Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce -Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- Quienes somos de nacionalidad cubana, aun cuando tengamos otras ciudadanías, generalmente nos preocupamos por las cosas de nuestro país y además nos alegramos de sus éxitos.


Cuba, como sucede en menor medida en otros países, cuenta con algunas personas de origen nacional, la mayoría de ellos viviendo fuera del territorio, que solamente tienen de nacionales haber nacido en esa tierra y contrariamente a lo expresado al comienzo del artículo, se alegran de sus males, de cuanto erróneo hace su gobierno, de la derrota de sus deportistas, de sus epidemias y de los desastres nacionales. La alegría por esas tragedias se sustenta en la esperanza de que dichos sucesos puedan derrocar al gobierno y revertir el proceso escogido por la sociedad cubana de luchar para organizar un Estado y una sociedad justa, adecuada a las realidades generales de cada ciudadano.

Recientemente escuchamos que a partir del 18 de Junio de este año 2012, la aduana de Cuba no permitirá importar alimentos a quienes visitan la Isla. Esta autorización de ingresar alimentos ilimitadamente, sin gravamen alguno, se implementó hace cuatro años para resolver los problemas ocasionados por una temporada intensa de huracanes. Ante las dificultades impuestas desde el Norte por sus negativas de coordinar apropiadamente con el Estado cubano las promesas de donaciones, se instituyó esta medida que pudiéramos bautizar como salomónica.

No explicaremos la situación especial de Cuba respecto a las donaciones ocasionalmente ofrecidas por el gobierno de Estados Unidos ante la ocurrencia de huracanes, las cuales son acompañadas de condicionamientos políticos, entre otras cosas, porque siempre pretenden negarle al Estado cubano su autoridad de entregarla a los damnificados, como es usual cuando las ofrecen a otras naciones. Todo ofrecimiento de Los Estados Unidos a Cuba, desgraciadamente se convierte en una campaña o en una acusación en contra de las autoridades del gobierno.

Dicho esto, continuemos con el enfoque de nuestro trabajo, inspirados en esa preocupación por los asuntos que competen a nuestro país y nuestro deseo de que triunfen todas y cada una de las gestiones que sus instituciones, su Estado y su gobierno emprendan.

Un par de años después de aprobada esa entrada de alimentos libre de gravamen, el gobierno cubano comenzó a separarse del modelo soviético, autorizando la actividad privada en una serie de sectores, entre ellos el servicio de comida.

Lógicamente la existencia de esta disposición, permitiendo la entrada ilimitada de alimentos sin gravamen, fue utilizada de inmediato por los nuevos empresarios gastronómicos, quienes encontraron fácilmente a personas emigradas o de otras nacionalidades, para que les llevaran suministros, a quienes pagaban con un margen de ganancia.

Ahora bien, la realidad es que dichos empresarios no poseían un abastecimiento nacional mayorista para sustentar su actividad. Para ello debían recurrir a quienes contrabandean con productos que generalmente son robados o a tiendas minoristas cuyo artículos tienen impuestos leoninos establecidos por el gobierno. Las razones de los impuestos provienen del falso concepto de que quienes compran en las tiendas son gente con excesivos recursos, quienes por tal razón deben subsidiar a los de menor ingreso. Este razonamiento, de pretender tanta justicia incurre en una brutal injusticia, porque mayoritariamente penaliza a personas cuyas iniciativas, preparación profesional o con familiares emigrados dispuestos a sacrificarse (la mayoría emigrada cubana no vive en opulencia), cuentan con haberes por encima de la media. No importa cuánta explicación el gobierno ofrezca al respecto, esta es la razón fundamental para semejante arbitrariedad. Estamos hablando de impuestos que exceden el 200% sobre los alimentos y otros artículos de gran importancia para la construcción y la reparación de viviendas y aún para usos domésticos imprescindibles.

Con la proliferación de las actividades privadas y la organización de la renta interna que correspondería a su existencia, es de esperar que la economía se organice de manera integral y la financiación de los servicios públicos, entre ellos el subsidio alimenticio a retirados y gente de bajos recursos, no tendrá que recaer sobre renglones tan sensibles como la comida, la construcción y otros, ni ser gravamen de quienes legítimamente obtienen recursos superiores a la media.

La medida, fríamente contemplada, no refleja un gran sentido en estos momentos donde las prioridades suponen concentrarse en facilitar el sostenimiento de las actividades que han avanzado hasta el punto de ser funcionales, pero lejos aún de una real consolidación.

Lo vemos de esta manera y de llevarse adelante esta nueva disposición, revertiendo una autorización que sin dudas trajo beneficios para grandes mayorías de la población, es de confiar que responde a una decisión de expertos económicos que tienen bajo la manga una solución a la hondonada que pudiera crearse, de no existir una contrapartida a dicho anuncio.

Para profundizar en lo dicho, comentaremos en próximo artículo sobre los impuestos aduanales en el mundo, específicamente en relación a los alimentos, mencionando el difundido criterio de terminar con el gravamen a un renglón que normalmente es la diferencia entre la vida y la muerte en muchas regiones. Antes de terminar podemos señalar que Cuba, en tiempos de la influencia soviética, revolucionó su sistema de gravamen aduanal.

También expresaremos de forma más definitoria, nuestra opinión sobre el anuncio de esta medida.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU.

Fuente: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad

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