Símbolo de la intersexualidad, representada por la letra I en las siglas que expresan las diversidades sexuales LGBTIQ+ y una de las últimas en incluirse en el nombre que identifica a esa comunidad
Sara Más - Red Semlac / Foto: Tomada de Internet.- “Yo fui diagnosticada a los 16 años, en mi adolescencia, cuando una empieza a descubrir su cuerpo y en las mujeres debe iniciar la menstruación. En mi caso no apareció y eso fue de mucha preocupación para mi familia”, relata a SEMlac una joven que prefiere no revelar su nombre.
En busca de asesoría médica, ella y su madre acudieron a los servicios ginecológicos, donde la muchacha fue explorada y diagnosticada con el síndrome de Maya Rokitansky Küster Hauser.
“Lo primero que me dijeron fue que, por ese motivo, no tenía útero funcional y la solución, para que fuera normal, era que me tenía que operar”, cuenta la entrevistada.
Más comúnmente conocido como síndrome de Rokitansky, esa condición impacta al aparato reproductor femenino, con ausencia completa o parcial del cuello uterino, útero o vagina. Afecta a una de cada cinco mil mujeres en el mundo y se inserta en el amplio espectro de variaciones sexuales que abarcan las intersexualidades.
Consideradas una de las condiciones de la diversidad sexual más invisibilizadas y menos conocidas, las intersexualidades han transitado entre silencios, ocultamiento, prejuicios y sufrimientos, aunque se trata de una realidad tan antigua como la vida misma.
Su existencia ha emergido a la luz en los últimos años, con sus propias reivindicaciones, pero aún sigue rodeada de muchísimos tabúes, sigilos y miedos, incluidos los que viven quienes temen ser identificadas como tales.
“Las personas intersexuales no tienen una visibilidad en Cuba”, precisa a SEMlac el médico Alberto Roque, máster en Bioética y activista por los derechos de las sexualidades no heteronormativas. Foto: Tomada de Facebook
“Las personas intersexuales no tienen una visibilidad en Cuba”, precisa a SEMlac el médico Alberto Roque, máster en Bioética y activista por los derechos de las sexualidades no heteronormativas, quien agrega que se trata de un grupo relativamente pequeño, que no participa desde el activismo y sobre el cual recaen el sufrimiento y un estigma mayor que el vivido por las identidades trans y las personas homosexuales.
Representada por la letra I en las siglas que expresan las diversidades sexuales LGBTIQ+, la intersexualidad ha sido una de las últimas en incluirse en el nombre que identifica a esa comunidad.
La intersexualidad ha sido definida por la biomedicina como un estado congénito en el cual el desarrollo del sexo cromosómico, gonadal (ovario o testículo) o anatómico (genitales internos o externos) es atípico y abarca gran cantidad de variaciones sexuales que no se ajustan al modelo cultural y social del sexo binario hombre-mujer.
Estos rasgos pueden ser visibles desde el nacimiento, pero otras veces aparecen en la pubertad y también puede ocurrir que no sean físicamente evidentes, ni fácilmente detectables a la vista.
“Se trata de características que no encajan en los conceptos binarios típicos de cuerpos masculinos y femeninos”, agrega Roque.
Estadísticas divulgadas por Naciones Unidas estiman que aproximadamente 1,7 por ciento de la población nace con características intersexuales. Aunque es un porcentaje muy pequeño, otros cálculos indican que podría tratarse de unos 110 millones de personas en el planeta.
Evidencias bajo foco
Reportes médicos y de investigaciones cubanas dan cuenta de sufrimiento y alta vulnerabilidad física, sexual, psicológica y social en la población intersexual sometida a cirugía genital en la temprana infancia.
Se trata de intervenciones conocidas también como cirugías “cosméticas”, que buscan “normalizar”, reconfigurar, modificar o alterar la apariencia o anatomía genital atípica, con el propósito de eliminar todo rasgo de “ambigüedad”, según la terminología médica.
“La razón por la cual se le llama cosmética es justo porque no está dirigida a modificar una situación orgánica urológica o reproductiva, trascendente para la vida”, precisa la psicóloga Adriana Agramonte a SEMlac.
En las vivencias narradas durante las investigaciones se identifica la presencia, entre otras alteraciones, de alienación corporal y sexual, depresión, ansiedad elevada e insatisfacción con la nueva apariencia genital, con impacto negativo en la calidad de vida, la función sexual y la satisfacción con la experiencia sexual.
Más de la mitad de las personas estudiadas vivían su sexualidad con limitaciones, inhibiciones, sin realización personal y declararon no tener relación de pareja y optar por la abstinencia sexual.
Como dato relevante, pese a una media de edad en 25,5 años, el 55,5 por ciento de la muestra (10 de 20 personas participantes, todas con asignación femenina) no había tenido nunca una relación sexual (coito).
Además, emergen narrativas de “una sexualidad discapacitada, incompleta, limitada, debido en lo fundamental a la percepción de una genitalidad disonante, a veces innombrable, a la que se califica como ‘esto’ o ‘eso’”, describe un resumen de investigación.
Entre los resultados adversos de las cirugías genitales se citan iatrogenias médica y paramédica de diversa índole, ausencia de orgasmo y autoerotismo casi nulo en más de la mitad de las personas. La mayoría, además, presentó altos niveles de ansiedad, con afectaciones para el funcionamiento psicológico y la adaptación psicosocial.
En tanto, un estudio psicográfico sobre las características psicológicas de infantes y adolescentes diagnosticados de intersexuales y con cirugía genital mostró que sus dibujos denotan daño emocional, dificultades en la aceptación, percepción y representación del esquema corporal y también en la comunicación social y familiar.
“La biología hay que atenderla, pero todo no puede centrarte en lo biomédico”, sostiene la psicóloga Adriana Agramonte, quien aboga por incorporar los aspectos psicosociales un modelo de atención a las intersexualidades. Foto: Cortesía de Adriana Agramonte
Las indagaciones revelan, igualmente, desconocimiento y ansiedades diversas vividas en el escenario familiar de las infancias intersexuales, como consigna Agramonte en su artículo “Intersexualidades: retos para la construcción de familias competentes e inclusivas”.
Tras estudiar los comportamientos de 29 madres, ocho padres y cuatro tutores, la especialista comprobó que los familiares suelen ser sobreprotectores, limitan los intercambios y las experiencias sociales y manifiestan actitudes de rechazo hacia expresiones de género atípicas.
Además, en el escenario familiar predomina el secreto y ocultamiento de la condición biológica, al punto de falsear los verdaderos motivos de las cirugías genitales y atribuirlos a problemas médicos tales como hernia o malformaciones del sistema urinario, y no a las variaciones propias de la intersexualidad.
Por otro lado, madres y padres experimentan sentimientos de culpa, vergüenza e incertidumbre, así como preocupaciones sobre la decisión de cambio de sexo y orientación sexual en la adultez de sus descendencias.
La investigación concluye que en el contexto familiar se minimizan y transgreden los derechos de esas infancias, que viven con inseguridad su identidad de género y la posibilidad de desarrollar una actividad sexual satisfactoria.
Nuevos paradigmas
En Cuba, como en otros países, se ha enfatizado en la importancia de establecer un diagnóstico y una cirugía temprana, en detrimento de aspectos psicológicos, sociales y de derechos.
“Lo primero que te dicen es que tienes que operarte, se asume que lo que tú tienes está mal, es diferente, no es correcto y hay que someterte a una cirugía para corregir eso que en tu cuerpo no se formó correctamente”, dice la joven intersexual entrevistada por SEMlac.
En su caso, una primera intervención quirúrgica para conformar su vagina derivó en otras dos para corregir errores de la primera, pero todo el proceso conllevó para ella una “crisis de identidad, de orientación sexual, una crisis existencial”, asegura.
“Mis peores vivencias no están asociadas a la cirugía en sí, sino a mi propio cuestionamiento de mi identidad y a cómo me percibía la sociedad”, reconoce la joven, quien relata haber tenido “que ir resolviendo sobre la marcha de los años, porque a mí el cuerpo médico lo único que me garantizó fue una cirugía”.
Salirse del ciclo de las cirugías, contactar con activistas y redes intersexuales fuera de Cuba y decidirse a vivir plenamente le devolvió seguridad y nuevos horizontes. En ese proceso de recuperar confianza en sí misma y trazarse nuevas expectativas fue esencial también la psicoterapia que recibió.
“Llevo más de dos años con una vida sexual completamente activa y satisfactoria, sin necesidad de operación, porque el placer sexual de la mujer no radica solo en la penetración vaginal. Fui descubriendo y aprendiendo todo el amplio mundo de la sexualidad femenina”, argumenta.
El Primer Consenso sobre Intersexualidades en Cuba, en junio de 2024, sentó pautas en favor de miradas más humanistas, respetuosas, éticas y de derechos hacia las intersexualidades, aunque todavía falta implementar sus principales propuestas. Foto: SEMlac Cuba
Personas intersexuales y especialistas empiezan a defender miradas más humanistas, respetuosas, éticas y de derechos hacia las vidas intersexuales. También abogan por postergar el momento de la cirugía y solo realizarlas tempranamente en caso de riesgo inmediato para la vida o la salud.
“Hay un grupo específico que sí la requiere, sin discusión, para salvar su vida. Pero otro grupo importante puede esperar y tener la posibilidad de ejercer la libertad racional de tomar decisiones en el futuro sobre su cuerpo y su autonomía”, sostiene Roque.
La joven intersexual entrevistada por SEMlac lo expresa desde sus vivencias, con estas palabras: “la cirugía se tiene que hacer cuando la persona es consciente y sabe a qué se va a someter. Para llegar ahí, debe pasar primero por un proceso y un trabajo multidisciplinario que la haga comprender su situación”.
Esos pasos incluyen contar con toda la información previa de su caso, para poder decidir. “El consentimiento para mí tiene que venir del paciente –no de familiares ni tutores–, cuando esta persona tenga la capacidad para poder emitir un criterio”, agrega la joven, quien actualmente estudia una carrera universitaria.
Para Agramonte, quien por varios años acompaña como psicóloga a personas intersexuales en Cuba, “se necesita transformar el paradigma de atención, muy centrado aún en lo biomédico”, opina.
En su opinión, la falta de servicios integrales y la atención prácticamente nula a los aspectos psicosociales en el acompañamiento a las personas intersexuales redunda en un agravamiento de su estado emocional y psicológico.
En el caso específico de esta joven, si hubiera recibido una atención integral que evaluara los aspectos éticos, de consentimiento y sus necesidades psicológicas de maduración, probablemente hubiera sido otra su historia o habría transcurrido con mucho menos gravedad, valora la especialista.
“La biología hay que atenderla, pero todo no puede centrarse en lo biomédico”, reflexiona Agramonte e insiste en la necesidad de implementar un modelo afirmativo del género que desea vivir la persona y una atención interdisciplinaria que incluya a especialistas en endocrinología, psicología, cirugía, derecho, genética, trabajo social y otras disciplinas.