y su relación con la deserción escolar» reveló los motivos principales por los cuales las adolescentes no regresan a las aulas; plantearon problemas económicos, familiares (abandono del padre, separación), vergüenza y complicaciones obstétricas.

Posterior al nacimiento del niño/a viene una etapa más complicada, que implica insertarse en el mundo laboral, en la mayoría de casos con una preparación muy básica ya que tuvieron que abandonar los estudios.

Según datos expuestos en la última Asamblea Nacional del Poder Popular, llevada a cabo en julio de 2024 en el Palacio de las Convenciones, Reynol García Moreira, viceministro de salud, mostró que el 82% de la fecundidad adolescente corresponde al grupo de 15–19 años, mientras el 18% recae en las menores de 14 años. En el grupo de 10–14 se produce un descenso más lento y menos pronunciado que en el otro grupo etario. La tendencia indica que continuarán en ascenso los embarazos en muchachas menores de 15 años.

Para Natividad Guerrero, Dra. en Ciencias Psicológicas, Máster en Sexología y, actualmente, especialista en el Centro de Estudios sobre la Juventud, la situación del embarazo en la adolescencia se ha agudizado, en Cuba, en los últimos tiempos y muestra una resistencia a la disminución, sobre todo del grupo etario de 12–14 años. «Si se suma esta cifra de embarazos, más los abortos voluntarios, regulaciones menstruales en edad adolescente pues la cifra es aún más alta», puntualizó.

«Lo cierto es que las menores de 20 años tienen una incidencia; cuando hablo de incidencia pienso en la influencia negativa con relación al tema. Durante esas edades ellas pueden tener una preparación superior para insertarse en la vida adulta, pero no la terminan y son mujeres que se quedan en desventaja, casi siempre dependiendo de la familia o de la pareja. Entonces, comienzan a tener preocupaciones, angustias, estados emocionales diferentes».

Natividad Guerrero indicó que «las cifras de las investigaciones lo dicen todo, los resultados dan cuenta del desconocimiento, la desinformación, la falta de educación sexual. La familia no les educa en este sentido, la escuela tampoco lo está haciendo y la tendencia indica el aumento para los próximos años».

Le preguntamos a Doris qué cambiaría de su historia — si es que pudiera hacerlo — , se detuvo a pensar y con sentimientos encontrados intentó explicarnos:

«Yo estoy bien con todo lo que ha pasado en mi vida, pero creo que cambiaría, no a mi bebé, sino el momento en el que se dieron las cosas, quizás sí o no».

Se aleja con pasos cansados, saludando a la enfermera a cargo Ionia Castillo, quien nos comentó, a la salida, que cada mes les llegan muchos casos como el de Doris: «adolescentes embarazadas, muchas con embarazos clínicamente saludables, pero sin condiciones sociales para enfrentar su situación, por lo cual allí se atienden».

El embarazo en la adolescencia sigue siendo un desafío complejo que requiere una respuesta multidisciplinaria. No se trata solo de estadísticas alarmantes, sino de vidas jóvenes interrumpidas, sueños postergados o un futuro incierto.

Combatir este problema exige un enfoque integral que aborde las causas, como la falta de anticonceptivos que existe en la actualidad, la escasa educación sexual integral — tal y como planteó la especialista Natividad Guerrero — , la persistencia de desigualdades de género, la falta de conciencia o baja percepción de riesgo de los y las adolescentes, así como de sus familiares.

Resulta necesario fortalecer el sistema de salud reproductiva, brindar información veraz y accesible, promover el empoderamiento de muchachas y muchachos; educar, prevenir y dar apoyo son las bases de un futuro donde la maternidad y la paternidad sean decisiones conscientes y responsables.

* El nombre de la entrevistada fue cambiado para proteger su identidad.

(1) El nuevo Código de las Familias (2022) eliminó el carácter excepcional del matrimonio infantil, estableciendo como edad mínima para contraer matrimonio los 18 años. La revista Muchacha respeta las declaraciones de la entrevistada y la forma de referirse a su pareja, sin embargo, alerta sobre las consecuencias de las uniones tempranas entre adolescentes y adultos/as. Las investigaciones han demostrado que, precisamente, estas uniones se han convertido en una de las mayores causas del embarazo adolescente, así como de la violencia de género.

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