Los grupos de trabajo identificaron poblaciones en situación de vulnerabilidad con las cuales trabajan, como mujeres cuidadoras, en situación de violencia, personas de sexualidades e identidades no heterosexuales, adultas mayores, racializadas, con capacidades especiales, adolescentes y jóvenes, entre otras

Sara Más - Red Semlac / Foto: SEMlac Cuba.- Considerar las desventajas, puntos de partida, carencias, limitantes y desigualdades con efecto negativo en el desarrollo saludable de las personas, grupos y comunidades, a partir de sus propias experiencias e historias de vida, es un primer paso para poder establecer estrategias transformadoras más efectivas en función de su bienestar.


Así lo confirmaron especialistas de diversas disciplinas, quienes empezaron por identificar y reconocer sus propias desventajas y riesgos, para luego profundizar en sus prácticas profesionales durante el taller “Estrategias en contexto de vulnerabilidad”, organizado del 9 al 14 de septiembre por el Centro Oscar Arnulfo Romero (OAR).

“Se trata de un grupo de formación de profesionales iniciado después de la covid-19 que ha hecho ya un recorrido de trabajo en equipo”, precisó a SEMlac Beatriz Torres, especialista de OAR.

Creado para intercambiar acerca de diversas actuaciones ante situaciones de alta vulnerabilidad, como fue la pandemia, el grupo ha seguido generando espacios de entrenamiento y trabajo para la atención, el acompañamiento y la investigación.

“Hablamos, por ejemplo, del apoyo y la orientación mediante los grupos de WhatsApp y de servicios que mantuvimos online, durante la pandemia, porque no podíamos abandonar a las mujeres que vivían situaciones de violencia”, expone Torres como ejemplos abordados en los primeros encuentros.

Como un emergente significativo del grupo surgió el autocuidado, no solo como una necesidad personal muchas veces desatendida, sino también como una competencia profesional, agrega.

Ahora, en una exploración que partió de lo personal a lo profesional y social, especialistas en género, derecho, psicología, sociología, psiquiatría, comunicación, demografía, pedagogía, sexología y otras ramas, espacios institucionales y del activismo empezaron por reconocer que, como muchas otras personas, ellas también viven situaciones de vulnerabilidad por su orientación sexual, color de la piel, financiera, de salud, por la edad, discapacidad y otras.

No pocas veces, además, “cargan con esas vulnerabilidades en su trabajo con grupos que viven esas y otras situaciones”, explica Torres.

Entre esos grupos vulnerables se incluyen mujeres cuidadoras, en situación de violencia, personas de sexualidades e identidades no heterosexuales, adultas mayores, racializadas, con capacidades especiales, adolescentes y jóvenes.

Especialistas de diversas disciplinas partieron de identificar y reconocer sus propias desventajas y riesgos, para luego profundizar en sus prácticas profesionales con grupos vulnerables. Foto: SEMlac Cuba

Miradas a infancias y adolescencias

Para la psicóloga Carla Padrón Suárez, especialista del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), las infancias y adolescencias conforman grupos que viven vulnerabilidades que no suelen identificarse con frecuencia, a primera vista, en un contexto donde prevalece una cultura adultocéntrica que privilegia el protagonismo de las personas mayores.

“Lo mejor que se puede hacer por el bienestar integral de infantes y adolescentes es adquirir una cultura social que los reconozca como sujetos dignos de derechos, que deben ser potenciados y estimulados”, sostiene la psicóloga Carla Padrón Suárez. Foto: SEMlac Cuba

Invisibilizados como sujetos sexuados y de derecho, bajo una visión minimizante y degradante de sus capacidades y potencialidades en general, sus integrantes se ven reducidos a sujetos pasivos, con baja autoestima, que deben acatar la autoridad adulta, expone.

Ello puede propiciar muchas problemáticas, como embarazos indeseados, en la adolescencia, o la imposibilidad de ejercer sus derechos sexuales y reproductivos.

“Que un infante o adolescente se apropie de una identidad que los disminuye implica desprotección. Si no se sienten importantes ni valiosos, que su opinión o percepción del mundo es de interés para las personas adultas, tenderán a silenciar sus preocupaciones y opiniones, se aislarán y sentirán solos”, reflexiona la especialista.

Las consecuencias pueden ser graves, alerta Padrón.  “Por ejemplo, ante abusos de cualquier tipo, no buscarán la ayuda de los adultos, puesto que piensan que estos los van a juzgar, criticar y responsabilizar de lo sucedido. Los agresores sexuales se aprovechan de estas fisuras en la comunicación y en la crianza, para manipular y agredir a sus víctimas”.

La especialista aclara que la desprotección en los vínculos sexuales se da muchas veces no por carecer de información sobre métodos anticonceptivos, sino más bien por falta de recursos y habilidades de comunicación y negociación a la hora de plantear el uso del condón, la falta de asertividad y reconocimiento del derecho a la protección integral del cuerpo.

“Esto último es un problema que sucede, esencialmente, en las muchachas, quienes se dejan convencer por sus parejas, que a veces las manipulan y chantajean emocionalmente, haciéndolas sentir culpables y diciéndoles que no los aman por el hecho de ellas querer poner límites en función de protegerse”.

Otra consecuencia es el consumo de drogas, una realidad sobre la cual alerta la psicóloga y master en salud mental comunitaria Dilcia Martínez Abreu.

La psicóloga Dilcia Martínez Abreu aboga por nuevas estrategias de cara a las vulnerabilidades, enfocadas menos en los hechos y sus efectos, pero mucho más en la transformación de las actitudes personales y grupales para afrontar los problemas. Foto: SEMlac Cuba

“Hablo de adolescentes y jóvenes entre 13 y 25 años de edad, que no siempre provienen de hogares disfuncionales, sino de familias bien estructuradas”, precisa la directora del Centro de Salud Mental de Diez de Octubre, donde reciben y atienden a otras poblaciones vulnerables, como personas ancianas solas afectadas por la migración familiar y mujeres en situación de violencia.

Ambas psicólogas aseguran haber ampliado su visión de las vulnerabilidades propias y ajenas, así como la posibilidad de construir nuevas estrategias para reducir sus efectos nocivos.

Para Padrón Suárez, es vital aprovechar la articulación de saberes dentro de los diferentes campos de actuación profesional; también “la ética humana y profesional que se debe tener para el trabajo, evitando el paternalismo” y “potenciar las capacidades de autogestión y desarrollo personal”.

A Martínez Abreu le ha hecho pensar en impulsar el trabajo en equipo en su centro, en busca de nuevas estrategias, enfocadas menos en los hechos y sus efectos, pero mucho más en la transformación de las actitudes personales y grupales para afrontar los problemas”.

“Lo mejor que se puede hacer por el bienestar integral de infantes y adolescentes es adquirir una cultura social que los reconozca como sujetos dignos de derechos, que deben ser potenciados y estimulados, para que puedan crecer y emanciparse de manera progresiva”, asegura Padrón Suárez.

La especialista del Cenesex aboga por cambiar la concepción de “infantes y adolescentes incapaces”, para dotarlos de información oportuna, necesaria y que así tomen decisiones basadas en información.

También se pronuncia a favor de la aprobación de una política de Educación Integral de la Sexualidad, tanto en las escuelas como en las comunidades; así como de seguir desarrollando leyes de protección integral a las infancias, las adolescencias y las juventudes.

 “El conocimiento es poder, y ellos y ellas merecen tener la seguridad de que pueden elegir sus propios caminos”, sostiene.

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