Red Semlac.- Para quienes se enfrentan a las normas machistas y heteronormativas, el camino hacia la expresión plena de su identidad está lleno de obstáculos y violencias. Sin embargo, cuando el valor personal, la conciencia de las desigualdades, el acompañamiento de otras personas y el respeto a sus derechos se hace efectivo, ese tránsito puede ser una oportunidad para la transformación personal y colectiva.
Aunque han existido siempre, poco se conoce sobre los hombres trans en Cuba, los procesos por los que transitan, sus vivencias y desafíos. No obstante, sus voces dentro del activismo cubano ganan espacio. El debate “Transmasculinidades en Cuba, el camino individual y colectivo hacia la plenitud” reúne las voces de Yao David Ojea Bigñotte, activista trans en la provincia Santiago de Cuba, y Daniel Alejandro Díaz Ortega y Verde Gil, ambos integrantes del colectivo Trans Masculinos de Cuba.
¿Cuáles son las principales problemáticas que enfrentan hoy las personas trans masculinas en Cuba?
Yao David Ojea Bigñotte: Las principales problemáticas que enfrentamos las personas trans son producto de la transfobia, esa violencia y discriminaciones que ofenden y disminuyen nuestra dignidad humana en muchos espacios.
Daniel Alejandro Díaz Ortega: Para mí, la principal es la confusión de que solo son lesbianas y nos acepten en la sociedad, pero como mujeres machorras a las que les gustan las mujeres. Por tanto, que se subestime la validez y existencia de los hombres trans.
Verde Gil: El primer problema es el gran desconocimiento sobre las transmasculinidades. Las personas trans tardamos mucho tiempo en descubrirnos, pues no contamos con información educativa que nos permita ir entendiendo qué nos sucede y cuáles son los orígenes o motivos de los conflictos con nuestro cuerpo e identidad de género.
Además del tiempo que demoramos en comprender qué nos sucede, atravesamos muchos momentos de frustración, ansiedad, depresión, exclusión, autoaislamiento; todo esto sin contar con recursos para defendernos.
El segundo problema aparece cuando nos reconocemos como persona trans: ¿qué hacer?, ¿cuáles herramientas usar para poder comunicarlo en el ámbito familiar, laboral o escolar? Nos falta saber cuáles son las normas, leyes y en general derechos que nos permiten, en el contexto cubano, poder disfrutar libremente nuestra identidad género. Este desconocimiento te hace sentir muy desprotegido en diferentes ámbitos, pues sabes que al asumir tu identidad trans estás poniendo en juego cuestiones medulares como mantener tu trabajo, relaciones familiares o el lugar donde vivir.
Aun conociendo tus derechos, sabiendo sobre el Código del Trabajo que existe en Cuba, que la Constitución sanciona la discriminación por motivos de género y que existe el Código de las Familias, aun así, muchas veces no se tiene la inteligencia y la fuerza emocional, ni las herramientas comunicacionales para dar el paso.
Pese a contar con esos marcos legales, la práctica demuestra que la discriminación, la violencia psicológica y verbal persisten; que las instituciones encargadas de responder ante casos de discriminación no responden ni rápido, ni bien, ni completamente; se ha perdido confianza en ellas.
Muchas personas trans masculinas no pueden regresar a sus hogares porque sus familias no están de acuerdo con su identidad de género; tienen que decidir trasladarse a otro sitio, convivir básicamente con quien sea para poder tener un techo y, aunque conocen que existe un Código de las Familias que reconoce su derecho de permanecer en sus casas, no es tan sencillo enfrentarse a un proceso legal de ese tipo.
Las personas trans que no cuentan con apoyo familiar pasan muchísimo más trabajo: a algunas les es imposible comenzar con su terapia hormonal o su proceso de transición, si no cuentan con el apoyo emocional de su núcleo familiar y con la ayuda económica que también es importante para todos estos cambios. Siento que los problemas que se dan a nivel familiar son de los más complejos y graves, los menos atendidos y sobre los cuales ahora se demanda más acción, tanto por parte de las instituciones del Estado, como de los proyectos y grupos de activistas.
Otra problemática es la falta de información estable y sistemática sobre el acompañamiento en temas de salud. Existen servicios médicos especializados para personas trans en provincias como Villa Clara, Sancti Spíritus, Santiago de Cuba, Camagüey, La Habana y en proceso de organización, con mucha lentitud, en Matanzas.
¿Qué pasa? Que la experiencia en atención médica a personas trans ha estado predominantemente centrada en las demandas de las poblaciones trans femeninas. Por ejemplo, solamente tenemos identificados dos especialistas en todo el país que tienen alguna experiencia en mastectomías bilaterales —la operación para retirar el pecho y dejar con apariencia pectoral más o plana a las personas transmasculinas.
No es prioridad el entrenamiento en técnicas quirúrgicas para las necesidades de la población transmasculina; incluso, en las colaboraciones y capacitaciones con profesionales de otros países, estamos viendo que llegan médicos para entrenar en procedimientos como la vaginoplastia, principalmente. Nuestras necesidades van quedando atrás. Estamos a la espera de que haya capacitación y especialización sobre nuestras necesidades específicas y también una comunicación efectiva sobre los procesos operatorios de las personas que llevamos años en una lista de espera.
Con la terapia hormonal existe un problema que desborda a las poblaciones trans. La mayoría decidimos empezar una terapia hormonal para poder generar y profundizar cambios físicos que tienen que ver con nuestras características sexuales secundarias. Por ejemplo, para tener barba, un rostro más masculinizado, distribuir la grasa corporal de forma diferente y tener un patrón de bello corporal distribuido y más fuerte en todo el cuerpo.
Pero no se accede a la terapia hormonal, solamente, para cambios físicos. La voz, por ejemplo, suele ser un conflicto poco hablado y el tratamiento permite el engrosamiento de las cuerdas vocales y, por tanto, adquirir un tono más grave.
No todo el mundo lo hace, pero hay una gran parte que opta por la terapia hormonal para generar estos cambios y lidiar con las inconformidades, en función de encontrar equilibrio y salud mental.
¿Qué pasa con la terapia hormonal? Aunque existen distintas variantes, la más tradicional o común es la inyección intramuscular de dosis de testosterona que deben establecerse a partir de criterios endocrinológicos. Para ello se necesita de una serie de análisis que hoy no se pueden hacer de forma completa. Entre los más importantes está medir los niveles hormonales, para saber cuál es la dosis a prescribir. Hoy no existen los reactivos necesarios para este tipo de análisis en el país, ni para las personas trans ni para personas cisgénero. Las personas trans que hoy estamos iniciando o manteniendo nuestra terapia hormonal no tenemos un chequeo estable y sistemático como se recomienda, porque no existen los recursos.
El segundo problema relacionado con la terapia hormonal es que la testosterona, medicamento carísimo y súper regulado a nivel mundial, no se produce en Cuba y se tiene que importar. Según hemos estado monitoreando, luego de estar en falta, ha comenzado a distribuirse en farmacias de algunas provincias. Este es un medicamento –como muchos otros— con una distribución inestable, es costoso —aunque en la farmacia estatal cuesta cuatro pesos cubanos— y se usa también para el fisiculturismo. Por este motivo se está desviando del sistema de farmacias estatales y se vende en el mercado informal a precios de más de dos mil pesos cubanos cada ámpula. Esto hace inaccesible la terapia hormonal para alguien que no cuenta con dos o tres salarios. Nuestro grupo ha denunciado estos hechos al Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y la policía, pero no hemos tenido una respuesta satisfactoria: el medicamento se sigue vendiendo en el mercado informal.
Otra problemática que enfrentan las personas trans se ubica en el ámbito escolar. Tenemos que lidiar con un sistema de educación que todavía no implementa una visión o un enfoque de género que haga participar a las personas no hetero normativas. El reglamento aún establece un uniforme por cada sexo y se forma al estudiantado en filas según su sexo; son reglas que refuerzan una idea binaria del género y durante muchísimos años las personas trans tienen que acomodarse a ese esquema con tal de no buscarse conflictos. Todas estas cuestiones afectan, cohíben, segregan e intimidan a las personas trans y hacen que se genere un entorno propicio para la segregación, la discriminación y el bullying.
Otro problema es el acceso al empleo, tanto para las personas trans masculinas como para las femeninas. Tenemos muchas personas de nuestro grupo Trans Masculinos de Cuba que están desempleadas, buscan trabajo y se les expulsa porque no cumplen con el físico y la apariencia heteronormativa que hoy se exige, sobre todo en establecimientos privados. Hay hombres trans que, en su trabajo, siguen siendo humillados y excluidos porque se les trata como personas femeninas o mujeres. Hoy es muy conflictivo para una persona transmasculina dar clases en una escuela ¿por qué? Pues porque padres y madres pueden estar en desacuerdo con que esté impartiendo cualquier contenido educativo a sus hijos e hijas y se dan situaciones de personas trans que tienen que abandonar sus puestos como educadores y educadoras.
¿Qué rol tiene el activismo y los grupos de hombres trans en el acompañamiento a otros hombres trans?
YDOB: El activismo es importante porque ayuda a entender que ser trans es una manifestación más de la naturaleza humana; las personas trans somos una parte esencial de las comunidades y la cultura.
Sin embargo, muchas personas trans sufrimos de discriminación y un sinfín de violaciones de nuestros derechos humanos. Por eso también es vital el acompañamiento mutuo en nuestra comunidad de trans masculinos.
Es importante unirnos para hacer activismo en contra de todo tipo de violencia y discriminación, reclamar nuestros derechos ciudadanos y ser acogidos como seres humanos.
DADO: El activismo tiene un rol afirmativo y de visibilización de cara a la sociedad; es la muestra de que existimos, de nuestra valía y de que tenemos vidas normales. Al fin y al cabo, solo queremos estar cómodos con nosotros mismos y que exista un respeto hacia nuestra identidad masculina.
VG: El activismo transmasculino está centrado en tres líneas fundamentales. La primera es el acompañamiento y el asesoramiento entre pares. Es esencial contar con un espacio donde puedas preguntar y recibir orientación sobre temas diversos, donde conseguir algunos insumos o recursos que ayudan en el proceso de transición.
En nuestro grupo brindamos información, acompañamiento y apoyo psicoemocional, orientación sobre servicios médicos, derechos, proceso de cambio de nombre y otros temas. Compartimos experiencias positivas y negativas al dar a conocer nuestra identidad de género a familias y parejas.
Otra línea de trabajo es la visibilidad. En el grupo Trans Masculinos de Cuba tenemos una campaña en la cual puede participar cualquier persona transmasculina; se trata de la campaña #AHSOYTRANS, que desarrollamos en nuestras redes sociales.
Las ferias comunitarias, los cine debates y las celebraciones de fechas importantes para la comunidad también son actividades que aportan a la visibilidad y se impulsan desde los colectivos con mucho trabajo y muy pocos recursos. Creo que en los últimos tiempos se ha logrado avanzar en la visibilidad.
Elaboramos materiales educativos para acompañar al estudiantado trans y otros relacionados con el ámbito médico, sobre la prueba citológica, por ejemplo. Los preparamos desde nuestras opiniones y experiencias, las referencias de otros países e información actualizada, aterrizada a nuestro contexto y con un lenguaje accesible. Se trata no solo de informarnos como comunidad, sino de informar a las demás personas mediante herramientas para generar transformaciones dentro de sus lugares de acción, ya sea salud, educación o cultura.
Existen muchas iniciativas. Es mucha la creatividad que puede desbordarse en función de visibilizarnos y todo esto lo están generando los colectivos y los grupos de la sociedad civil LGBTIQ+ articulada, autoconvocada, autoorganizada con sus escasos recursos, con sus miles de complejidades.
Por último –y no menos importante– está conocer las demandas, en términos de recursos, de las personas trans y lograr canales para adquirir donaciones que después se puedan distribuir en función de estas prioridades. Hemos logrado donativos de materiales educativos, medicamentos y recursos para que las personas transmasculinas puedan tener una mejor salud menstrual y para el proceso de transición. Estas donaciones se distribuyen teniendo en cuenta las desigualdades de acceso entre las distintas regiones del país.
¿Se puede ser un hombre trans no machista? ¿Cómo sería esa masculinidad, cuáles valores y formas de relacionarse la distinguiría? ¿Qué desafíos tendría esta masculinidad en la Cuba actual?
YDOB: Sí se puede ser un hombre trans no machista, sería una masculinidad con dignidad y lo convertiría en lo que verdaderamente debe ser un varón. Lo distinguiría el buen trato, la no violencia, no ser prepotente como suelen ser muchos hombres. El desafío está en la cultura machista, que es muy fuerte.
DADO: Se puede ser machista y también se puede no serlo, eso ya depende del pensamiento de cada quien. Como la sociedad es machista, aunque seas trans te aceptan mejor si eres machista. Si no lo eres, no es que estés mal tú como hombre trans, pero sí hay como una reacción repelente al no ser un hombre biológico y que, además, no pienses como uno.
Pero es el derecho de cada quien de ser diferente o igual a los demás. Ay quien aún no aprende a aceptar las opiniones de vida diferentes.
¿Los desafíos? Como te decía, para la norma machista –por así decirlo–, el hecho de ser hombre o identificarte como uno ya viene con el plus de vacilar, coquetear, estar con varias mujeres, aunque tengas pareja. Por ser hombres estamos justificados y, sobre todo, si es más joven la mujer en cuestión, más alto el listón del éxito varonil entre nosotros.
Pero cuando no reproduces estos patrones y eres un hombre normal, que respeta y que no tiene esas necesidades, pues te ponen a prueba todo el tiempo como hombre. Eres raro o ya asumen una preferencia homosexual, aunque sea en broma. Y te insisten que esa, la masculinidad machista, es “la que deberíamos de asumir».
Creo que de manera general, en Cuba, enfocamos casi todos los problemas solo desde el punto de vista político y nuestro principal desafío es la aceptación. No existe la disposición ni la información para que se respete una vida no heteronormativa, mucho menos una vida trans. Por eso insisto en que el mayor desafío es el respeto hacia todo lo que se desconoce.
VG: Como todo, hay hombres trans que son más o menos machistas. Personalmente, considero que extirparse toda la cultura machista con la que uno carga es muy difícil porque, al final, de formas más sutiles e inconscientes, puedes estar alimentando ese machismo que se te ha inyectado en vena desde la infancia.
Sí creo que hay dos posturas marcadas entre las personas transmasculinas con respecto al machismo. Está quien, una vez transiciona, se siente embestido, con la autoridad y capacidad de ejercer todo ese machismo que ha aprendido y, por tanto, libre para ejercer violencia machista sobre las demás personas, sean hombres o mujeres. Y están quienes, desde una toma de conciencia, atravesada por su experiencia, deciden no reproducir y tratan de cancelar en lo posible esa cultura machista que se le ha inculcado.
Es complejo porque, socialmente, se nos juzga si no reproducimos la masculinidad hegemónica. Para la mirada social, no somos lo suficientemente hombres si no estamos siendo controladores, fuertes, violentos o agresivos, proveedores, imperturbables emocionalmente y todos los otros mandatos de la masculinidad hegemónica. Esto genera mucha presión y limitaciones para escoger un camino diferente.
Son procesos psicológicos complicados, pero creo que las transmasculinidades o los hombres trans que han decidido construir una masculinidad no hegemónica están atravesados por la experiencia de haber sido socializados como mujeres y enfrentar la violencia machista desde ese lado. Muchos hemos vivido el acoso callejero, violaciones; sabemos lo que es ser menospreciados en una conversación. Vivir esa experiencia de desigualdad nos genera conciencia y claridad.
En las relaciones de pareja también se tiene presente luchar contra las desigualdades, contra los roles de género, la esclavitud del trabajo doméstico sobre la mujer, no reproducir el control y los celos machistas para reforzar la virilidad.
Aún sin tener una postura feminista, creo que, de manera general, tenemos más en cuenta estas cuestiones y somos más sensibles que los hombres cisgénero, porque las hemos vivido y, por tanto, podemos reflexionar más en torno a ello.
En materia de desafíos está la persistencia de una cultura muy machista, homofóbica, de desprecio y discriminación a lo que no cumple con la norma binaria y patriarcal. Esto nos pone una camisa de fuerza a las personas trans, que limita poder construir una identidad más emancipada y deconstruida. Ahí está el problema mayor: la presión social que genera expectativas, reglas y una naturalización del machismo y de cómo debe ser un hombre y una mujer trans.
No se trata solo de una transición de género; es un proceso también para ser mejores personas, más libres en la capacidad de reconocer nuestras emociones y gestionarlas; personas empoderadas, críticas, más pacíficas y justas. No es fácil hacer todo esto cuando se viven tantos procesos y situaciones adversas.