Beatriz Yero Wilson- Revista Muchacha.- El embarazo es una experiencia compartida por millones de personas, sin embargo, existen muchos aspectos del mismo, y de los fenómenos que lo rodean, ocultos bajo una idealización social. La maternidad como un camino maravilloso lleno de bienestar y amor incondicional oscurece una compleja realidad y, en ocasiones, un doloroso proceso.
Maternar en Cuba, al igual que en otras culturas, está envuelta en un mar de idealizaciones dentro del cual también navegan los estereotipos de género. La sociedad suele presentar la maternidad como un destino natural y un camino hacia la realización plena de las mujeres. Se refuerza la imagen de la madre abnegada y dedicada, en cuerpo y alma, a su familia, limitando las posibilidades de desarrollo individual de las mujeres y confinándolas a un rol tradicional, pero ¿y lo que piensan y sienten quienes deciden vivir el embarazo?
Mostrar esas historias de maternidad que no se cuentan resulta una tarea ardua y, a su vez, de suma relevancia para poder romper esos mitos, estereotipos y roles que cubren al embarazo y a la maternidad.
Partiendo de las dificultades físicas, emocionales y los cambios hormonales, hasta los miedos e inseguridades que acompañan el proceso de crianza, la maternidad esconde facetas. Las pesquisas realizadas para esta serie de trabajos periodísticos mostraron el desconocimiento acerca de fenómenos como el embarazo ectópico, críptico, de la violencia obstétrica y depresión posparto. A su vez, existen otros temas de los cuales se habla mucho, pero no se profundiza o no se realiza un análisis interseccional como, por ejemplo: el embarazo en la adolescencia.
A través de la serie «Historias que no se cuentan» y, por supuesto, de las/os especialistas/os entrevistadas/os pudimos conversar de todos estos asuntos: del embarazo ectópico, una de las principales causas de muerte materna; del embarazo críptico, realidad que afecta tanto a madres y padres como a sus bebés y no es un «invento por miedo al qué dirán»; de la depresión, aparentemente interminable, que algunas madres viven; de cómo el embarazo en la adolescencia coloca a algunas madres adolescentes en desventaja; de la violencia obstétrica, tan invisible como desapercibida.
Los derechos sexuales y reproductivos son una herramienta que pocas/os conocen, de ahí la necesidad de que todas las temáticas relacionadas con el embarazo estén integradas a la educación de la sexualidad desde edades tempranas.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas expresó, precisamente, que la educación integral de la sexualidad «los equipa con información precisa sobre el desarrollo humano, la sexualidad, la reproducción y las relaciones saludables que se adapta a la edad y la cultura particular. Es una condición previa para el ejercicio de la plena autonomía corporal y la toma de decisiones informadas sobre la salud y los derechos sexuales y reproductivos. Se basa en y promueve la comprensión de los derechos humanos universales, la igualdad de género y los derechos y el empoderamiento de los jóvenes.
«Las investigaciones demuestran que una infinidad de jóvenes todavía hacen la transición de la infancia a la edad adulta con información inexacta o incompleta sobre la salud sexual y reproductiva, lo que los hace vulnerables a la coacción, las infecciones de transmisión sexual y los embarazos no planificados».
La educación, tal y como lo hemos afirmado en «Historias que no se cuentan» de manera reiterada, será siempre el mejor vehículo para subvertir las lógicas patriarcales, para comenzar a vivir de modo pleno y consciente nuestra sexualidad y para empoderar a niños, niñas y adolescentes.