Por Lorenzo Gonzalo*/Foto Virgilio Ponce - Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad.- Recientemente leí un escrito del periodista cubano Pedro Hernández Soto, publicado en la revista Moncada, hablaba del cólera en Cuba.


Me pareció interesante, porque en estos días quienes vivimos en la ciudad de Miami y leemos El Nuevo Herald estamos al hervir el agua por miedo al contagio.

Dicho periódico lleva días hablando del tema.

Por más que he buscado en periódicos internacionalmente conocidos, aun en aquellos que responden a ciertas políticas anticubanas dirigidas desde el Departamento de Estado de Los Estados Unidos de América, a través de su organización subversiva USAID, no he podido saber nada del asunto. En cambio El Nuevo Herald le otorga una cobertura de tal envergadura, que deja el sabor de un acontecimiento apocalíptico en Cuba.

El periodista Soto, en ocasiones con sentido del humor, habla del asunto y ofrece datos que muchos quizás no leyeron o que quizás los leyeron y ya los han olvidado.

En Miami hubo un caso de cólera en el año 2010 (uno solo que se sepa), traído de Haití en los primeros momentos del brote en ese país, el cual fue mencionado con brevedad en las noticias y luego silenciado porque “el derecho a la privacidad” no permitía mayores informaciones. Soto también hace referencia a 11 personas enfermas por dicho virus en el año 2011 en la ciudad de Miami, de acuerdo a un informe del Departamento de Agricultura de La Florida, en el cual se explicaba que una rotura en una cloaca de East Point o quizás una operación de dragado en la zona 1642, ocasionó la infección.

Menciona también el colega Hernández Soto que desde el año 1999 han ocurrido en el país 73,000 infectados y 61 muertos, debido a la Escherichia Coli 0157:H7. El Nuevo Herald no habla de esto, pero si decide hacerlo ruborizado por el artículo de Hernández Soto, por favor que sea discreto y no explote la noticia porque las tragedias demandan reverencias y no comparsas festivas.

Pero más allá de la magnificación de algo que puede ocurrir en cualquier país, lo que debemos destacar no es siquiera la propaganda feroz en contra del Estado cubano y las ofensa permanentes contra los cubanos, sino el odio morboso que la irracionalidad política en contra del gobierno de la Isla, genera en ese pequeño y poderoso grupo al cual se pliegan bochornosamente periodistas y gente de saber.

El hecho a destacar es la morbosidad. A El Nuevo Herald poco le ha faltado para crear un espacio que podría llamar “el colerómetro”, dedicado a señalar  en detalle cuántas víctimas por hora se producen en Cuba, acompañado de una minuciosa descripción de sus estertores. Por supuesto sería un medidor fantasioso porque hasta hoy, nada de lo dicho en ese sentido es cierto.

No menos importante que lo señalado, son las noticias mostradas por otros medios, especialmente radioemisoras, quienes usando de base la “información objetiva del Herald”, mencionan el asunto para inferir del mismo, una supuesta irresponsabilidad del gobierno cubano por haber enviado miles de médicos y personal de salud a Haití para combatir las enfermedades causadas por el terremoto, entre ellas el cólera.

O sea, aquello que constituye un ejemplo de abnegación por parte de esos profesionales y una respuesta ética de un Estado, ante la desgracia de un vecino pobre y maltratado como Haití, es trocado en un acto de irresponsabilidad, lo cual dice mucho de la bajeza moral de quienes se refieren a estos hechos con morbosidad y con una alegría que no pueden ocultar.

El odio visceral que sienten ante la incapacidad demostrada para actuar y pensar de acuerdo a los nuevos tiempos, formando parte del debate y la búsqueda de soluciones para Cuba, lo manifiestan en bajezas como esas, alegrándose de las tragedias de la Isla, de los partidos deportivos que pierden sus jugadores en los eventos internacionales y de algunos amorales que reniegan de sus orígenes.

Si un país merece gran respeto es Cuba, cuyo Estado a pesar de ser objeto desde hace más de cincuenta años de una de las mayores violaciones de derechos humanos de la historia, materializada por un Bloqueo brutal implantado por Los Estados Unidos de América, es capaza de compartir lo que tiene en aras de razones humanas.

En Cuba hay cólera. No debe ser algo del otro mundo como insinúa El Nuevo Herald, pues ni siquiera el Departamento de Estado se ha atrevido a hacer mención del hecho. Pero aun si lo fuera, no sería causa de asombro, por cuanto lo sucedido se debe a razones humanitarias que merecen respeto y no la crítica ruin y morbosa de una prensa que insiste en el amarillismo.

El gobierno cubano, como norma, aplica una política discrecional respecto a determinadas noticias, para no echar leña a ese fuego causado por un país que insiste irracionalmente en ser su enemigo. Pero es bueno indicar, que quienes nos informamos y actuamos sin prejuicios, reconociendo aciertos y errores propios y ajenos, podemos asegurar que ante los problemas de salud de su población, el gobierno cubano ha actuado con energía y no ha escatimado recursos.

Es verdad que en una de las regiones orientales de Cuba hay cólera, según ha reportad el gobierno cubano, pero la peor de las cóleras, cólera de la mala, hace años que anda suelta por las calles de Miami.

Se trata de la cólera de un grupo de desarraigados, que actúan incentivados por una tremenda carga de odio y por un fanatismo comparable solamente con los criminales que estrellaron dos aviones contra las Torres Gemelas de New York.

Para aquellos que nos consideren exagerados al decir lo anterior, señalaremos que esa cólera fanática es tal, que en una oportunidad fue capaz de derribar un avión de pasajeros de Cubana de Aviación en pleno vuelo y de muchas barbaridades más que no dejaremos de recordar.

Es urgente una dosis de vacunas para el cólera de Miami.

Debemos vacunar con urgencia a El Nuevo Herald y a sus emisoras satélites para proteger a la población del odio demencial de estas personas.

*Lorenzo Gonzalo periodista cubano residente en EE.UU. Subdirector de Radio Miami

Fuente original: Martianos-Hermes-Cubainformación-Cubasolidaridad

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