El enfoque feminista en los medios de comunicación permite visualizar y reconocer la existencia de relaciones de jerarquía y desigualdad entre los géneros

Dixie Edith - Red Semlac / Foto: Ximena Hernández.- Para Alda Facio, el sexismo es una “creencia compartida por ambos sexos y fundamentada en una serie de mitos y mistificaciones”1 basados en la superioridad del sexo masculino. Según esta experta feminista, la palabra sexismo probablemente fue acuñada como una analogía al racismo, ya que ambas definen a un grupo humano como diferente e inferior. Tanto el sexismo como el racismo se fundamentan en la creencia de la superioridad inherente de un grupo humano (sexo masculino, raza blanca) sobre los otros.


Y eso, ¿por qué ocurre? ¿Cómo se han configurado culturas, comportamientos, herencias, para llegar a esta situación? Resulta útil revisar algunos conceptos, premisas, para encontrar respuestas a esas interrogantes.

Se ha definido la herencia patriarcal como un elemento trascendente en la conformación de los imaginarios que sirven de plataforma al sexismo. Partiendo de definir el patriarcado como “una estructura social, conformada histórica y culturalmente, cuyas bases se fundamentan en la dominación de los hombres sobre las mujeres”2, se puede presumir que prácticamente todas las sociedades que se conocen actualmente son patriarcales, aunque el grado y el carácter de la dominación y de las desigualdades entre los géneros varían considerablemente, no sólo de una cultura a otra, sino también en función de la diversidad étnica, religiosa, de clases sociales, de lugar de residencia, entre otras.

Al asumir esta conceptualización, se reconoce que una sociedad patriarcal construye las relaciones sociales desde una base de dominación y subordinación entre los géneros, al asignar a las mujeres papeles dentro de la división social del trabajo que las limitan al ámbito doméstico y las invisibilizan en los procesos de producción y políticos3.

Las estructuras de poder no se han modificado de manera sustancial y subsisten distinciones de género profundamente arraigadas en nuestras sociedades, que se reflejan también en las diferencias de clase, de etnia y generacionales, entre otras.

El género, en tanto, puede definirse como una “categoría conceptual y analítica que se utiliza para comprender y explicar las relaciones de inequidad, dominación, discriminación y violencia que existen entre los hombres y las mujeres. Es “el conjunto de rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que la sociedad adscribe diferencialmente a los sexos” 4.

Las diferencias de género se enmarcan justamente en relaciones desiguales de poder en detrimento de las mujeres. El enfoque de género, entonces, “permite comprender y explicar las dinámicas de subordinación de las mujeres por parte de los hombres que forman el orden simbólico en el que la cultura patriarcal basa sus ideas, valores, actitudes y conductas consideradas como socialmente deseables y correctas en mujeres y en hombres a lo largo del tiempo”5.

De esta perspectiva de análisis deriva una ventana de oportunidad: si las relaciones de inequidad, dominación, discriminación y violencia entre hombres y mujeres son construcciones históricas, sociales y culturales, entonces pueden y deben cambiar. O sea, la discriminación y la desigualdad se construyen socialmente y, por ende, son modificables, entre otras vías, a través de la acción política6, pero también de la mediática e infocomunicativa.

En ese camino, integrar la perspectiva de género en la producción de conocimiento –en el caso que nos ocupa, del conocimiento que se produce en el entorno de los medios de comunicación- va más allá de incluir mujeres en el proceso de producción, requiere eliminar los sesgos de género de esa producción comunicativa.

¿Cómo se hace? ¿Qué mediaciones atraviesan el proceso de producción de una comunicación no sexista, feminista, en un entorno atravesado por las tecnologías de la información y las comunicaciones (TICs), donde ha ocurrido un desplazamiento “de las audiencias contemplativas a los productores conectados”7 y la visión de la comunicación “como un proceso vertical, unidireccional, que tiende al control, a la dominación” ha sido ampliamente superada por otra más horizontal, bi o multidireccional, que es, por esencia, participativa e interaccional8. O sea, se trata de verla, comprenderla, también desde las mediaciones, los usos y apropiaciones que los públicos hacen de los contenidos.

Entendemos las mediaciones como aquellos “procesos estructurantes, constriñentes y/o habilitantes, que resultan de la interrelación de actores y prácticas comunicativas con los distintos agentes, instancias y procesos sociales donde tienen lugar, los cuales configuran y dan sentido a la comunicación”. Son “los lugares de los que provienen las constricciones que delimitan y configuran la materialidad social y la expresividad cultural de los medios” 9; el punto de articulación entre los procesos económicos y los simbólicos, lo macro y lo microsocial, lo popular y lo masivo, la producción y el consumo.

Entre los principios teóricos de la comunicación se reconoce la existencia de un plano referencial y un plano discursivo, donde el emisor de los mensajes interpone sus nociones y modos de conocer, sus puntos de vista y sus creencias. Y, por supuesto, su lenguaje, su estilo. De esa manera, cuando se analiza la dimensión referencial del discurso, se está accediendo a una realidad elaborada por el emisor en un plano simbólico, cultural, expresivo.

Esa realidad discursiva constituye su representación del mundo real, Mata y Scarafía10 la llaman realidad construida. Durante siglos, esa realidad construida ignoró y discriminó a las mujeres. Toca ahora promover la formación de emisores que puedan construir otra realidad desde perspectivas feministas más democráticas, de inclusión y reconocimiento de nuevos paradigmas para las relaciones de género.

Obviamente, asumir que solo con transformar el discurso en los medios de comunicación se solucionarán las inequidades de género implica una reducida comprensión del mundo en que vivimos. Sin embargo, es innegable el poder que tiene la comunicación, lo mismo para impulsar que para frenar valores sociales y procesos de socialización de las personas. En la construcción social de lo femenino y lo masculino, los medios de comunicación son los que dan significado y validan ciertas conductas, asociándolas a roles y estereotipos de género establecidos y reproducidos a menudo por ellos mismos.

Comunicar con enfoque de género, por tanto, implica algo más que erradicar el sexismo en el lenguaje e incluir a las mujeres. No se trata, como muchas veces se pretende, de escribir, informar y hablar sobre mujeres. O de crear una columna o una publicación particular sobre ellas y para ellas. El enfoque feminista en los medios de comunicación permite visualizar y reconocer la existencia de relaciones de jerarquía y desigualdad entre los géneros.

Al decir de la mexicana Marcela Lagarde, “la perspectiva de género implica una mirada ética del desarrollo y la democracia como contenidos de vida para enfrentar la inequidad, la desigualdad y los oprobios de género prevalecientes. Es decir, la perspectiva de género es una toma de posición política frente a la opresión de género: es una denuncia de sus daños y su destrucción y es, a la vez, un conjunto de acciones y alternativas para erradicarlas”11.

Ello conlleva añadir una nueva categoría al análisis de la realidad en la construcción del discurso comunicativo. Supone ir más allá de una imagen o representación puramente cuantitativa del género en los medios y en la sociedad, para calar en cómo los estereotipos están presentes en las rutinas y prácticas de elaboración de noticias y otros productos comunicativos. Incluye tener en cuenta, a la hora de construir, determinar y disponer contenidos, que la realidad está construida bajo premisas genéricas; y que es necesario posicionar temas de la agenda feminista que afectan a toda la sociedad, para que estos dejen de ser meros asuntos de mujeres y así poder sacar a la luz las causas y consecuencias de la desigualdad.

También implica negociar espacios y posicionar el tema en el contexto de las prioridades políticas que afectan a todos los grupos sociales; hacer visibles a hombres y mujeres en el universo mediático, denunciar las múltiples diferencias que se traducen en desigualdad social. De ahí la importancia de que estos enfoques se integren en la tarea periodística y comunicativa en general, en todas las fases del proceso de creación de la información, como un criterio de calidad profesional.

 

1 Facio, A. (s.f). “Léxico básico para la comprensión de los derechos de las mujeres”. San José, Costa Rica: ILANUD.

2 De Barbieri, 1992, citado en: Escalante, A.C. (1997). “Género y vida cotidiana”. En: Revista Jornadas de Investigación IIP, Mesa redonda: “Lo femenino y lo masculino en la vida cotidiana”. Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

3 Córdoba, L. (1997). “Comunicación con perspectiva de Género: Escuchando voces de mujeres”. En: Revista de Ciencias Sociales 76: 47-63, junio 1997. San José, Costa Rica: Editorial de la universidad de Costa Rica.

4 Escalante, A.C. (1997). “Género y vida cotidiana”. En: Revista Jornadas de Investigación IIP, Mesa redonda: “Lo femenino y lo masculino en la vida cotidiana”. Universidad de Costa Rica, San José, Costa Rica.

5 Valdivieso, M. (2023) Enfoques para abordar desigualdades. Presentación de clase. Taller metodológico – Políticas Públicas y Justicia de Género (6ta Cohorte): CLACSO.

6 Espinosa Fajardo, J. (2018) Guía de género para políticas públicas más transformadoras. Orientaciones para el análisis y la incidencia política. Observatorio de Género sobre Economía, Política y Desarrollo (GEP&DO) ISBN 978-84-8452-738-1 Oxfam Intermón: Barcelona, España.

7 Bonilla, J. I. et al (2012). De las audiencias contemplativas a los productores conectados. Mapa de los estudios y de las tendencias de ciudadanos mediáticos en Colombia. Cali: Sello Editorial Javeriano.

8 Vidal, J.R. (2006). Medios y Públicos: Un laberinto de relaciones y mediaciones. La Habana: Editorial Pablo de la Torriente.

9 Martín-Barbero, J. (2008). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía. La Habana: Editoriales Pablo de la Torriente y Félix Varela (tomado de Editorial Paraninfo, España 1998).

10 Mata, M.C. y Scarafía, S. (1993). Lo que dicen las palabras: una propuesta para analizar el discurso radiofónico. Quito, Ecuador: ALER

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