Beatriz Yero Wilson - Revista Muchacha.- En artículos pasados hemos dialogado sobre violencia obstétrica con expertas que, junto a los testimonios compartidos por nuestras entrevistadas, nos han dado pistas de cómo puede verse e identificarse esta violencia tan invisibilizada.


Con el objetivo de construir un mundo sin violencia de género se hace necesario la implementación de un parto respetado donde las mujeres sean protagonistas de su historia, donde tengan fuerza y conocimientos para reclamar su derecho a vivir este momento con autonomía y respeto. Porque sí, este es otro tipo de violencia de género y Dixie Edith Trinquete Díaz, profesora adjunta de la Universidad de la Habana y del Instituto Internacional de Periodismo «José Martí», nos comentó al respecto.

«La violencia obstétrica es una práctica que está muy vinculada a la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Está sostenida, además, en un desequilibrio de poder, como casi todas las violencias, pero en este caso el desequilibrio se produce entre el personal de salud y las mujeres. También está sostenida en un conjunto de estereotipos, patrones y mandatos culturales que están asociados a ese rol reproductivo que la sociedad les ha asignado a las mujeres históricamente. Entonces, considero que este problema calza en lo que es la violencia estructural de género».

Sentenció, igualmente, que la violencia es estructural porque se encuentra anclada en la memoria y en la tradición cultural de las sociedades y, por tanto, legitima otros tipos de violencia: la familia, por ejemplo, continúa organizándose jerárquicamente; las relaciones de pareja, por lo general, están basadas en el poder masculino y la mujer adopta una posición de subordinación; los padres y madres, a su vez, ejercen algún tipo de violencia sobre sus hijas/os utilizando la «potestad» que les concede el hecho de traerlos al mundo.

El desequilibrio existente que favorece la reproducción del patriarcado es lo que beneficia las manifestaciones de discriminación y de desigualdad, como lo es la violencia obstétrica.

Desde la Red Feminista Universitaria de La Habana, Anabel Antuña Alfonso, coordinadora de la misma, socióloga y profesora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales explicó que esta es una de las manifestaciones de violencia de las que menos se habla en Cuba cuando de violencia de género se trata.

«No existe un gran grado de conciencia respecto a este tipo de violencia. Se ha generado, por ejemplo, la Guía de actuación para la atención al parto respetuoso como una respuesta institucional, sin embargo, a nivel de sociedad, de las mentes y de la cultura no se ha avanzado mucho», expuso la joven socióloga.

Confirmó, al mismo tiempo, que dentro de los talleres que realiza la Red Feminista de la Universidad de La Habana se comenta mucho sobre el trauma que implica ir por primera vez a una consulta ginecológica ya que, por lo general, son ambientes agresivos. Por lo que la violencia no se da únicamente durante el proceso de parto, sino en todo lo que implica una consulta ginecobstétrica.

Implementar el pato respetuoso es una de las acciones pertinentes, como también lo es el empoderamiento de las mujeres; la existencia de protocolos en sí mismo no erradica este mal, hay que ponerlo en práctica de forma adecuada y velar por su cumplimiento. En el artículo «El parto respetuoso en Cuba, una necesidad impostergable», la periodista Arelys García Acosta evidenció cómo en Sancti Spíritus ya se realizan acciones de capacitación al personal médico, una labor que pretende extenderse hacia todo el país.

«A mí me cuesta trabajo hablar de lucha contra cualquier tipo de violencia de género, debido al origen cultural de la misma y de su naturalización. Si se comienza a luchar frontalmente contra ella no se logra nada, si se asume como guerra o enfrentamiento, se pierde la posibilidad de la educación que hace falta para erradicarla. Si se acusa a un médico directamente de ser violento, que quizás el médico no tiene idea de cuál fue el acto que cometió, se está perdiendo la oportunidad de la información, del diálogo, de demostrarle qué es lo que está haciendo mal», afirmó Trinquete Díaz.

En entrevista con Ana Walkis Sánchez, estudiante de 6to año de la Facultad «Miguel Enríquez» de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, resaltó el papel tan importante que pueden jugar las autoridades sociales en este contexto. Sobre este aspecto, Dixie Edith manifestó estar de acuerdo:

«El enfrentamiento rompe el diálogo. Yo creo que el papel de las organizaciones de mujeres en la sociedad civil es promover un debate público, institucional, desde espacios de poder que explique por qué estas manifestaciones constituyen actos de violencia. Porque el mayor problema aquí es que esto no se identifica como prácticas violentas».

A las mujeres hay que empoderarlas, demostrarles que tienen derechos y que los pueden exigir. No son pocas las mujeres desconocedoras de sus derechos sexuales y reproductivos. Estos procesos de capacitación para el personal médico, sumado a la información que deben tener las mujeres y al papel de las organizaciones pertinentes, son la clave para erradicar el trato deshumanizado que aún persiste en los procesos ginecobstétricos.

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