Red Semlac.-¿En cuántas ocasiones, durante su vida, una mujer se ha sentido insegura al volver a su casa en horas de la noche?, ¿Cuántas veces ha debido escuchar un halago no deseado proveniente de un extraño, o se ha enfrentado a miradas lascivas, gestos obscenos, silbidos o comentarios inapropiados en la calle?
Estos son solo algunos ejemplos de las situaciones de acoso callejero que, desafortunadamente, muchas mujeres enfrentan con demasiada frecuencia.
Debemos entender que la sociedad actual tiene una estructura patriarcal y que esta dinámica se refleja también en los espacios públicos. Al interactuar en ellos, las mujeres se ven expuestas a comportamientos machistas y violentos, aprendidos y legitimados por esta estructura de poder.
En el contexto cubano, la naturalización del acoso callejero tiende a explicarse erróneamente por su asociación con contenidos de identidad cultural, temperamento social, expresión de “lo caribeño”. Pero esto es falso.
En otros contextos culturales, el acoso también está naturalizado y se justifica entonces por otras vías. Si consideramos que el acoso callejero es un problema global, transversal a sociedades culturalmente diferentes, a sistemas políticos, a grupos y clases sociales, entonces es evidente que el acoso debe ubicarse en el campo del sistema general de subordinaciones al cual pertenece el patriarcado.
En otros episodios de «¡Alcemos la voz!» hemos abordado formas de acoso, como el laboral y el que ocurre en el ciberespacio. Hoy hablaremos específicamente del acoso sexual callejero. Exploraremos sus formas de expresión, sus consecuencias para las víctimas y el tratamiento desde el ámbito legal. También las campañas de comunicación y otras iniciativas desde el activismo, que han abordado esta problemática.
