Beatriz Yero Wilson - Revista Muchacha.- «¡Cómo te vas a orinar ahí!», le gritó la enfermera a una paciente que acababa de dar a luz a su bebé sin vida y que no podía controlar su esfínter. Era el segundo embarazo que perdía y solo podía pensar en eso, pero las críticas y humillaciones por parte del personal médico no cesaban, a pesar de todo, la joven continuaba pidiendo perdón por algo que ni siquiera podía controlar.


Dicen que dar a luz es de los momentos más importantes en la vida de una mujer cuando lo decide; sin embargo, la realidad suele ser otra.

«No permiten que ningún acompañante entre con la paciente ni siquiera a la consulta de cuerpo de guardia, tampoco se puede acompañar a ultrasonido aunque tenga dolor la paciente. Los/as trabajadores/as exigen que el o la acompañante espere fuera del hospital. Estas reglas de la institución crean temor en las embarazadas, al verse solas, se sienten inseguras», aseguró Ana Walkis Sánchez, estudiante de 6to año de la Facultad «Miguel Enríquez» de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana.

La entrevistada conceptualizó la violencia obstétrica como un fenómeno que comprende todas las acciones, intencionales o no, provocadas por el personal de salud y que afectan el bienestar intrauterino del feto o de la madre, como puede ser el maltrato físico y/o psicológico a la madre, omitir posibles riesgos del embarazo durante las consultas, sobremedicar o no medicar adecuadamente ante cualquier complejidad que aparezca durante la gestación y el abuso o maltrato físico y/o verbal en el momento del parto.

En ocasiones se realizan acciones tan fuertes que las madres, indignadas, se quejan, gritan, se expresan, no obstante, otras ni siquiera se dan cuenta de que el solo hecho de realizar procedimientos en sus cuerpos sin explicarles absolutamente nada de lo que está sucediendo, implica un acto de irrespeto y violencia.

El artículo Manifestaciones de violencia durante el parto percibidas por mujeres y profesionales de la salud, publicado en la Revista Cubana de Enfermería en el año 2021, mostró que las madres, a pesar de expresar sus experiencias negativas durante el trabajo de parto y el parto, manifestaban simpatía con determinados/as profesionales de la salud, aunque daban a conocer la insatisfacción con la atención recibida; asimismo, nunca existió pleno conocimiento de la práctica de violencia obstétrica, sino que estas manifestaciones fueron percibidas como algo normal que toda mujer debe pasar para traer al mundo a su hijo.

«Tuve una experiencia que considero violencia obstétrica. Las relaciones de poder, desde mi conocimiento, donde más se evidencian es en el momento del parto, durante este caso específicamente se minimizó el dolor de la embarazada, sus quejas y gritos se tomaron como una sobreactuación y un mal comportamiento por su parte, en ese contexto el personal de enfermería, mayormente, ha llegado a regañar, maltratar y/o humillar a la madre. Incluso atemorizándolas con que se va a complicar su bebé y va a fallecer si no coopera», comentó la joven estudiante de medicina.

En la investigación antes mencionada se describe cómo, durante ese estudio, las mujeres nunca fueron llamadas por sus nombres y la comunicación profesional-mujer fue, básicamente, indicar u ordenar. Por su parte, un gran número de mujeres mencionaron la presencia de un trato frío a través del lenguaje corporal y extra verbal que provocó miedo. Una de las madres contó cómo le recordaban, en todo momento, que la vida de su niño dependía de cómo ella se comportara.

Ana Walkis Sánchez señaló, además, que la inadecuada forma de tratar a acompañantes y, sobre todo a pacientes, de un hospital materno en La Habana es algo muy común y que, aunque en estos tiempos se toma la decisión de tener un solo hijo/a por diversas cuestiones como la situaciñon económica, por ejemplo, en ocasiones es consecuencia de la violencia obstétrica.

Esta es una realidad que se extiende por toda la nación cubana y para combatirla se hace necesario visibilizarla, analizar sus causas y consecuencias. Juntas y juntos podemos construir, a través de protocolos y sensibilización, un sistema de salud más equitativo y respetuoso para las mujeres.

Sobre este tema, Walkis Sánchez expuso que «en nuestro sistema de salud se pudieran implementar muchas medidas, la cuestión es poderlas llevar a cabo, haciendo conciencia en el personal de salud de la existencia de este fenómeno y las consecuencias que trae para la mujer».

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