Por Alejandra Viera Martínez, ganadora del Primer Lugar compartido, en la categoría Literatura, del concurso «Un mundo sin violencias» de la revista Muchacha
Es la violencia una sombra feroz que se apodera de almas para, desde las tinieblas, provocar física o mentalmente, la destrucción de cuanto se ha conquistado en la vida.
Un mundo sin violencias constituye el mayor anhelo de quienes aún no creemos en imposibles. Este significaría el predominio de los más puros sentimientos y la victoria absoluta de la razón sobre la aparente fuerza.
No existiría el temor constante a las palabras crueles que calan profundamente e hieren hasta ver aparecer un río de lágrimas surcando la mejilla.
Los niños y las niñas no sufrirían ante el castigo violento de sus errores infantiles y encontrarían, en sus progenitores, ejemplos más dignos a seguir y amar.
La igualdad de género agradecería que el estudio y el trabajo no fueran centros de peleas creadoras de distancias infalibles.
Desaparecían los femicidios, sucesos horribles donde una mano masculina, creída invencible con una ira devastadora, ataca a mujeres. En otros casos, pese a que continúan con sus signos vitales, notan que en su delicada piel, las huellas se reflejarán por días, incluso cubiertas por sutil maquillaje, pero que en la mente, el daño psicológico permanecerá irreversible.
No culminaría la mortal labor de muchos por pasiones desenfrenadas, envidia, gloria o poder. Guerras sin sentido no anunciarían el final desgarrador de pueblos enteros. Las calles, respirarían paz y el cielo azul alejaría de sí la constante amenaza de tormenta, mientras la noche oscura no guardaría peligros en su seno.
Es preciso eliminar los cimientos que permanecieron desde tiempos remotos sumergidos en las profundidades y no conocen cómo nadar hacia la orilla portadora de luz.
Los corazones lacerados, corrompidos por acontecimientos que los lastimaron hasta convertirlos en piedra, suelen continuar por el camino erróneo, al repetir aquello que los torció.
Recibimos lo que somos capaces de ofrecer, el futuro no se ha escrito y ha llegado la hora de tomar papel y lápiz para construir junto a la más estrecha unidad, con trazos gloriosos, un mundo sin violencias.