La diversidad humana, pero particularmente en la adolescencia, conduce necesariamente a diversificar los patrones que se imitan, proceso que en muchos casos es acompañado por sus adultos cercanos en familias, escuelas y comunidades

Natividad Guerrero Borrego, Doctora en Ciencias Psicológicas - Red Semlac / Foto: SEMlac Cuba.- En la adolescencia interactúan diversos procesos personológicos que confluyen en la etapa de crecimiento biopsicosocial de las personas. Según la literatura, en cuanto a magnitud, la intensidad de esos procesos solo se puede comparar con los primeros mil días de vida. No obstante, la complejidad de ese entramado deja huellas importantes que, durante el desarrollo, develan la diversidad humana, toda vez que la influencia del medio donde crecen pone su sello y contribuye a la formación de cada individuo, más o menos saludable y con sus particularidades.


Parece una reflexión manida para algunos y engorrosa para otros, pero no lo es. Uno de los procesos que conforman la personalidad es la identidad; en este sentido, las muchachas y los muchachos, por ejemplo, imitan conductas que les impactan positivamente, sean de un amigo o amiga, un artista, un profesor o profesora, en fin, a veces hasta imitan a un integrante de su familia sin darse cuenta. Esa imagen que proyectan de personas con fama o allegadas muchas veces es captada e interiorizada sin análisis profundos de cuán bien o cuan mal resulten en sus vidas; si responden a una moda o a una circunstancia específica que puede perdurar o no.

En ocasiones, algunos padres y madres estimulan a sus hijas e hijos a imitar a esos artistas de éxito, sobre todo en la forma de bailar o cantar, por lo que no tienen reparos, ni perciben el peligro que ello puede ocasionar en el comportamiento de las siguientes etapas de la vida. Aquí se naturaliza lo superfluo y los antivalores desde el acompañamiento del adulto.

Por lo general, la adolescencia se distingue por el consumo de música y deporte. Todavía en estos tiempos la música ofrece una imagen de la mujer como objeto sexual y ella misma se presta para que la exhibición de cada parte erótica de su cuerpo -a través de su vestuario, su rosto, el maquillaje, sus gestos provocativos- sea deseada. Mientras, los hombres se muestran como “el macho viril”, que ofrece placer y está por encima de ellas, también con gestos eróticos, su baile o las letras de muchas canciones, por solo mencionar algunos ejemplos.

Todo ello contribuye a que siga predominando una creencia en la cual las mujeres deberán formar su imagen para ser deseadas y los varones para ser seductores, conquistadores, fuertes y proveedores. Materiales como los videos clip siguen gustando y naturalizando esas imágenes que, desde hace mucho tiempo, son criticadas públicamente, tanto por mujeres como hombres: pero se impone el mercado y se cosifica lo femenino y también lo masculino, aun cuando muchas mujeres y hombres han comprendido de qué va la lucha por la equidad.

En esencia, el avance en torno a estos asuntos es real, pero no suficiente ¿Por qué reducir con patrones preestablecidos de belleza corporal a hombres y mujeres? ¿Por qué la imagen de una mujer tractorista o que practica lucha grecorromana no es tan bien vista, o en ellas a las mujeres se les mira con recelo, se les cuestiona su feminidad?

Estos temas, insuficientes en las agendas de debate público, quedan relegados en muchas ocasiones a merced de encuentros intencionales sobre género o entendidos como “cosas de mujeres”.

Las profesiones y ocupaciones de mujeres y hombres también suelen ser valoradas desde estereotipos de antaño. Una dueña de un negocio comercial resulta más cuestionada que un hombre, como si este tipo de trabajo fuera solo de competencia masculina y las ocupaciones de las mujeres debieran restringirse a los cosméticos, el vestuario y otros tradicionales y sexistas.

Lo adelantos se pueden palpar, son objetivos: pero siguen vigentes las desigualdades y se percibe adolescentes que las suscriben dando crédito a la superioridad masculina, sin percibir el peligro de la inequidad, que sustenta la diferencia de poder y, muchas veces, las violencias.

Los estereotipos de género aún son muy fuertes, todavía hay resistencias a promover mujeres humoristas, jefas de cooperativas y un largo etcétera; a las que así lo eligen les cuesta más trabajo demostrar sus habilidades, convencer de sus destrezas. Esta realidad incide en la formación de las personas más jóvenes, que a menudo se quedan en la superficie, en lo bello y atractivo, como si solo estos valores fueran los que impulsan e impactan positivamente en la vida.

La alerta de esta reflexión tiene que ver con la emergencia de nuevas formas de desigualdad expresadas en las tecnologías, en no pocos productos artísticos “de moda” y practicadas con naturalidad entre las adolescencias y juventudes.

La diversidad humana, pero particularmente en la adolescencia, conduce necesariamente a diversificar los patrones que se imitan, proceso que en muchos casos es acompañado por sus adultos cercanos en familias, escuelas y comunidades. Así van descubriendo los valores que pueden dar sentido a sus vidas y llegan a entender que ser altas, bajitas blancas, negras, cantantes, tractoristas, homosexuales y heterosexuales, feas y bonitas, entre otras características, no deciden los valores y calidad humana de las personas.

No obstante, hay adolescentes que responden a patrones culturales patriarcales, en los que predomina el machismo; aunque sean mujeres, discriminan lo diferente, lo que no es mayoría o hegemónico (lo moderno, bello, atractivo, entre otros).

Pudiera parecer que la sociedad cubana es equitativa, pero eso es una aspiración. No ha llegado a ese logro y aún falta intensidad, sistematicidad y multisectorialidad para alcanzarlo. Creer que ya logró la equidad con solo algunas acciones contribuye a que se encubran esencias muy difíciles de cambiar, como las desigualdades de género, sobre todo porque la convivencia de varias generaciones hace que se trasmitan valores y antivalores; que coexistan en un mismo escenario criterios encontrados de lo bueno y lo malo y del deber ser social establecido.

Reconocer las brechas y todo lo que debe constituir materia de prevención y educación favorecerá el diseño y ejecución de estrategias que fortalezcan el adelanto, no solo de mujeres y niñas, sino también de los varones, de los hombres que, sin dudas, deben formar parte de ese esfuerzo para alcanzar la equidad social.  

Es sobre estos asuntos y en estas edades que hay que seguir trabajando, para no retroceder ni estancarse en el empeño de una formación equitativa y sin discriminación. La existencia de adolescentes machistas, violentos, excluyentes, burlones y más tiene que ver con la ausencia de educación de una cultura de paz, igualdad, sin estereotipos ni estigmas ante las diferencias.

El descuido en los procesos educativos o la omisión de contenidos importantes genera brechas en la formación de las y los más jóvenes, para lograr coexistencias sin bullying, sin acoso, sin que el poder genere prepotencia de lo masculino sobre lo femenino. Desde la educación integral de la sexualidad se resuelven muchas de esas brechas que afectan la convivencia, la salud individual y colectiva.

Cualquier sociedad puede involucionar, pues su desarrollo depende de su capital humano, que no es estático, ni va en una sola dirección. Pero si se invierte en sus adolescencias y fortalecen valores como la igualdad, la equidad y la no discriminación, entonces se puede garantizar un futuro donde todos y todas importen.

Género
La diversidad humana, pero particularmente en la adolescencia, conduce necesariamente a diversificar los patrones que se imitan, proceso que en muchos casos es acompañado por sus adultos cercanos en familias, escuelas y comunidades Natividad G...
Lianne Garbey Bicet - Revista Mujeres.- Del 12 al 14 de abril de 2025, el Centro Cultural Fernando Ortiz de Santiago de Cuba será el escenario de la XXIII Conferencia Internacional de Cultura Africana y Afroamericana. Este año, el event...
Lo último
La Columna
La Revista