En una sociedad donde los discursos sobre género han estado tradicionalmente mediados por políticas institucionales y tabúes culturales, la visibilidad de personas transmasculinas emerge como un desafío social y humano
Rosmery Pineda Mirabal y Sheryl Márquez Vega - Revista Muchacha.- «El camino no es homogéneo. Cada persona trans merece vivir el proceso de transición a su ritmo, sin presiones externas sobre cuándo hormonarse, operarse o cambiar su expresión. Nuestra lucha no es solo por la visibilidad, sino por un mundo donde todas las masculinidades puedan existir en plural, sin mandatos que dañen, ni limiten».
Cuando Verde organiza esta idea para hablar de lo que representa el Grupo Trans Masculino de Cuba y decide sacarla al aire, parece una idea sabida de memoria, políticamente correcta en un discurso que por años sigue teniendo, entre otros, el mismo desafío.
Verde Gil Jiménez es un joven trans santaclareño, graduado de Comunicación Social por la Universidad Central de Las Villas «Marta Abreu» (UCLV), a quien el activismo lo ha atraído casi semanalmente hasta La Habana, desde finales de 2022, cuando comenzó junto a Larian Arias Rodríguez este proyecto.
Ambos ya tenían una trayectoria más larga en la lucha por la visibilidad trans, pues antes se habían incorporado a la Red TransCuba del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y eran miembros del antiguo proyecto Alma Azul, los que les permitieron conocer a otros hombres trans y, con el tiempo, poder planear esta propuesta que va enfocada en sus realidades y necesidades específicas: Grupo Trans Masculino de Cuba.
Comenzaron a organizarse a través de WhatsApp, donde ya compartían algunas dudas y preocupaciones. Según lo recuerda Verde, «en ese momento, además de enfrentar las secuelas de la pandemia de COVID-19, las personas trans estábamos sufriendo graves dificultades en la atención médica: las consultas especializadas estaban paralizadas, no había disponibilidad de hormonas en las farmacias y el acceso a cirugías de afirmación de género era prácticamente imposible».
Ante esa situación, reunieron sus inquietudes y alternativas, las cuales después fueron presentadas de manera formal y colectivamente al Ministerio de Salud Pública (institución a la que está adscrito el Cenesex) para exponer problemas, demandas y también soluciones.
Así definieron áreas de trabajo, dígase la dimensión educativa y comunicativa en redes digitales, la dimensión social para promover el apoyo mutuo entre miembros de la comunidad y la investigativa, debido a que aún resultan escasos los trabajos académicos sobre estas temáticas.
Actualmente, el grupo cuenta con más de 70 personas transmasculinas registradas, aunque conocen de otras que no aparecen en su base de datos, y ha logrado beneficiarlos y asesorarlos mediante distintas vías de ayuda (médica, jurídica, psicológica).
¿Cómo unirse al Grupo?
Para pertenecer al grupo el procedimiento es bastante sencillo. Los interesados pueden contactarlos mediante sus perfiles de WhatsApp o Facebook, plataformas principales del proyecto, o a través de algún miembro trans que ya forme parte de este.
Una vez dentro, explica Verde, realizan un «proceso de filtro» con varios propósitos: «entender mejor a la persona, confirmar si es transmasculina o queer, conocer sus nombres y registrar la información básica en una base de datos que luego nos permite crear y mantener un espacio seguro, confidencial y coherente con la misión de nuestro proyecto».
El trabajo del Grupo Trans Masculino de Cuba incluye intercambios académicos y comunitarios, con instituciones como el Cenesex o con el proyecto Masculinidades Liberadoras perteneciente al Centro Cultural Padre Félix Varela, en donde han sido participantes, observadores, formadores e incluso contribuidores del desarrollo metodológico de sus materiales educativos.
«Hemos diseñado nuestras actividades de manera que sean tanto presenciales como virtuales, reconociendo que muchos compañeros son del Oriente y Centro del país y no pueden viajar hasta La Habana, donde ocurren la mayor parte de los encuentros», explica Verde para referirse a la dinámica de interacción entre ellos.
También, en aras de asegurar una mayor inclusión y participación, se han propuesto intensificar la creación de contenidos en sus redes sociales y de esta forma conectarse con proyectos locales y desarrollar iniciativas propias.
En ese sentido, ya cultivan alianzas con diversos grupos como el Movimiento Estudiantil Cristiano y la Iglesia de la Comunidad Metropolitana en Cuba; la iniciativa AfroAtenAs de Matanzas; la Cátedra de Género y Desarrollo de la UCLV; la Cátedra de Sexualidad de la Universidad de Ciencias Médicas de Villa Clara; la Facultad de Psicología y la Red Feminista de la Universidad de La Habana, así como otros proyectos culturales y sociocomunitarios.
Además, teniendo en cuenta los disímiles desafíos que enfrentan las personas trans y en especial este proyecto, que crece en medio de recursos muy limitados, han alcanzado logros notables como la organización de encuentros interprovinciales en Santa Clara — entre ellos el 1er Encuentro Nacional de Transmasculinidades el pasado año — , la participación en debates legislativos, el acompañamiento a familias con personas trans dentro de su núcleo, y el poder facilitarles a varios de ellos el acceso a recursos para sus cambios físicos.
Un espacio por la igualdad
Yao David Ojeda Viñote tiene 37 años y desde hace dos se sumó al Grupo de Trans Masculinos de Cuba, lo que ha significado una especie de «zona de confort» que le ha permitido conocer a otros hombres con sus mismos miedos — o no — y con experiencias diversas en cuanto al proceso de transición.
«El intercambio de vivencias ha sido muy nutritivo para todos. Ya son varias las actividades en las que he participado y no solo han sido útiles desde el punto de vista práctico sino, también, como apoyo emocional», cuenta.
Otro de ellos, su cofundador, el joven Larian Arias Rodríguez, comparte un sentir similar: «conocer a otras personas trans es una oportunidad para aprender de otras realidades diferentes a las que yo he vivido. Cada experiencia de transición es única e irrepetible. En el caso de los espacios que he compartido con ellos, han sido una oportunidad de deconstrucción/reconstrucción de masculinidades que se salen de la norma heteropatriarcal», asegura Larian.
Ha participado en Ferias comunitarias, Talleres de formación, Cine-debates, Charlas/Conversatorios en distintos ámbitos y recientemente en el Encuentro Nacional del Grupo Trans Masculinos de Cuba. Todos estos se han basado en la visibilización, debate y educación de temas como la identidad de género, el feminismo y la justicia social.
Sin embargo, señala, entre lo más interesante de estos años y espacios por la igualdad, el haber compartido con otras personas (amigos, familiares, activistas, expertos) que no están dentro de la comunidad y participan en sus actividades, aprenden y se interesan por el trabajo que ellos hacen.
Para él, el Grupo «es una comunidad diversa» porque no hay una sola forma de ser trans, de expresar la masculinidad y, por ende, de ser hombre. «Aunque todos somos diferentes, tenemos historias de vida diferentes, venimos de realidades diferentes en mayor o menor medida, hemos formado esta comunidad sobre la base de la ayuda mutua, el deseo de conocer y construir un futuro mejor, en colectivo».
Sortear retos: una constante
La comunidad trans masculina cubana, históricamente opacada incluso dentro de los activismos queer, no solo desafía normas de género arraigadas en el machismo criollo, sino que redefine lo que significa habitar en el cuerpo masculino en un contexto donde la masculinidad ha sido instrumentalizada por discursos en su mayoría conservadores.
Desde su corta experiencia, para ellos, los retos van de dos partes. Los más internos guardan relación con el hecho de desaprender muchas de las ideas de la masculinidad tóxica y dominante con la que hemos crecido, liberarse de del ser «lo suficientemente hombre/macho/alfa», y sencillamente aprender a ser, explica Larian. Además de seguir apostando por «el empoderamiento y la educación en nuestros derechos, así como hacerlos cumplir», añade.
Por otra parte, aún cuando el país ha avanzado en el reconocimiento legal de derechos de la comunidad LGBTIQ+ con hitos como la aprobación del Código de las Familias, la sociedad los invisibiliza de manera constante.
A ellos se suma otra larga lista de retos que ha sido más difícil de entender, la cual incluye el acceso a medicamentos, la atención médica regular, una mayor información acerca de las trans identidades y una educación general más inclusiva. Todos ellos tienen su principal punto de giro en visibilizar la diversidad de género no como una amenaza sino como un espejo de su propia complejidad.
Soñar azul, rosado, o simplemente soñar
Reiventarse, en su sentido más amplio, es también cambiar todo lo que sea necesario, aceptar, incluir, luchar, resistir y seguir resistiendo. Pero, para las minorías, se empieza siempre por soñar.
Todos ellos, jóvenes trans masculinos, se han nucleado en torno a otros pares por un sueño en común que tiene mil formas distintas de contarse. Larian anhela para las nuevas generaciones un lugar donde su identidad sea respetada y tenga una mayor representación en la televisión, en el cine y en la literatura. Larian también anhela que tengan la libertad de ser y expresarse sin miedo. Verde apuesta porque al menos tengan un camino más sencillo, quizá por ese sentimiento atrapado en su subconsciente de sentirse útil ahora y luego. Yao parece decirlo de una forma aún más simple: «que nos entiendan como seres humanos».